Carlos París - Ética radical
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- Libro:Ética radical
- Autor:
- Editor:ANAYA
- Genre:
- Año:2013
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CARLOS PARÍS
ÉTICA RADICAL
LOS ABISMOS DE LA ACTUAL CIVILIZACIÓN
TERCERA EDICIÓN
Para mi gran maestra y mentora, en mi pensamiento y en mi vida, Lidia Falcón, que, en su incansable lucha contra la injusticia, ha unido a su alta creación como escritora el testimonio de una existencia insobornablemente ética, capaz de iluminar ejemplarmente la sociedad de nuestros días.
Tal como en algunas páginas de este volumen se comenta, todo libro, aunque deba su creación al talento y al esfuerzo de un autor, es, también, como toda obra humana, en inevitable e importante medida, un producto colectivo. Y, cuando los temas abordados alcanzan la amplitud y gravedad de los que aquí, con mayor o menor acierto pero con sincero empeño crítico, afronto, con largos años a la espalda, esta autoría plural se dilata y extiende en el espacio y en el tiempo hacia los más variados horizontes vitales. Afirmaba Unamuno: «Lo que hace posible la existencia de los hombres dedicados a la pura especulación científica y con ella al progreso de la ciencia, es el callado y terrible sacrificio de no pocos braceros, cuyo valor se estima poco más alto. O tal vez más bajo que el cero de nuestra escala social». Pero, en mi caso, a esta deuda genérica, tan, injustamente, poco reconocida, debo añadir lo mucho que he aprendido al romper convencionales barreras y relacionarme con las clases desfavorecidas y oprimidas, en una experiencia que ha marcado mi trayectoria de pensamiento y acción. Una trayectoria que se extiende desde mis recorridos y encuentros, en años de juventud, por los suburbios madrileños, hundidos en la miseria bajo la dictadura franquista, y en que merece mención especial el «Pozo del tío Raimundo», a mi tiempo de trabajo, tan breve como fructífero en las minas de carbón de Barruelo de Santullán, y culmina en mi participación en el movimiento obrero y la convivencia con heroicos militantes en las luchas contra la opresión y explotación en el Partido Comunista de España.
Y de los primeros sueños y proyectos compartidos, en los ya alejados pero no olvidados tiempos juveniles, no puedo dejar de recordar a figuras como las de Miguel Sánchez Mazas, tan eximio lógico matemático como comprometido en la arena política, junto a José María Valverde, Francisco Pérez Navarro y José Luis Rubio o Alberto Giráldez, entre otros, y sin olvidar al noble Padre Llanos. Más allá de nuestras fronteras, me he enriquecido con los contactos establecidos y las reflexiones, a veces entusiásticas, otras críticas, que me han deparado viajes y actividades que han tenido como escenarios los Estados Unidos, la Nicaragua sandinista, Cuba, el Chile de Allende, los países del llamado «socialismo real». También Méjico, en que no puedo olvidar al gran pensador Adolfo Sánchez Vázquez, recientemente fallecido y a Leopoldo Zea, Argentina y Brasil.
Pero fundamentalmente mi vida se ha centrado en la Universidad, en que he enseñado durante casi cincuenta años. Y es mucho lo que he podido aprender tanto de profesores, compañeros en la vida académica, como de alumnos en el ejercicio de esta actividad y en la lucha contra la dictadura franquista, en que junto al movimiento obrero las universidades jugaron un importante papel. Por otra parte, desde mis años de juventud como socio hasta haber sido honrado con su presidencia, el Ateneo madrileño ha sido un hogar en que, junto a su excelsa biblioteca, múltiples encuentros y debates me han permitido perfilar mis ideas y en que sigo encontrando un espacio único para la libre discusión y maduración intelectuales y vitales.
Pero dentro de este amplio entorno que ha inspirado las ideas de esta obra he de hacer referencia a su más concreta redacción y, en este sentido, debo reconocer y agradecer muy especialmente el importante papel que han jugado algunas personas muy próximas. Junto a las perennes aportaciones de mi maestra Lidia Falcón, mi gran amigo y siempre generoso colaborador Tomás Pollán fue quien más me animó a emprender la redacción de este libro y en su elaboración ha aportado importantes contribuciones. También han sido muy fructíferas reiteradas conversaciones mantenidas con mis hijas, Inés, Isabel y Matilde, así como con mi hijo Ignacio, el cual, además de exponer sus ideas ha contribuido, de un modo verdaderamente liberador, a la preparación material del texto y sus notas, tarea en que también participó Matilde, experta en faenas editoriales.
La intención de ese libro es desarrollar una crítica global de nuestra actual civilización. Tan esplendorosa en su desarrollo científico y técnico como pauperizada por su anquilosamiento en atávicas relaciones de dominación y explotación. Un contraste, una abismal brecha, que impide inaugurar la etapa histórica de desarrollo humano sobre todo el planeta que es posible y necesaria. Una etapa en la que el caudal del actual saber y de la tecnología, no solo permita superar el hambre y la miseria en que yacen multitudes, sino que eleve la vida de la humanidad a la altura de sus aún irrealizadas potencialidades.
Desde la aparición de esta Ética Radical, en el pasado mes de abril de 2012, los males de carácter económico en ella denunciados se han intensificado increíblemente y, de un modo particularmente grave en los países del sur de Europa como España. El neoliberalismo ha venido exaltando la competencia y, hoy, estamos asistiendo a ella de una forma muy novedosa. Los gobiernos de los países situados en dicha zona compiten, pero, no al servicio de la ciudadanía y del crecimiento económico, sino que rivalizan en su sumisión a los dictados de una Unión Europea regida por los intereses de los más poderosos. Se pretende que políticas que hunden a las clases trabajadoras y medias —a las primeras en la pauperización y a las segundas en insoportables estrechez—, y reducen la actividad económica son las únicas que cabe seguir. Tras la caída del muro de Berlín se difundió tronante, por todos los medios imaginables, la idea de que el capitalismo era la única vía posible de gestión y desarrollo de la riqueza. Como decía Saramago, los gobiernos se convirtieron en los «comisarios políticos» del capitalismo. Hoy en un nuevo y extremado avance, bajo el reinado del capitalismo especulativo-financiero, se pretende que las actuales restricciones son el camino exclusivo para superar la crisis y crear un ilusorio, cada vez más remoto, empleo.
La cultura, la investigación científica y la educación, fuentes tanto de desarrollo humano como de crecimiento económico, agonizan mientras las entidades financieras son mimadas. En nuestro país estamos asistiendo a una nueva forma de emigración. No es la que conocimos, en los años cincuenta y sesenta del siglo XX de los trabajadores proletarios cuyos brazos sirvieron al desarrollo de países entonces fuertemente industrializados. Ahora es la emigración de científicos y técnicos superiores que amenaza con la «despoblación cerebral» de España. Pero no nos desesperemos por la pérdida de puestos de trabajo. Crece la demanda de mayordomos y primeras doncellas, de asistentes encargados de satisfacer los gustos y caprichos de poderosos turistas que llegan a nuestras tierras. Y es que las diferencias entre las clases sociales y la explotación se agudizan en lo que la terminología dominante designa eufemísticamente como «dualización» de la sociedad.
Siendo el gasto público y sus consiguientes obras y actividades la mejor forma de crear empleo, se asalta el Estado y se le despoja para privatizar su aparato. A la par que se extiende toda una campaña de desprestigio de lo público y exaltación de lo privado, y todo ello pese a que es evidente que la lógica natural de la empresa privada es su beneficio, mientras la pública debe servir al bien común y, como tal, ser democráticamente controlada.
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