O.Z. RUGUE - La Rebelion de los Esclavos (Los Guerreros Legendarios nº 1)

O.Z. RUGUE

LA REBELION DE LOS ESCLAVOS

LOS GUERREROS LEGENDARIOS I

Contenido:

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Prologo.

Vilion Ashedeltor.

La noche era obscura; hacia un viento helado, y los espíritus de los muertos rondaban los alrededores de la Villa de Galiz.

Ser Vilion Ashedeltor estaba de pie en el último balcón de la torre del oráculo, atormentado por la sombra que lo veía desde el bosque. Cuando era apenas un niño, en una noche similar fue abandonado por sus padres, en los rincones de las antiguas lapidas de piedra; un cementerio monstruoso, de llanto y solitario de vida. Allí donde duermen los cuerpos de los difuntos seres. Había permanecido la primera noche, cobijado por tierra, hojas secas y un susurro de tristeza que recorría por el viento. Un ser triste, abandonado y muerto. Jamás había visto un espíritu ni tan sombrío, ni de ese color oscuro: el color de la muerte. Intento no dormir hasta que el sueño le gano y espero morir congelado.

<>, llego a escuchar el susurro del muerto de aquella noche en la que pensó morir congelado. Aquel día, apareció la luz de la mañana y despertó recostado en una cama limpia, suave como las nubes, arropado hasta el cuello y vivo; un sueño de un espíritu. Se preguntó si aquel ser que lo recogió, habría visto al espíritu sombrío que lo acompaño durante su instancia en los campos de las lapidas. Un muerto que nunca volvió a ver hasta ahora.

Vilion no creía en el destino. Aun así se cuestionó, fue despojado por su familia para mantenerlo alejado de los ojos rojos de los Ugk que querían su vida y desde su encuentro con la sombra sin rostro su vida cambio. Drion Afertion, oráculo de los vigilantes, lo encontró en una soledad fría, lo llevo a Galiz, le dio una nueva vida, lo entreno y formo parte de la guardia de los vigilantes, avanzo y se hizo guardián de la torre. Un designio que el espíritu le venía a reclamar.

La sombra continúo con el rostro levantado hacia el último balcón de la torre. Quizá en otra vida no le daría miedo la muerte, pero aun tenia tanto por vivir. Ser Vilion había permanecido la mayor parte de su vida en una soledad a pesar de estar rodeado de otros seres; una esposa, un hijo, una familia lo que más anhelaba tener. Lo que le fue negado por las bestias de las cuchillas verdes.

Con las lúgubres túnicas de los vigilantes. Ser Vilion descendió de la torre, corrió sin cesar, dejando atrás las negras tierras de Galiz, villa de los tres sentidos de los seres que miran, escuchan, oyen y sienten el lamento de los muertos. Después de atravesar la última roca del majestuoso pilar del ciego se adentró en los bosques oscuros, cruzo entre sombras antiguas y espíritus de Gasnagos del clan de la luna obscura. A través del ligero soplido del viento que alborotaba las hojas de los pinos, percibía el susurro de la muerte. El ímpetu de los murmullos crecía a cada instante, retumbando en una jaqueca que olía a cadáveres putrefactos.

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Los aullidos de los Gasnagos perduraban en silencio, sellados en sus cuevas, los pinos se mostraban sepultados en pena, en tanto los espíritus del bosque se mantenían ocultos. El fulgor de la voz resonaba en cada vereda del bosque, pareció invadirlo por completo.

-Alejar, apartar de mi. - grito Vilion con desesperación. Se llevó la mano derecha al pecho y sujeto el collar triangular que colgaba de su cuello -. ____________________ (Alejar, apartar de mí) -. Repitió en sagrado.

Continúo sin parar; siguiendo el camino hacia las antiguas lapidas donde escucho a la muerte por primera vez. Ser Vilion giro la cabeza y miro hacia atrás; la cima de la torre del oráculo se había ocultado entre una pila de troncos de madera, ramas y hojas de puntas. Ya no existía camino de regreso. De frente se mostraba la lápida del mundo de los muertos; gastada, agrietada por todos lados que era increíble que aun permanezca de pie, y con una cantidad exagerada de telarañas que la hacían ver como una almohada de lana blanca.

-Muerte de Muerte- sollozo Ser Vilion al salir del bosque. Se puso de rodillas y temió a la presencia de la muerte. El campo parecía un cementerio de tumbas de las cuales una creciente horda de opacas sombras se levantaron de las entrañas de la tierra; se reunieron al pie de la runa antigua, siete líneas con declive hacia la luz de los muertos en pena. Allí donde el oráculo recitaba a los tres sentidos. Cerro los ojos y en ese momento, la espeluznante de las siete sombras se acercó; la punta de su dedo izquierdo se levantó de la obscuridad y lo toco en la frente.

Vilion abrió los ojos, pero la imagen que tenía en frente lo desconcertó. Su dedo era frio y estaba repleto de una pena que desprendía en un dulce aroma de tierra y muerte. Cunado trato de hablar la lengua se le trabo, la vista le fallo o eso pensó y tan solo el sentido de escuchar a la sombra hablar se impregno a su cuerpo.

-(Mirad, que soy la verdad) – Susurro la sombra en lengua de espíritus – (Mirad que soy tu verdad. Tu regidor)-.

La Doncella.

El sol se asomaba por el oeste; encima de la lejana colina de los Gasnagos grises, donde una capa de neblina invade el bosque, y las sombras van desvaneciéndose. Al paso de los rayos dorados, la senda de los pescadores resplandecía ante el hermoso brillo del rio azul, parecía un lugar muy tranquilo. El relinchar de un caballo provoco que Itza detuviera a castaña, un ser montado le seguía su paso. Tenía la mirada cansada, como si no hubiera dormido durante varios días, al grado que el color blanco de sus parpados se perdía en un rojo escarlata y un ámbar claro.

-Ser Naur, ¿Por qué habéis de seguirme? – pregunto la joven combinando el dulce tono de su voz con preocupación.

-Por petición de Fier, mi Doncella.- contesto el joven guerrero inclinando la cabeza -.Se atraviesan días llenos de tempestad. Es mi deben protegerla.

<>.

-Siempre al pendiente- suspiró mientras acariciaba las delgadas plumas de la cabeza de su Guilia; finas, suaves y de un hermoso castaño que emitía un dorado como la luz del día. -Hansen, mi segundo padre-. Dejo soltar una tierna y sencilla sonrisa a Naur. Aunque Fier no pertenecía a los Ishton, el amor y el cariño que tenía sobre la familia, era como de un padre más que de guardián hacia Itza.

En un instante el silencio que había perdurado en el sendero se quebró ante la risa de tres pequeños inocentes que venían dando saltitos y riendo. Traían redes colgadas a sus espaldas y a sus costados, largas varas de madera; mal astillada y con puntas de oro azul que rozaban la tierra, dejando marcado un camino hacia las seis casas de los pescadores del rio.

-¡Una Guilia!-. Grito emocionada Eri; una pequeña de los ríos azules que toda su vida ha estado solo entre pescadores. Nunca había estado ni tan cerca de un ave de los cielos, ni menos una tan enorme que sobrepasa por mucho su pequeño cuerpo-. No hace daño-. Retrocedió varios pasos espantada, ocultándose detrás de sus hermanos.