Anna Pagés
Cenar con Diotima
Filosofía y feminidad
Herder
Diseño de la cubierta: Purpleprint creative
Edición digital: José Toribio Barba
© 2017, Anna Pagés Santacana
© 2018, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN DIGITAL:978-84-254-4065-6
1.ª edición digital, 2018
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Í NDICE
«At any rate, when a subject is highly controversial—and any
question about sex is that—one cannot hope to tell the truth».
V IRGINIA W OOLF, A Room of One’s Own.
«I mean, what is a woman? I assure you, I do not
know. I do not believe that you know. I do not believe that anybody can know
until she has expressed herself in all the arts and professions open
to human skill».
V IRGINIA W OOLF, «Professions for Women».
«Le siècle prochain sera féminin, pour le meilleur ou pour le pire».
J ULIA K RISTEVA, Le génie f éminin.
«Father times and mother spacies boil their kettle with their crutch».
J AMES J OYCE, Finnegans Wake.
«Nonostante Platone, siamo in tante».
A DRIANA C AVARERO, Nonostante Platone.
Figure femminili nella filosofia antica.
«Car une femme est énigme (Autre à elle-même) à dechiffrer. Ce
déchiffrement ne passe pas par l’intelligence de l’Idée du féminin,
mais par la lecture du symptôme qu’elle incarne».
E RIC L AURENT, L’envers de la biopolitique.
E N EL UMBRAL
En el umbral de esta escritura me he detenido un instante, titubeando bajo la sombra de la duda, un poco como Sócrates. El filósofo quedó absorto en la puerta de casa de Agatón. Lo fueron a buscar porque se retrasaba. Realmente no se sabe en qué estaría pensando este hombre:
Entonces Sócrates, concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo, se quedó rezagado durante el camino y como aquel le esperara, le mandó seguir adelante. Cuando estuvo en la casa de Agatón, se encontró la puerta abierta y dijo que allí le sucedió algo gracioso. Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás, sorprendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer.
En el umbral surge un pensar que se recoge en sí mismo. Las preguntas se dibujan en el hueco de la soledad. En una temblorosa búsqueda sin tregua no nos detenemos hasta que otro —un hermano que nos conoce bien, un amigo o un amor— viene a rescatarnos del extravío filosófico. Somos Sócrates que llegó tarde: siempre vamos con retraso en la filosofía.
Igual que la tardanza socrática, la pregunta sobre la feminidad espera en el umbral. Acabará cruzando para entrar, sorprendiendo a los que están a punto de comer. Y tal vez algo más. Porque para muchos este tema levanta suspicacias, ampollas, antiguos dolores articulares ya olvidados. Nadie puede decir que la feminidad sea un problema «normal», como otros temas filosóficos clásicos: la verdad, la justicia, la belleza, el bien. Al plantear el problema de la feminidad desde la filosofía salimos de viaje sin mapa o recorrido previo, como en las películas de dinosaurios, cuando los protagonistas se adentran en una jungla de la que no saben nada porque están dentro de la historia, pero el espectador, fuera de ella, sabe que acechan monstruos. La Gorgona, la Medusa que paraliza. Hay una petrificación filosófica cuando se menciona este tema y adjetivos como «delicado», «difícil», «polémico», matizan el planteamiento de una cuestión que pocos se atreven a formular.
¿Qué es la feminidad? ¿Es un mensaje, como el que envió Diotima en boca de Sócrates? ¿Es una esencia o una existencia, un sueño, un relato, una experiencia? ¿De quién es la feminidad? ¿Es de las mujeres o también de los hombres? ¿Es un singular o más bien un plural? ¿No estará suelta por ahí en desbandada, siendo que la filosofía intenta atraparla en vano porque no se deja, desvaneciéndose como una densa humareda en medio del follaje del bosque, huyendo hacia la salvaje prontitud del alba? La feminidad en el Banquete de Platón, en ese diálogo sobre el amor, ¿es Diotima de Mantinea? Esa mujer en una charla de hombres representa el susurro de las cosas conocidas.
Dice María Zambrano que Diotima de Mantinea bajaba la voz:
bajándose hacia la tierra, como la mano del que echa la semilla, inclinándose como solía al mismo tiempo sobre la tierra y sobre el corazón del que la escuchaba ocasionalmente.
Diotima se inclina hacia algo que no se ve bien desde arriba, desde lo alto del Olimpo filosófico de quienes ya saben.
En la introducción a Le deuxième sexe [El segundo sexo] , Simone de Beauvoir dijo que dudó en escribir un libro sobre la mujer:
El tema es irritante, sobre todo para las mujeres: y no es nuevo. [...] se nos dice que «la feminidad está en peligro»; se nos exhorta: «Sed mujeres, seguid siendo mujeres, convertíos en mujeres». Así, pues, todo ser humano hembra no es necesariamente una mujer; tiene que participar de esa realidad misteriosa y amenazada que es la feminidad. Esta feminidad ¿la secretan los ovarios? ¿O está fijada en el fondo de un cielo platónico? ¿Basta el frufrú de una falda para hacer que descienda a la Tierra? Aunque ciertas mujeres se esfuerzan celosamente por encarnarla, jamás se ha encontrado el modelo.
La posmodernidad afirma que no hay un modelo de feminidad, lo cual no ha evitado que muchas mujeres, desde Simone de Beauvoir en 1949, sigan esforzándose «celosamente por encarnarla». La feminidad es una contingencia. Abre un sinfín de posibilidades, según cada circunstancia biográfica vivida, narrada, contada, escrita, en situación. Como el género, la feminidad es un performativo: se declina. Es un habitus: se incorpora. Es una tradición: se hereda. La cuestión es: ¿se puede recrear, reconstruir o incluso inventar? En cualquier caso, ofrece resistencia a toda perspectiva universal, a cualquier aspiración metafísica o a lo que Marquard llamó programa de absolutización de lo humano. Hay feminidades que preguntan por la feminidad desde su pequeña historia relativa y precaria.
Soy una de ellas. En muchas ocasiones he temido abordar esta cuestión. La he insinuado calladamente, de puntillas para que no se me oyera. Hasta ahora no la supe pensar o escribir. Diotima es una versión de la pregunta que atenaza estas líneas. En las líneas escritas podemos perdernos y también angustiarnos. A lo mejor lo más sencillo, para leer, sea no ser. Dice Hans Blumenberg que el trabajo de lectura se hace al pie de la letra: el lector se esconde en la escritura de otro lector. Intentamos descifrar pero solo alcanzamos a ver discontinuidades en el vacío que agujerea los párrafos.
Cuando he preguntado por el tema de la feminidad y la filosofía, en encuentros de tipo académico, hubo siempre un parón, un silencio incómodo o un susto. Para algunos la feminidad es una forma de reivindicación. Un día se hará justicia: las mujeres filósofas resurgirán del agujero del tiempo, tomarán las armas y asaltarán el Palacio de Invierno. Para otros el tema nunca adquiere la suficiente consistencia: el lado femenino se resiste al discurso filosófico y no se sabe por qué. Los guardianes de la verdad quedan bloqueados, incapacitados para preguntar sobre esta cuestión, petrificados bajo la mirada de Medusa.
En Crimen y castigo Dostoievski incluye una escena en la que Razumihin, compañero académico del protagonista, ofrece a Raskolnikov un trabajo. El encargo dice así:
Aquí tienes algo más de dos pliegos de un texto alemán; a mi juicio, pura charlatanería. Lo que ahí se discute es si la mujer es o no es un ser humano . Y ni que decir tiene que se demuestra pomposamente que sí lo es. Herubimov lo va a publicar como contribución al feminismo; yo lo estoy traduciendo. Él ampliará a seis estos dos pliegos y pico, luego inventaremos un título llamativo que cubra media página y se venderá a medio rublo. ¡Vaya si se venderá!
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