© Montse Garriga
Valentí Puig (Palma de Mallorca, 1949) se dio a conocer como prosista con las narraciones de Mujeres que fuman (1984) y el dietario En el bosque (1986). Con más de treinta libros publicados, su obra literaria abarca prácticamente todos los géneros, de la poesía a la novela, pasando por el ensayo periodístico y literario. Su último libro de poemas es Altes valls (2010). En el área ensayística, cabe remarcar las siguientes obras: El hombre del abrigo (premio Josep Pla 1998), Por un futuro imperfecto (2004), La fe de nuestros padres (2007), Moderantismo. Una reflexión para España (2008) y Los años irresponsables (2013). Su obra novelística comprende las siguientes obras: Complot (1988), Sueño Delta (premio Ramon Llull 1987), Primera fuga (2000), La gran rutina (premio Sant Joan 2007), Barcelona cae (2014) y La vida es extraña (2015).
En Fatiga o descuido de España dos personajes, A. y B., dialogan sobre el momento actual que vive el país. Coinciden en que la sociedad española está en una circunstancia determinante y no dejan ningún tema sin tratar: desde la identidad de España y el secesionismo territorial hasta los vertiginosos cambios de la globalización; desde la constante revolución tecnológica hasta la amenaza del Big Data; desde la baja calidad de la educación a la pérdida del concepto de autoridad; desde la destrucción de la virtud pública y la corrupción hasta el desprecio por la cultura y la investigación científica.
A. y B. existen porque dialogan y dialogan porque la racionalidad les permite versiones distintas de la realidad del presente y del pasado, algo que existe y que vivimos con pasión porque todavía no se ha licuado irreversiblemente. A. y B. titubean y a la vez confían. ¿Hasta qué punto existen formas de compartir algo –un espacio, la palabra, la concordia– en el vivir de España? Más allá de las ideologías, A. y B. tantean numerosos atajos en busca del centro perdido, un centro que no es político sino de encuentro. Matizan, chocan o se reencuentran en la perplejidad. Conllevan, coinciden, pactan o no logran entenderse. Sobre todo convergen en aceptar la existencia de los argumentos del otro, el margen vital para que existan las mayorías limitadas, la alternancia política, una opinión pública articulada y ese invento tan frágil al que llamamos libertad.
V ALENTÍ P UIG
Fatiga o descuido de España
Edición al cuidado de María Cifuentes
Publicado por:
Galaxia Gutenberg, S.L.
Av. Diagonal, 361, 2.º 1.ª
08037-Barcelona
www.galaxiagutenberg.com
Edición en formato digital: octubre 2015
© Valentí Puig, 2015
© Galaxia Gutenberg, S.L., 2015
Diseño de portada: © Estudio Pep Carrió, 2015
Conversión a formato digital: gama s.l.
ISBN Galaxia Gutenberg: 978-84-16495-13-9
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Introducción
En toda sociedad abierta el diálogo se nutre de la diferencia por contraste con los silencios totalitarios. Con todos sus desentendimientos e inercias, el diálogo ha sido la médula de la vida pública española en sus mejores momentos de autocrítica. Lo reintentan los personajes A. y B. en Fatiga o descuido de España . Comparten, difieren, fluctúan, dudan o creen. Coinciden en que la sociedad española está en una circunstancia determinante, pero al mismo tiempo ven con disparidad sus ritmos, la carencia de sentido histórico que aqueja la política, vertebraciones e invertebraciones, prioridades contrapuestas para el sentimiento o la razón, mayor o menor confianza en la posibilidad de un nueva solidez de las virtudes públicas frente al coste de la poscrisis, el narcisismo del selfie , la falta de competitividad o la propensión fatalista. A. y B. existen porque dialogan y dialogan porque la racionalidad les permite versiones distintas de la realidad del presente y del pasado, algo que existe y que vivimos con pasión porque todavía no se ha licuado irreversiblemente. A. y B. titubean y a la vez confían. ¿Hasta qué punto existen formas de compartir algo –un espacio, la palabra, la concordia– en el vivir de España? Más allá de las ideologías, A. y B. tantean numerosos atajos en busca del centro perdido, un centro que no es político sino de encuentro. Matizan, chocan o se reencuentran en la perplejidad. Conllevan, coinciden, pactan o no logran entenderse. Sobre todo convergen en aceptar la existencia de los argumentos del otro, el margen vital para que existan las mayorías limitadas, la alternancia política, una opinión pública articulada y ese invento tan frágil al que llamamos libertad.
A.– Esta España no me duele pero me impacienta.
B.– Recuerde que no tenemos el monopolio de la duda existencial. También dudan Francia o Italia, por ejemplo. Duda Occidente de manera cíclica. Son dudas a menudo ilusorias, porque cargan las tintas en exceso y habitualmente yerran en el diagnóstico y padecen de irrealismo en cuanto a soluciones. Defecto común en la tradición regeneracionista.
A.– Sí, como precedente, abundan tanto los diagnósticos desacertados que uno tiene que tomar muchas precauciones antes de hablar de catarro, lepra o hemiplejia. ¿Está España muy fatigada o es que pasa simplemente por una etapa de dejadez?
B.– Los ingenieros hablan de fatiga de materiales. Significa que los materiales sometidos a cargas dinámicas cíclicas se rompen más que bajo cargas estáticas. Nos sirve de símil para describir lo que puede estar ocurriendo en España, después de una crisis económica aguda, cuyas tensiones perduran todavía. Al llegar al extremo de la rotura por fatiga, los materiales llegan al punto de resquebrajamiento. En algún caso, se produce una fractura.
A .– ¿Estaríamos ante un caso de fatiga de materiales, con riesgo de fractura?
B.– Tal vez sí. Pero personalmente no sé si la sociedad española ha llegado a una situación de fatiga extrema de materiales o es que está en la fase previa de su tratamiento descuidado, tal vez inepto e irresponsable, con lo que no quiero decir que ese tratamiento defectuoso de los materiales con pérdida de resistencia no pudiera acabar en rotura. Ah, la España de los descuidos. Pero distingamos entre descuidados y descuideros. Hoy abundan los descuideros con máster.
A.– Ya veo que acertar en el diagnóstico es crucial. Y como factores de una fatiga de materiales percibo la asimilación precipitada de un crecimiento económico rápido y –por supuesto– los coletazos de la crisis, el paro, la corrupción, pero también la falta de sentido histórico, la democracia fácil y providencialista, la carencia de interconexión competitiva y – last but not least – una adulteración tóxica de la gran política. El «shock» del futuro al que no estábamos por completo adaptados ya se ha convertido en el «shock» del presente todavía más desconcertante.
B.– Más o menos. Añada el secesionismo territorial. Sea como sea, ¿cómo inyectar resistencia a los materiales? No somos una sociedad postrada, sin capacidad de reacción, pero sí nos falta una dosis especial de resistencia, de fortaleza ante la adversidad. Consideremos cómo las grandes catedrales han resistido las inclemencias de los siglos. Tenemos como referencia la entereza de las grandes arquitecturas del espíritu, construidas con la materia etérea del pensamiento, la palabra, la escala musical, la pigmentación pictórica o la bóveda.
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