• Quejarse

Ramó J. Sender - Por qué se suicidan las ballenas

Aquí puedes leer online Ramó J. Sender - Por qué se suicidan las ballenas texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover
  • Libro:
    Por qué se suicidan las ballenas
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Índice:
    3 / 5
  • Favoritos:
    Añadir a favoritos
  • Tu marca:
    • 60
    • 1
    • 2
    • 3
    • 4
    • 5

Por qué se suicidan las ballenas: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Por qué se suicidan las ballenas" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

«La paz ha dejado de estar de moda. Los mozalbetes de un credo u otro asesinan como si se entrenaran para el más celebrado de los deportes a lo largo de los siglos. El que mata a diez es un enfermo mental a quien hay que encerrar. El que mata a diez mil un líder político, si mata a un milló un jefe de estado. El que logra matar a veinte millones es un héroe polarizador de las corrientes históricas». Así se manifiesta Sender en uno de los párrafos al comenzar el libro. Siguiendo los estudios de algunos prestigiosos científicos, el autor trata de descifrar como el hombre ha llegado a las circunstancias actuales venciendo toda clase de obstáculos, y compara su inteligencia con la de otros seres vivos, entre ellos los delfines y las ballenas, con un cerebro superior al nuestro y que se suicidan en masa. Sender intenta hallar una explicació a este fenómeno y lo hace usando un estilo ágil, en el que se entremezclan hábilmente el escepticismo y su fino humor característico.

Ramó J. Sender: otros libros del autor


¿Quién escribió Por qué se suicidan las ballenas? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Por qué se suicidan las ballenas — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Por qué se suicidan las ballenas " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Ramón J Sender Por qué se suicidan las ballenas Título original Por qué se - photo 1

Ramón J. Sender

Por qué se suicidan las ballenas

Título original: Por qué se suicidan las ballenas

Ramón J. Sender, 1979

I

Alejandra Tolstoi, a quien su padre llamaba familiarmente Sasha, ha cumplido noventa y cuatro años juveniles y hablado por la televisión diciendo cosas interesantes como no podía menos de suceder. Se han cumplido ciento cincuenta años del nacimiento del gran novelista ruso y una vez más la actualidad reverdecida del autor de «La guerra y la paz» nos sale al encuentro.

Entre las muchas cosas que Sasha Tolstoi ha dicho de su padre destaca lo siguiente: «Mi padre no podría vivir en el mundo de hoy, un mundo sin sentido de lo divino ni de lo humano». Ciertamente se puede hablar así cuando se contempla el panorama que nos rodea. La gente no cree en la paz ni en la «no resistencia al mal». Sin embargo la paz es el único bien indiscutible a lo largo de nuestra historia, y la «no resistencia al mal», que dio la victoria a la India de Gandhi, se considera una utopía sin sentido.

Ciertamente Gandhi ganó la batalla contra un imperio tan poderoso como Inglaterra, pero el victorioso pacifista fue asesinado por un fanático y enterrado con «honores militares», lo que no deja de sonar a sarcasmo. Otro discípulo de Tolstoi, el negro americano Martin Luther King, partidario también de la no resistencia al mal, fue a su vez asesinado. Parece que la no resistencia al mal estimula a los criminales.

No cabe duda de que el prestigio de la paz idílica entre las naciones y los pueblos va declinando y convirtiéndose en un sueño difícil de integrar en la realidad histórica de nuestro tiempo. La paz no está de moda. Y la moda ha tenido siempre facilidades de incremento y desarrollo lo mismo en los salones de belleza de las damas que en las mesas internacionales de discusión política. La paz «no se lleva». El sentimiento humanitario —la solidaridad en el culto del bienestar humano— tampoco. La deshumanización del arte de la que hablaba Ortega hace tantos años equivocadamente, puesto que no se trataba de una deshumanización sino de una manera diferente de sentir lo humano, parece cierta en otros terrenos, sobre todo el religioso y el político.

Los cristianos que pelean todavía a bayonetazos en el norte de Irlanda creyéndose inspirados por el mismo Dios y el mismo profeta son un ejemplo. Los árabes, cristianos y judíos del próximo Oriente, presididos por un mismo Dios aunque con distintos profetas, otro ejemplo lamentable. El Dios del Sinaí es el mismo de los árabes, los judíos, y los cristianos y querámoslo o no a Él se acogen millares de asesinos en las tierras sirio-palestino-libanesas.

¿Qué locura es ésta? Eso se preguntaría Tolstoi, si viviera. Su hija Sasha dice que su padre no querría vivir en estos tiempos. Y no vive sino por su obra. Una obra que ha enriquecido a la humanidad, pero que no ha enseñado nada a los hombres. Es decir les ha enseñado a gozar de sus miserias en «Ana Karenina», en «La guerra y la paz», en «Resurrección» y en tantos libros memorables. A gozar de miserias nuevas reveladas por el arte. Y parece que han aprendido.

Es increíble hasta qué punto el hombre medio y aun el hombre excepcional anteponen a toda otra ambición la del gozo. El gozo físico, el afectivo, el intelectual. Tolstoi gozaba diciendo la verdad, es cierto. Sus últimas palabras antes de morir fueron: «Me gusta la verdad y…». Pero no habló más. Murió, como recuerda su hija, en una pequeña estación de ferrocarril cuando huía de las manías de una esposa paranoica.

En una estación del ferrocarril. Del tren que iba a llevarlo a esa misteriosa nada que nos amenaza desde que nacimos y que no podemos comprender.

Tal vez Tolstoi quería decir: «Me gusta la verdad y no he acabado de encontrarla». Quizá la encontró después. Pero la que dejó expresada no nos sirve a los hombres sino para «gozarla» como un bonito sueño de una noche de verano, incluidos los monstruos. Porque para que exista la perfección tiene que existir la monstruosidad. Triste dialecticismo.

La paz ha dejado de estar de moda. Los mozalbetes de un credo u otro asesinan como si se entrenaran para el más celebrado de los deportes a lo largo de los siglos. El que mata a diez es un enfermo mental a quien hay que encerrar. El que mata a diez mil, un líder político; si mata a un millón, un jefe de estado. El que logra matar a veinte millones es un héroe polarizador de las corrientes históricas de un siglo.

Entretanto los campesinos labran la tierra, los obreros industriales cumplen su jornada, los sabios buscan secretos difícilmente accesibles en los laboratorios, los artistas sueñan, los místicos hablan de la vida como Santa Teresa cuando dice que vivir es pasar una semana en una mala y barata y sucia posada. Y todos pensamos que esa posada es mala y sucia (aunque menos barata cada día) pero nadie hace gran cosa para mejorarla. Los místicos escapan de ella por la vía de la fe. Esa fe que tenían también Einstein, Planck, Maxwell, Newton, Ramón y Cajal, Darwin, Neumann, Russell, pero que no les salvaba como a santa Teresa de la mala posada.

León Tolstoi se lee menos cada día. Su lugar quieren ocuparlo picaros oportunistas, del provecho inmediato, gente del hampa publicitaria en pantallas grandes o chicas, en tribunas legítimas o usurpadas. Y el mundo es redondo y rueda, el sistema planetario gira avanzando a velocidades fabulosas en una espiral sin fin dentro de la cual la Tierra cumple su misión avanzando también alrededor de nuestra modesta estrella con velocidades modestas también —veinte millas por segundo— y los seres humanos alrededor de una utopía —la felicidad— que no sabemos dónde está, pero que excluye aquella paz de la que tanto habló y escribió el conde León Tolstoi, el que remendaba los zapatos de sus mujics y fue excomulgado por la iglesia ortodoxa y perseguido por dos Alejandros y un Nicolás que no podían entender su pacifismo ni su respeto y amor por los humildes.

En los últimos años de su vida debía molestarle a Tolstoi su celebridad. Cuando son jóvenes los hombres envidian a los que han logrado destacar y se han hecho famosos, pero cuando logran la celebridad —los pocos que la consiguen— se sienten defraudados porque tiene más molestias que ventajas.

El hombre famoso ha perdido muchas cosas, entre ellas ese derecho a alguna clase de irresponsabilidad que acompaña a los niños. A un hombre ordinario se le perdonan muchos errores e incluso algunas formas de conducta antisocial. Al hombre célebre no sólo no le perdonan nada, sino que lo vigilan y le recuerdan de un modo u otro que debe ser digno de convertirse en un arquetipo ejemplar.

Era nuestro Ramón y Cajal un ejemplo vivo de la dificultad y la incomodidad de ser célebre. La primera consiste en dejar de ser un hombre para ser ante todo y sobre todo un nombre. La segunda en la falsedad de sus relaciones con la mayor parte de los que por una razón u otra se acercan a él.

Finalmente la imposibilidad de tener una vida realmente privada.

Einstein se lamentaba también de todo eso, con frecuencia. Los campos de Cajal y de Einstein eran muy diferentes, pero había un nivel o un horizonte en el que se encontraban como las paralelas en el infinito.

Porque el infinito nos es accesible. Todo nos es accesible a todos si sabemos usar nuestra imaginación. El mundo que nos rodea lleva implícitos nuestros problemas y sus soluciones.

Si las paralelas se unen en el infinito alrededor de la esfera (símbolo y plasmación física de ese infinito en el cual nunca se acaban los caminos) el mundo de las neuronas de Cajal y de sus afinidades relativas nos da la impresión (por otra parte, justa) de que el universo entero, tal como lo concibe Einstein, lo llevamos dentro de nosotros.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Por qué se suicidan las ballenas»

Mira libros similares a Por qué se suicidan las ballenas. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Por qué se suicidan las ballenas»

Discusión, reseñas del libro Por qué se suicidan las ballenas y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.