Presentación
Europa es el resultado de las interrelaciones entre cinco ámbitos culturales que se expresan por medio de los grandes idiomas, español, francés, inglés, alemán e italiano —no hay ningún índice de prioridad en el orden que aquí empleamos— y que son independientes de las estructuras políticas, cambiantes en el tiempo. Debe haber una muestra de aprecio y gratitud para todas ellas ya que en definitiva con sus aportaciones logran el beneficio del conjunto. En este ensayo, deliberadamente breve, vamos a intentar destacar el conjunto de las aportaciones hispanas, sin que ello suponga menos aprecio de las que los otros europeos lograron. Las patrias, palabra esta que se identifica con patrimonio, son útiles para todos. La ciencia alemana o su música, el teatro británico, la ópera italiana o el academicismo francés tienen, para nosotros los españoles, valor absoluto. Lo mismo debe solicitarse en relación con las aportaciones españolas.
Hispania, cuyo nombre tiene una raíz que desconocemos, obtuvo su identidad a través de Roma. A comienzos del siglo IV , cuando el Imperio ejecutaba el tránsito desde el helenismo al cristianismo, fue reconocida como «diócesis» o ámbito de convivencia, iniciándose así la construcción de un patrimonio que abarcaba no sólo la Península sino también las islas adyacentes y la provincia denominada Tingitania. Aquí, al producirse la destrucción del Imperio, se asentó el pueblo que se consideraba más importante y avanzado a la sazón entre los germanos: los visigodos. Construyeron un reino, sustituyendo en su legitimidad la del Imperio.
Sucedió, sin embargo, que los godos habían pretendido adoptar una forma peculiar de cristianismo, con las tesis arrianas, marcando así las diferencias entre germanidad y romanidad. Pero cuando, en el siglo VI , consiguieron unir políticamente el espacio hispano, se invirtieron los términos y fueron precisamente los iberorromanos los que impusieron su modo de ser y de vivir. El III Concilio de Toledo (589) fue la primera aportación decisiva: el arrianismo fue sustituido por el catolicismo, se sometieron todos los habitantes a una «Lex romana» custodiada por los visigodos, se renunció a la lengua goda imponiéndose el latín y hasta se cambiaron los vestidos. Juan de Bíclara establece un paralelismo entre Hispania y Bizancio en la herencia romana.
Otra consecuencia muy importante partió de entonces. Isidoro de Sevilla asignó al saber una misión genérica de llegar a conocer el orden de la Creación, utilizando para ello los libros y sus lecturas, es decir, bibliotecas y lecciones. No debemos olvidar que sobre esta base se construyen las escuelas que desembocan en las universidades, típicamente europeas. Dos o tres generaciones después, los continuadores de san Isidoro se integran en el Renacimiento carlovingio.
Esta Hispania, que conservó su nombre demostrando fidelidad a la herencia romana, se perdió en 711 a causa de la expansión islámica, pero ciertos núcleos de resistencia, con el apoyo esencial de Francia —los «europenses» como les llama un anónimo cronista mozárabe—, pudieron emprender una tarea de siglos, a la que llamamos reconquista. Durante ella se constituyen hasta cinco reinos, pronto reducidos a cuatro, cristianos, que invocan la vieja herencia. Las circunstancias, desde el siglo X , hacen que se produzcan determinados fenómenos que hemos de tener en cuenta.
En primer término el vasallaje, heredado de los germanos, no se convierte en feudalismo sino que se mantiene dentro de las estrictas relaciones de fidelidad entre vasallo y señor. Pero el vasallaje es un contrato que se ratifica mediante juramento y sólo personas libres pueden prestarlo. En León nacen, al restaurarse la legislación gótico-romana, las primeras leyes que permiten al siervo salir de esta condición. Un avance que se extiende luego a toda Europa. En la época de los Reyes Católicos, España es el primer país en donde se dicta una ley disponiendo la nulidad de cualquier vínculo de servidumbre que aún subsistiera. De aquí nacen otras dos consecuencias: a las Asambleas de la Corte son invitados también los representantes del tercer Estado. Un modelo que Simón de Monfort aplicará en Inglaterra creando los Comunes; la condición de súbdito se identifica con la libertad, asegurada mediante el recíproco cumplimiento de la ley. La Monarquía hispana, desde la segunda década del siglo XIV avanza, por la vía de la Corona de Aragón, hacia un reconocimiento de que la potestad regia se garantiza por medio de tres poderes, legislativo (Cortes), administrativo (Consejo) y Judicial (Audiencia o Chancillería). Es el antecedente necesario para comprender el gran descubrimiento de Montesquieu.
Otra de las aportaciones importantes es la del contacto con musulmanes y judíos, que aportaban de Oriente algunas versiones del helenismo y de la sabiduría oriental. Un día Gerberto de Aurillac, futuro Papa, viajará hasta España para adueñarse del texto de al-Kwarizmi y puede hacer a Europa el gran regalo de los «guarismos» con el número cero. Cero e infinito. Por esta vía, mediante los traductores de Toledo se rescata el pensamiento de Aristóteles. La versión de las Categorías que se empleaba en la Universidad de París se llamaba «Gundisalvus» porque era producto de un canónigo de Segovia llamado Domingo González. La ciencia podía de este modo entrar por las vías de la que llamaremos modernidad.
Fue un español, Raimundo Lullio, quien trató de convencer a los europeos, en los inicios mismos del Humanismo, de que la Fe puede explicarse por medio de la razón, haciendo ver que el cristianismo constituye el modo más racional de explicar la existencia de Dios y de la naturaleza humana. Por esta vía, aprovechando de una manera especial influencias italianas y borgoñonas, España puso en marcha una reforma religiosa que aportaba dos valores opuestos a los del nominalismo, que desembocaría en Lutero: capacidad racional para el conocimiento incluso especulativo, y libre albedrío, como explicarían Manrique o Calderón, entre otros autores. A esta aportación deberíamos sumar una tercera de enorme importancia en razón de las peregrinaciones a Santiago. No existe pecado, por grave que sea, que no pueda, mediante verdadera y fructuosa penitencia, alcanzar su perdón. Tres elementos esenciales.
De aquí procede la que llamamos Escuela de Salamanca, que tendrá en Suárez su punto culminante. Europa recibió el mensaje: partiendo de la base de la libertad racional, e incorporando las enseñanzas de la Iglesia, puede descubrirse que todos los seres humanos, sin distinción de raza; de color o de origen, se encuentran dotados en su naturaleza de ciertos derechos inalienables, como son la vida, la libertad y la propiedad. Las Monarquías estaban llamadas a reconocerlos y defenderlos pero no podían ser sustituidos. Una línea de razonamiento que coincide con la Constitución norteamericana, pero que se sitúa en una dimensión opuesta a la de la Revolución francesa. En la culminación de la reforma española que alimenta al Teatro del Siglo de Oro —Zalamea , La Vida es Sueño , El Burlador de Sevilla o El condenado por desconfiado — se encuentran las aportaciones de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, que llegan a descubrir el secreto: «a la tarde te examinarán en el amor».