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Luis Suárez - Lo que España debe a Cataluña

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Luis Suárez Lo que España debe a Cataluña
  • Libro:
    Lo que España debe a Cataluña
  • Autor:
  • Editor:
    Ariel
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  • Año:
    2016
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Lo que España debe a Cataluña: resumen, descripción y anotación

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Palabras liminares

Hace ahora quinientos años, un día 22 de enero de 1516, cuando apenas faltaban horas para su muerte, en Almendralejo, un pequeño lugar de Extremadura que se hallaba entre las dependencias del monasterio de Guadalupe, Fernando II, a quien el Papa titulara de Rey Católico, estampaba su firma al pie de un testamento que ponía fin a la independencia de la que llamamos Corona de Aragón. En aquellos tiempos los testamentos reales tenían el mismo valor que las leyes fundamentales. Dejaba a su nieto Carlos, que ya podía titularse rey en Castilla y Navarra, aunque al firmante, dada la corta edad de aquel muchacho, correspondía la tarea de ejercer el poder como regente, todos los dominios que reunieran él y su esposa. En otras palabras, Castilla, constitucionalmente, se incorporaba a la Corona del Casal d’Aragó. Nacía, pues, la que durante otros quinientos años se llamaría Monarquía católica española.

Habían pasado ochocientos años desde aquel revés que el Islam asestara a la Hispania romana y que un monje mozárabe de nombre desconocido habitante en Córdoba llamara con cierta precisión «pérdida de Hispania». Los musulmanes habían borrado incluso su nombre, empleando el de al-Andalus, cuyo significado concreto no hemos conseguido aclarar. Pero en algunos rincones protegidos por la cadena de montañas que forma una especie de cuadro superior limitando la piel de toro, se organizaron para la resistencia reductos en donde el cristianismo y el Derecho romano se invocaban como fuentes. Y fue precisamente en los Pirineos en donde volvió a emplearse en lengua vulgar el término «Spanya». El primer calificativo de Cataluña seria ese: para los monarcas franceses aquel pequeño territorio al otro lado de los montes no era otra cosa que una marca hispánica, es decir, un bastión militar en donde se invocaba como fundamental la « lex romana wisigothorum » que más tarde los príncipes preferirían calificar de Usatges . En la conciencia medieval los usos y costumbres son precisamente los que garantizan las libertades de la sociedad.

Hispania había sido definida por Diocleciano como una diócesis o comunidad humana dotada de signos específicos. Es lo que posteriormente se preferirá definir como nación. Una cuestión que está siendo planteada en nuestros días desde términos políticos opuestos: ¿qué significa exactamente «nación»? y ¿debe considerarse a Cataluña como tal? En la larga secuela que conduce a la Monarquía del siglo XV nunca se utiliza este término aunque se haga referencia a nacimiento o naturaleza. Al contrario, los cronistas insisten en decir que Cataluña es la mejor tierra dentro de la nación española. Y la comparan ventajosamente a las demás.

En la Baja Edad Media el término «nación», en la lengua vulgar se usaba con dos significados que pueden parecernos contrapuestos. Era aplicado al lugar de nacimiento, de modo que podía decirse «barcelonés de nación» o referirse a pequeñas comarcas. Pero los grandes maestros universitarios, expresándose en latín, lo aplicaban a los cinco supervivientes del antiguo Imperio romano —África se había perdido definitivamente— estableciendo entre ellas una jerarquía. La primera era Italia ya que allí estaba Roma. La segunda, Alemania, titular a la sazón del Imperio. La tercera, Francia, ya que Carlomagno había restablecido en ella esa misma herencia.

La cuarta, España, pues se admitía que el año 418 los godos recibieron una transmisión de la legitimidad. Al final, Inglaterra. En el Concilio de Constanza (1412) se aceptó de una manera oficial esta división explicando la Universitas Christiana a la que se comenzaba a llamar Europa. Los procuradores catalanes concurrieron al Concilio dentro de la nación española como todos los demás procedentes de Iberia. El nombre también se utilizaba para definir las comunidades de mercaderes: en Brujas es en donde encontramos por primera vez el término de «nación española» cuyo emblema era formado por los lobos de Vizcaya. Pues bien, los mercaderes catalanes reclamaron los privilegios a dicha nación concedidos porque a fin de cuentas —diría Pedro IV— eran también españoles.

Una nación no significaba por tanto, en los tiempos de que en este ensayo vamos a ocuparnos, entidad política unitaria. Dentro de cada una se hallaban asentados reinos y también señoríos que proporcionaban estructuras administrativas. La unidad estaba en el patrimonio cultural recibido y de una manera especial en las formas de aplicación del ius por medio del nuevo modo de aplicación del Derecho romano. En España los godos habían aceptado el Código de Teodosio II mediante aquella pragmática que a sí misma se calificaba de « lex romana wisigothorum ». Pues bien los Usatges son solo una versión aclarada de dicho Código. Es importante reflexionar sobre estos datos. Es lo que nos proponemos hacer en este ensayo que no es libro de investigación sino únicamente eso: una meditación sobre esos ocho siglos que permitieron construir el modelo de Estado que esencialmente sobreviviría hasta 1931.

Cataluña, pues, no fue nación sino una parte de ella. Nunca pretendería calificarse a sí misma de reino sino únicamente de Principado, reconociendo a Barcelona un papel directivo singular. Cuatro grandes historiadores catalanes nos ayudan a entenderlo. Hacia ellos guardo especial reconocimiento en el recuerdo ya que sus enseñanzas me ayudaron a comprender bien el proceso del que ahora me ocupo. Me refiero a Ferran Soldevila que ya en 1934 publicara su Història de Catalunya , a Ramón de Abadal y sus Catalunya carolingia (1955) y Els primers comtes catalans (1958), a Jaime Vicens Vives y su monumental Biografies catalanes (1956) y a Santiago Sobrequés y su Els grans comtes de Barcelona (1961) cuyas obras significativamente fueron publicadas en su lengua vernácula en un tiempo en que, se dice, estaba prohibida. Confieso que mi afecto a Jaime y a Ferran está sobradamente justificado; ellos fueron quienes me promovieron a la dignidad de correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Barcelona.

Los territorios que actualmente suman Cataluña son solamente cuatro de los cinco que en la Edad Media la componían ya que el Rosellón y la Cerdaña se perdieron durante la guerra de los Treinta Años. Nos estamos refiriendo a Barcelona, Gerona, Ausonia y Tarragona, que compartieron íntimamente un desarrollo económico que haría del Principado uno de los elementos fundamentales del comercio europeo. Estas comarcas formaban parte de la Monarquía toledana y de esto no se mostró en momento alguno la menor duda. El latín fue un gran vehículo de unidad. Recuérdese el dato singular de que Hispania fue, junto con Italia, la única que conservó su nombre latino. España y no Gotia. Esto nos lleva a considerar que el patrimonio cultural latino fue la base sobre la que se cimentó esa nueva sociedad.

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