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Luis Suárez Fernández - Grandes interpretaciones de la Historia

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Luis Suárez Fernández Grandes interpretaciones de la Historia

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BIBLIOGRAFÍA

BERR, HENRI: En marge de l’Histoire universelle, 2 vols., París, 1934-53.

BLOCH, MARC: Introducción a la Historia, México, 1957.

COLLINGWOOD, R.: Idea de la Historia, México, 1952.

DUJOVNE, LEÓN: La Filosofía de la Historia en la Antigüedad y en la Edad Media, Buenos Aires, 1958.

DUJOVNE, LEÓN: La Filosofía de la Historia de Nietzscbe a Toynbee, Buenos Aires, 1957.

HUIZINGA, JUAN: El concepto de Historia y otros ensayos, México, 1946.

HUIZINGA, JUAN: Sobre el estado actual de la ciencia histórica, Madrid, 1934.

KULCZYCKY, JERZY: Les grandes divisions de l’Histoire en fonction des lois générales du développment de la société humaine, Varsovia, 1960.

LÖWITH, CARLOS: El sentido de la Historia, Madrid, 1956.

MARAVALL, JUAN ANTONIO: Teoría del saber histórico, Madrid, 1958.

MEINECKE, FEDERICO: El historicismo y su génesis, México, 1943.

MEYER, EDUARDO: El historiador y la Historia antigua, México, 1955.

MEYERHOFF: The Philosophy of History in our time, Nueva York, 1959.

ROWSE, ALFREDO: The use of History, Nueva York, 1963.

WEBER, ALFREDO: Sociología de la Historia y de la Cultura, México, 1948.

I EL CONCEPTO DE HISTORIA HISTORIA SUCEDIDO E HISTORIA CONOCIMIENTO En nuestro - photo 1
I

EL CONCEPTO DE HISTORIA

HISTORIA SUCEDIDO E HISTORIA CONOCIMIENTO

En nuestro idioma, la palabra Historia sirve indistintamente para expresar dos conceptos diferentes: por una parte, la plenitud del suceder; por otra, el conocimiento de este suceder. En su origen —la palabra procede del verbo griego historein, que quiere decir curiosear, inquirir o investigar— Heródoto no la utilizaba sino en el segundo de dichos sentidos. En alemán, por ejemplo, la distinción se hace mediante palabras diferentes: Historie es la realidad del suceder; Gescbichte, la ciencia. Ya en principio tenemos que establecer una cierta limitación de nuestro campo, pues en este libro nos ocuparemos preferentemente de aquellas interpretaciones que del suceder, de la Historie —utilizando la palabra alemana—, se han hecho o, cuando menos, de las que han calado hondo en la cultura occidental, que, no en balde, se encuentra ahora en la plenitud de conciencia histórica que no se ha dado nunca en ninguna otra.

Es una aspiración constante de nuestra cultura y de las que nos han precedido —griega y romana— en el ámbito del Mediterráneo lograr una explicación total del pasado. Meta que la experiencia parece demostrar imposible. En una posición extrema, como afirmaba Dilthey, tendríamos que esperar al fin del mundo para poder escribir la Historia completa. En la práctica suceden varias cosas: primero, que los historiadores seleccionan, de la plenitud del pasado, aquellos datos, hechos o acontecimientos que necesitan para explicación de su labor; después, que orientan sus investigaciones en el sentido que les marcan las tendencias de su propio tiempo; por último, que la experiencia histórica necesaria para su trabajo no es poseída a priori, sino que se va formando en el curso de la investigación. Explicaremos brevemente esto.

Incluso cuando se intenta hacer Historia Universal, esto es, dar una imagen coherente de la evolución cultural de toda la Humanidad, el historiador selecciona, de entre los acontecimientos pasados, aquellos que, a su juicio —y en esto procede como cualquier científico—, entran en la composición de dicha imagen coherente. Todo el mundo está conforme en admitir que una tormenta producida en cualquier año del siglo XIV o una erupción volcánica del Mauna Loa en el siglo XVIII son acontecimientos pasados, lo mismo que el juramento del Juego de Pelota o la batalla de las Termopilas. Pero un investigador se ocupa de los segundos y no de los primeros porque aquéllos, y no éstos, han promovido consecuencias que se reflejan en el conjunto evolutivo de la Humanidad. En otras palabras, el historiador se ocupa no de todos los acontecimientos pasados, sino de cierta clase de ellos, a los cuales llama hechos históricos.

Sucede además que la investigación no puede hacerse normalmente a escala universal —ninguna demostración mejor que las limitaciones que se advierten en las pretendidas Historias Universales que se publican—, sino que debe reducirse a ciertos temas, épocas, países o ámbitos culturales, dejando a otros la tarea de realizar las síntesis. En todo caso el criterio seleccionador se estrecha: del conjunto de los hechos históricos, el investigador elige solamente aquellos que se relacionan específicamente con su trabajo. Considerada en conjunto, la investigación histórica no orienta sus preferencias por el mero capricho de quienes la practican. Si todo hombre es hijo de su tiempo, el historiador lo es en igual o mayor medida que cualquier otro. Su tarea consiste además, no en el estudio objetivo del pasado —como a menudo se ha dicho—, sino en el conocimiento del presente a través del pasado. En la medida en que este presente cambia, cambian también las preguntas que el hombre formula a su pasado. Tal es la causa de que casi cada generación necesite rehacer su historia, pues las respuestas dadas por las generaciones que la precedieron ya no satisfacen a las nuevas interrogantes que se plantean. Si en la actualidad existe una marcada tendencia en favor de la Historia social y económica, ella obedece no a una moda, sino a una necesidad; los problemas más importantes que afectan a nuestro tiempo ya no son de naturaleza política, sino social y económica.

La Historia Geschichte —sigamos empleando el término alemán— realiza un trabajo continuo, enriquecimiento ininterrumpido de la conciencia histórica del hombre, pues los hallazgos realizados nunca se abandonan, sino que se les hace servir de plataforma sobre la que se asienta la etapa investigadora siguiente. Esto sucede también con cada historiador; en la medida en que está realizando su trabajo, conforma también su conciencia histórica. Éste es uno de los aspectos más importantes de nuestra ciencia e invalida la distinción hecha por el positivismo en el sentido de que una cosa es aprehender los datos —función del historiador— y otra comprender los hechos —función del sociólogo—, pues basta la primera operación; quiero decir que ningún hecho puede ser aprehendido sin que, al mismo tiempo, sea comprendido. Una consecuencia directa de cuanto decimos es el subjetivismo histórico. Ningún historiador puede aspirar a contemplar su campo de investigación —Historia Historie— desde fuera de él, pues, como hombre, se halla implicado en la Historia; y ésta merece estudiarse precisamente porque, inmerso en ella, el hombre la siente carne de su propia carne.

FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

En este pequeño libro emplearemos más de una vez el término Filosofía de la Historia, aunque actualmente los historiadores tienden a prescindir de él como susceptibles de originar equivocaciones. Fue usado por vez primera en el siglo XVIII por Voltaire, quien quería distinguir entre la mera Historia narrativa que entonces se practicaba y una nueva Historia crítica que explicase los hechos. Pero lo que Voltaire hizo en la práctica queda como ensayo de explicación crítica, muy por debajo de lo que actualmente entendemos por Historia a secas. Hegel volvió a emplear la expresión para referirse a una Historia universal o total. Reclamaba prácticamente para los filósofos el derecho a proporcionar la explicación completa del pasado humano. Tendremos ocasión de analizar sus ideas. El positivismo emplearía luego el término como una definición del esfuerzo que preconizaba por descubrir leyes generales de la Historia.

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