Viajes
DE ALI BEY EL ABBASSI
POR MARRUECOS
Domingo Badía
TOMO I
INTRODUCCIÓN
Un científico, aventurero y explorador, cuyo verdadero nombre era Domingo Badía, barcelonés hijo de padre aragonés y madre belga, nacido en el año 1767, se le conoce por el nombre de Ali Bey, o príncipe Ali Bey el Abbassi. Fue un gran estudioso y un islamista, a la vez que un espía en su época.
Fue administrador de Tabacos en Córdoba y trabaja de funcionario en Granada, ganado el favor de la Corte y gracias a su amistad con Godoy, presenta a Carlos IV un proyecto de expedición a África por lugares poco conocidos. Se circuncida en Londres, algo imprescindible para pasar por musulmán.
Adopta ropajes nativos árabes y conocedor del idioma, inicia sus primeros viajes el 25 de Mayo de 1803, cambiando ya en Marruecos su nombre por el de Ali Bey el Abassy. Esto le hace abrirse camino en un mundo vedado a los europeos, llegando a conocer sultanes y nobles. Sus conocimientos científicos le sirven para realizar predicciones astrológicas y es considerado un santo, llenándosele de regalos e incluso el sultán le regala dos mujeres, y una vivienda. Se le considera un franc-masón catalán, interesado por estas reglas, pero su misión científica inicial cayó en desinterés, quedando relegada a una misión económica y política, ya que ejerció de espía de la corte española en Marruecos. Visita La Meca y es el primer occidental que besa la piedra negra de la Kaaba. En sus viajes también recorre El Cairo, Damasco, Constantinopla y tierra Santa, dejando relatos concernientes en su libro "Viajes de Ali Bey". Entre sus proyectos tenía encontrar el santo Sepulcro y localizar la Atlántida.
Carlos IV pierde interés por sus proyectos y Badía los presenta a Napoleón, se francesa y se pone al servicio de José I (Pepe botella), del cual consigue el titulo de Intendente General de Segovia. La derrota de los franceses hace que se exilie a París, donde escribe sus memorias y solicita el perdón a Fernando VII, sin lograr ningún éxito. Por su parte Luís XVIII, le nombra Mariscal de Campo, partiendo después a Oriente en un segundo viaje, como espía, con nombre de Ali Othman. Su última carta llega de Constantinopla el 20 de Marzo de 1818. No se supo nada mas de él, ya que en su muerte se citan varias fechas 1819, 1822 y 1824, también se cuenta que fue envenenado (en Alepo), y también se cree por un plan urdido por los ingleses, que temían la influencia francesa en la zona. A su muerte dejó un gran legado de pictogramas, que siempre se creyeron eran mapas de tesoros ocultos.
Este barcelonés nacido en 1767 dedicó su vida a los más diversos trabajos entre los que destacaron el de etnógrafo, cartógrafo, astrónomo y espía.
Disfrazado de príncipe musulmán, Domingo Badía vivió una de las aventuras más fascinantes en la historia de los exploradores. Entre 1803 y 1807 recorrió buena parte de los países árabes, siendo el primer cartógrafo y espía europeo que visitó la Meca.
Cuando Manuel Godoy (Primer Ministro de Carlos IV), recibió la audaz propuesta de Domingo Badía y Leblich, probablemente pensó que se encontraba ante un loco o un suicida. Sin embargo, según confiesa Godoy en sus cartas al rey, el arrojo y la seguridad de aquel hombre terminaron por merecer su confianza.
En su proyecto inicial, Badía pretendía encontrar las fuentes del Nilo, meta de todos los exploradores de la época. También deseaba certificar la dirección del curso del río Níger y reunir datos sobre la ciudad de Tombuctu. Además proponía a la corona una recopilación de datos botánicos, geográficos, antropológicos y etnológicos sin precedentes para la ciencia española. Y lo más interesante para Godoy: le planteaba la posibilidad de urdir un plan para conspirar contra el sultán de Marruecos y arrebatarle el trono.
Comienza aquí una singular aventura que le llevará por Marruecos, Túnez, Egipto, Palestina, Siria y Turquía.
En 1808, durante plena guerra de independencia y tras haber tenido una conversación con Carlos IV el 10 de mayo animado por el rey destronado se presenta a Napoleón para prestarle sus servicios. Éste, tras desconfiar al comienzo lo envía junto con una carta de recomendación a su hermano José I.
El 5 de abril de 1810, es nombrado prefecto de la ciudad de Córdoba por José I, donde introdujo el cultivo del algodón, la remolacha y la patata; ostentando este cargo por espacio de 15 meses hasta el 14 de julio de 1811.
A finales de 1812, Badía inició la redacción de los tres volúmenes de su libro de viajes. Cinco años después, empujado por la necesidad, Badía decidió «resucitar» a Ali Bey para un nuevo viaje, esta vez al servicio de Francia. Desde Constantinopla pretendía llegar a la Meca, donde se uniría a alguna caravana para cruzar el Mar Rojo, y de allí hacia el corazón de África. Puesto que en Marruecos se había descubierto su falsa identidad, en su segunda aventura Badía usó el nombre de Hay Ali Abu Utman («el peregrino Ali»).
En enero de 1818 salió de París en el que sería su último viaje. Llegó a Constantinopla el 19 de marzo y después cruzó el Bósforo, llegando a Alepo dos meses después. Desde su llegada a Damasco el 4 de julio, su salud empeoró rápidamente. La disentería le obligó a guardar cama varios días. Pero tenaz en su propósito continuó hacia Zarqa, en la actual Jordania. Esa fue la última ciudad que vieron sus ojos. El 31 de agosto, a medianoche, sintiendo su fin cercano, se quitó el anillo que le servia de sello y lo entregó a sus criados. Por la mañana sus sirvientes lo encontraron muerto.
Domingo Badía Leblich-Ali Bey, el espía que descubrió La Meca. Es real. Vivió entre 1767 y 1819 y pasó su infancia en Vera (Almería). Cuando tenía 14 años ya trabajaba como funcionario en la costa de Granada. Se casó y tuvo cuatro hijos. Nunca fue a la universidad, pero su pasión por el conocimiento, por dominar todas las ciencias, y su afán aventurero le sitúan en perfecto maridaje entre el ilustrado y el romántico, entre el científico y el soñador.
El 8 de abril de 1801 se plantó en Madrid para ver a Godoy y presentarle su Plan de viaje al África con fines científicos y políticos. A sus espaldas acumulaba numerosos proyectos, como la creación de un banco de la Real Piedad de María Luisa y varias traducciones: un manual de ciencias naturales y un tratado de higrometría, parte de la física que se encarga de la humedad atmosférica.
En 1795, el Consejo Supremo de Castilla le había dado permiso para construir un globo aerostático, un proyecto de investigación pionero en España y también novedoso en Europa. No consiguió hacerlo volar y se arruinó. Incansable, cuatro años más tarde presentó todo un meticuloso plan de guerra para invadir Portugal que, casualmente, ocho años después Napoleón pondría en marcha. El gran proyecto que ofertó a Godoy reunía todas las ambiciones que pueden tentar a un viajero: el poder y el dinero, el espionaje, el afán científico, el comercio y la inquietud antropológica. Godoy tenía aspiraciones coloniales. Encargó a Ali Bey provocar un cambio político en Marruecos, por aquel entonces contrario a los intereses españoles, y en sus memorias afirma que llegó a movilizar dinero y armas en Ceuta en previsión de un posible levantamiento de algunas tribus beduinas contra el sultán Sulayman (provocado por Ali Bey). Aunque se habla de 3.000 reales mensuales, se desconoce la ayuda económica que Badía recibió del Estado, pero tuvo que ser considerable. En mayo de 1802 viajó a París, donde se hizo construir todo tipo de instrumentos —un telescopio, un cronómetro, un higrómetro y un círculo reflectante— para documentar científicamente el viaje. Después fue a Londres, donde se circuncidó.