Utah, primavera de 1983. El crecimiento del agua del Gran Lago Salado alcanza niveles nunca vistos que amenazan el santuario de aves. Garzas, búhos o garcetas, cuyo estudio y compañía han acompasado la existencia de Terry Tempest Williams, son las primeras víctimas. El Gran Lago Salado es naturaleza al pie de la ciudad, una ribera movediza que siembra el caos en las carreteras. Islas demasiado inhóspitas y remotas para ser habitadas. Agua en mitad de un desierto, pero tan salada que no podemos beberla. El Gran Lago Salado es de las aves, su refugio irremplazable. Los humanos, los políticos, los ingenieros, buscan soluciones, pero piensan más en sus infraestructuras y comodidades que en las necesidades y derechos de sus auténticos y alados habitantes. Mientras se enfrenta al declive de estas especies, Terry descubre que su madre padece cáncer, al igual que ocho miembros más de su familia antes que ella: son «el clan de las mujeres de un solo pecho». Todo ello parece una consecuencia de los ensayos nucleares realizados en el cercano desierto de Nevada. Así, mientras acompaña a su madre en la enfermedad, Terry se sumerge en una investigación sobre los devastadores efectos de la lluvia radioactiva. El resultado es un libro extraordinario de una gran naturalista, en el que se entrelaza el destino de las aves y el de los hombres y mujeres golpeados, todos por igual, por una debacle ecológica. La crecida del lago y el avance de la enfermedad: fuerzas imponderables, a veces devastadoras, de una misma naturaleza, que nos recuerdan nuestra pequeñez y fragilidad. Pero, a un tiempo, estas fuerzas son las que pueden ofrecernos el saber más importante: al igual que las aves, debemos aprender a luchar y resistir en el seno de una naturaleza tan ciega en sus intenciones como bella en sus formas. Este es el relato que da cuenta de esa lucha, escrito con una sorprendente austeridad poética que rechaza en todo momento la tragedia, conformando una formidable llamada a la vida.
Terry Tempest Williams
Refugio
Título original: Refuge: An Unnatural History of Family and Place
Terry Tempest Williams, 1991
Traducción: Regina López Muñoz, 2018
Revisión: 1.0
19/04/2019
Para Diane Dixon Tempest
que entendía el paisaje como refugio
Autor
TERRY TEMPEST WILLIAMS: Nació en 1955, es escritora y activista medioambiental. Su voz, crítica y valiente, se ha hecho oír en el Congreso de los Estados Unidos y en la Casa Blanca, así como desde las regiones más remotas de Alaska y Ruanda. Su obra está especialmente influenciada por la aridez del paisaje de Utah, donde vivió toda su infancia y juventud. Sus ensayos se han centrado en el ámbito de la ecología, la preservación de la vida salvaje y los derechos de las mujeres, y su libro de memorias, Refugio, es considerado una de las obras claves de la literatura ecologista del siglo XX. Actualmente vive con su marido, Brooke Williams, en el desierto de roca roja del sur de Utah.
Notas
[1] El nivel del lago se determina según la altitud de su superficie por encima del nivel del mar. (Todas las notas son de la traductora).
[2] Organización estadounidense sin ánimo de lucro fundada en 1905 y dedicada a la conservación de la naturaleza.
[3] Fórmula que utilizan los mormones para indicar que, en caso de emergencia, puede uno saltarse el precepto del descanso dominical. La expresión tiene su origen en la Biblia, Lucas 14:5.
[4] Valga esta nota para señalar, como mera curiosidad, que en inglés el chorlitejo culirrojo recibe el nombre de killdeer, denominación que deriva de la voz de la propia ave; el mismo fenómeno que se da con el cuco, por ejemplo.
[5] De nuevo la onomatopeya inspira el nombre del ave, y en este caso hasta el del valle: curlew es el zarapito.
[6] En este pasaje, todo lo que aparece en cursiva indica que en el original se refleja en castellano.
GANSOS SALVAJES
No tienes que ser bueno.
No tienes que recorrer de rodillas
cien kilómetros por el desierto, arrepentido.
Solo tienes que dejar que el animal manso de tu cuerpo ame lo que ama.
Háblame de desesperación, la tuya, que yo te hablaré de la mía.
Entretanto, el mundo sigue su curso.
Entretanto, el sol y los guijarros transparentes de lluvia
se desplazan por los paisajes,
sobre los prados y árboles densos,
las montañas y los ríos.
Entretanto, los gansos salvajes, en el aire azul y límpido del cielo
vuelven otra vez al hogar.
Seas quien seas, por muy solo que estés,
el mundo se brinda a tu imaginación,
te llama igual que los gansos salvajes, áspero y emocionante,
anunciando una y otra vez tu lugar
en la familia de las cosas.
Dream Work,
Mary Oliver
MOCHUELOS DE MADRIGUERA
Nivel del lago: 1.281,59 m
El Gran Lago Salado queda a unos veinticinco minutos de nuestra casa. Desde la entrada de Emigration Canyon, la zona donde vivimos, me dirijo hacia el oeste y paso por delante de Brigham Young, que corona el monumento llamado «Este es el lugar». Cuando llego a la altura de Foothill Drive, giro a la derecha, dejo atrás la Universidad de Utah y tuerzo otra vez a la derecha, dirigiéndome hacia el este hasta alcanzar South Temple, lo que requiere un giro a la izquierda. Pocos kilómetros después llego a Eagle Gate, el arco de bronce que franquea State Street. Me desvío de nuevo a la derecha. Una manzana más adelante, giro a la izquierda en North Temple y paso por del Tabernáculo Mormón de Temple Square. Desde ahí ya solo tengo que seguir a las gaviotas en dirección oeste, más allá del Aeropuerto Internacional de Salt Lake City.
El Gran Lago Salado: naturaleza salvaje al pie de la ciudad; una ribera movediza que siembra el caos en las carreteras; islas demasiado inhóspitas, demasiado remotas para ser habitadas; agua en el desierto que nadie puede beber. Es la mentira líquida de Occidente.
Recuerdo un experimento en la escuela: llenábamos de agua un vaso; la superficie del contenido era de apenas unos centímetros cuadrados. Luego, vertíamos la misma cantidad de agua en un plato llano grande; varios cientos de centímetros cuadrados. Casi todos los lagos del mundo son como vasos de agua. El Gran Lago Salado, con una profundidad media que apenas alcanza los cuatro metros, se parece al plato llano. Luego, añadíamos dos o tres cucharadas de sal al vaso de agua para que la salinidad completara la analogía.
El experimento continuaba: dejábamos el plato y el vaso en el alféizar de la ventana. A medida que el agua se evaporaba, observábamos que en el plato aparecían costras de sal mucho antes que en el vaso. Los cristales eran preciosos.
Dado que el Gran Lago Salado se halla en la parte más profunda de la Gran Cuenca, el sistema cerrado más grande de Norteamérica, es un lago endorreico, sin salida al mar.
El nivel hidrostático fluctúa salvajemente en función de los cambios climáticos. El lago recibe sol en torno al setenta por ciento del tiempo, de media. Con frecuencia el agua alcanza los treinta y dos grados de temperatura, y absorbe energía suficiente para evaporar casi 1,2 m de agua anuales. Si las lluvias exceden esta tasa de evaporación, el Gran Lago Salado crece. Si por el contrario las precipitaciones caen por debajo del porcentaje de evaporación, el lago se retira. Si a esto le añadimos el volumen ingente de afluencia desde la cordillera de Wasatch y la sierra de Uinta, al este, empezamos a observar el vivo retrato del cambio.