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Margarit Frenk - Cuatro ensayos sobre el Quijote

Aquí puedes leer online Margarit Frenk - Cuatro ensayos sobre el Quijote texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: Fondo de Cultura Econmica, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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  • Libro:
    Cuatro ensayos sobre el Quijote
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    Fondo de Cultura Econmica
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    2013
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Cuatro ensayos sobre el Quijote: resumen, descripción y anotación

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Margit Frenk, la reconocida filóloga e hispanista, explora en este libro algunas de las particularidades de la máxima obra cervantina, el Quijote, y le cuestiona sobre algunos temas de suma importancia. En estos Cuatro ensayos sobre el Quijote, se exploran el prólogo como inicio de la novela, el papel del narrador y algunas de sus peculiaridades, más los ineludibles temas de la locura y la muerte. El resultado es una obra de gran valor para los estudios cervantinos y un texto capaz de recordarnos que el Quijote sigue tan vigente como hace cuatrocientos años.

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SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS CUATRO ENSAYOS SOBRE EL - photo 1

SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS


CUATRO ENSAYOS SOBRE EL QUIJOTE

MARGIT FRENK
Cuatro ensayos
sobre el Quijote
Primera edición 2013 Primera edición electrónica 2013 D R 2013 Fondo de - photo 2

Primera edición, 2013
Primera edición electrónica, 2013

D. R. © 2013, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F.
Empresa certificada ISO 9001:2008

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ISBN 978-607-16-1558-9

Hecho en México - Made in Mexico

Índice
Preámbulo

No ha mucho tiempo que un cervantista escribió lo siguiente: “Poco se puede decir de nuevo sobre Don Quijote de la Mancha”. Espero mostrar en este librito que mi amigo está equivocado, que la gran novela de Cervantes es un tesoro inagotable, en el cual podremos adentrarnos una y otra vez sin jamás descubrir todos sus misterios, todas sus maravillas; sin que dejemos de asombrarnos ante la genialidad de su creación ni perdamos nunca el placer que nos causa su lectura.

En una repetida lectura muy atenta, muy observadora —en un closereading—, se basan los cuatro ensayos que siguen. Aquí y allá asoman en ellos otros trabajos sobre el Quijote, pero su sustento es ese acercamiento personal, sin más limitaciones que las que sin duda tiene su autora. Son ensayos, no estudios.

El primero es inédito. En su redacción original estuvo destinado a un supuesto e inédito número cervantino de una revista mexicana.

El segundo, también inédito, fue una conferencia leída en la Facultad de Filosofía y Letras en noviembre de 2010.

El tercero sí se ha publicado, incluso dos veces, con el título de “¿Alonso Quijano?”, en mi libro Del Siglo de Oro español (México, El Colegio de México, 2007), y en el editado por María Stoopen, Horizontes culturales del “Quijote” (México, UNAM, 2010).

El cuarto se leyó en el XVII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (AIH) (Roma, julio de 2010). Los cuatro ensayos han sido reelaborados para esta edición.

M.F.

El prólogo de 1605
y sus malabarismos

EL QUIJOTE no comienza propiamente con la frase “En un lugar de la Mancha…”, sino con las palabras “Desocupado lector”, que preceden al prólogo. Se trata de un texto inquietante, que, bien leído, revela ya la enorme complejidad del arte desplegado por Cervantes en el Quijote.

Sin duda, ese “Desocupado lector” es una nueva versión del Otiosus lector de los clásicos. Pero ¿debemos contentarnos con esa explicación? ¿Sabemos lo que quiso decir Cervantes con esas palabritas? Conociéndolo, podemos asegurar que quiso decir varias cosas a la vez. Una de ellas pudo haber sido, más o menos, la siguiente: ya que tienes tiempo para leer mi libro, podrás adentrarte gozosamente en su lectura, leerlo con el mismo placer con el que yo lo fui escribiendo. Además, espero que te fijes en los mil intríngulis de su escritura.

Cervantes, estoy segura, tenía en mente a un lector capaz de acompañarlo por los laberintos que iba trazando, de meterse en los escondrijos de su texto, escudriñarlos y tratar de desentrañar sus secretos. Sin perder tiempo, Cervantes pone a prueba la sagacidad de su lector desde el comienzo mismo del libro, en ese prólogo que no puede sino dejarlo estupefacto: tantas y tales son sus vueltas y revueltas, sus enredos y sus contradicciones.

En principio, todo parecería muy sencillo y muy claro, pero un lector suspicaz no tarda en caer en el desconcierto. Las cosas son y no son al mismo tiempo; son esto, pero también lo contrario.

Para comenzar: ese prólogo ¿existe o no existe? Se diría que sí, puesto que lo estamos leyendo. Y por si hiciera falta, ya bien metidos en su lectura, encontramos que el texto nos dice: “Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla [la historia], ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo” (p.10). No hay duda, pues: el prólogo existe. Sin embargo…

Enseguida, bruscamente, nos topamos con esto: “Muchas veces tomé la pluma para escribille y muchas la dejé por no saber lo que escribiría”. O sea, que el prólogo o no está terminado o, quizá, aún no está escrito siquiera. Y cuando entra el “Amigo” y, viendo tan pensativo al escritor, le pregunta el motivo, leemos lo siguiente: “Le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle…”, etc. (p. 11). Ese “había de hacer” implica que no lo ha hecho y, por añadidura, que no se siente obligado a hacerlo, como lo confirma enseguida. escribir: “de ellas mismas quise hacer este prólogo” (p. 18). Así, por fortuna, tenemos ya la dichosa prefación, aunque, si bien lo miramos, en buena lógica, todo lo que precede a las palabras del Amigo sigue sin existir.

Las complicaciones van mucho más allá. No sólo vemos tambalearse al prólogo, sino que la obra entera pasa ahí por avatares parecidos. Numerosas alusiones afirman su existencia: “Quisiera que este libro fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse”; “Puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere” (p. 9), etc. La obra existe, pues. Sin embargo, en un despliegue de captatio benevolentiae, el autor confiesa al Amigo que su “leyenda” es “seca como un esparto, ajena de invención, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudición y doctrina” (p. 11), y que carece de muchas cosas, de esas que los escritores añaden a sus libros: sonetos laudatorios al principio, acotaciones en los márgenes, anotaciones al final, todo ello con abundante erudición. En vista de lo cual, según le dice al Amigo, el autor preferiría no “sacar a luz las hazañas de tan noble caballero” (p. 11).

Tenemos en las manos el libro, su autor nos lo ha encarecido, y ahora resulta que está pensando en no publicarlo. Pero hay más: “Yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha” (p. 12). Un arranque de enojo consigo mismo lleva al autor a querer deshacerse de la “historia” que ha escrito, a darla por no existente. Que don Quijote se quede allá, enterrado entre los infinitos datos de los manuscritos.

El Amigo, después de darse una palmada en la frente y soltar la carcajada, se larga con una interminable ristra de consejos para resolver el problema, que, dice, no es tal. Sus palabras, aparentemente tranquilizadoras, crean en nosotros nuevos desconciertos. A ratos sugieren que el libro está por escribirse o bien que no está terminado. Le propone al escritor temas a tratar en su obra, temas como “libertad y cautiverio”, “el poder de la muerte”, “la amistad y amor… a los enemigos”, etc. Y luego, con la fórmula si tratáredes de… sugiere otra multitud de temas que se podrían desarrollar en ese futuro libro (pp. 13-18).

¿Futuro? Resulta que el Amigo da muestras de haber leído ya el libro, o sea, que éste ya existe. Dice cosas como “la simple y sencilla historia vuestra” (p. 17), menciona a don Quijote como “luz y espejo de toda la caballería andante” (p. 13), palabras que no aparecen antes en el prólogo y que muestran el conocimiento directo que el Amigo tiene de la obra. Además, alega que, en realidad, “vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquella que vos decís que le falta, porque

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