Kate Brown. Profesora de Ciencia, Tecnología y Sociedad en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), ha recibido numerosos premios por sus libros. A Biography of No Place: from Ethnic Borderland to Soviet Heartland (2004) ganó el Premio George Louis Beer de la Asociación Histórica de los Estados Unidos. Plutopia: Nuclear Families in Atomic Cities and the Great Soviet and American Plutonium Disasters (2013) fue galardonado con los premios Albert J. Beveridge y John H. Dunning de la Asociación Histórica de los Estados Unidos, el Premio George Perkins Marsh de la Sociedad Americana para la Historia del Medio Ambiente, el Premio Ellis W. Hawley de la Organización de Historiadores Americanos, y el Premio Robert G. Athearn de la Asociación de Historia Occidental. Dispatches from Dystopia: Histories of Places not yet Forgotten (2015) fue seleccionado en la lista de «Los mejores libros que leer en 2016» de Atlantic Monthly. En 2015, Brown recibió el Premio de los Regentes de la Universidad de Maryland a la Excelencia en Investigación. En 2017 recibió el Premio de la Academia Americana en Berlín. Es editora consultora de la American Historical Review y trabaja como editora principal de International Labor and Working Class History, y ha publicado artículos en American Historical Review, Chronicle of Higher Education, Kritika, Aeon Magazine, Slate Magazine y The Times Literary Supplement.
Título original: Manual for Survival: A Chernobyl Guide to the Future (2019)
© Del libro: Kate Brown
© De la traducción: David Muñoz Mateos
Edición en ebook: enero de 2020
© Capitán Swing Libros, S. L.
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ISBN: 978-84-192906-8-0
Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz
Composición digital: leerendigital.com
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Manual de supervivencia
«¡Camaradas! Tras el accidente en la central nuclear de Chernóbil hemos analizado minuciosamente la radiactividad de los alimentos que ingerís y del territorio en que residís. Los resultados demuestran que ni adultos ni niños corréis peligro alguno por trabajar y vivir en dicho territorio». Así comenzaba un folleto publicado por el Ministerio de Salud de Ucrania. Era uno de los muchos manuales engañosos que, con aparentes buenas intenciones, subestimaron seriamente las consecuencias de la catástrofe nuclear. Después de 1991, organizaciones internacionales como Cruz Roja o Greenpeace trataron de ayudar a las víctimas, pero se vieron bloqueadas por unas circunstancias políticas postsoviéticas que no entendían. Diplomáticos internacionales y científicos aliados con la industria nuclear evadían o negaban el hecho de que se estaba produciendo un desastre de salud pública a gran escala causado por la exposición a la radiación. El número oficial de muertos oscila entre 31 y 54 personas. En realidad, la exposición a la radiación causó entre 35.000 y 150.000 muertes solo en Ucrania. Ningún estudio internacional midió bien el daño, lo que ocasionó que décadas después los líderes japoneses repitieran muchos de los mismos errores tras el desastre nuclear de Fukushima en 2011.
Índice
Para Marjoleine
Fragmentos de «La búsqueda del desastre» y «Cáncer de tiroides: primera señal de aviso» fueron publicados previamente en Physics World Focus on Nuclear Energy , en 2017.
Fragmentos de «La moradora del pantano» aparecieron por primera vez como «El lugar que teme la mosca de la fruta», en el número de otoño de 2016 del Berlin Journal (n.º 30), editado por la American Academy en Berlín. Se reproducen aquí con su permiso.
Manual para el
superviviente
T res meses después del accidente de Chernóbil, en agosto de 1986, el Ministerio de Salud ucraniano distribuyó cinco mil copias de un folleto informativo dirigido a «residentes de comunidades expuestas al poso radiactivo de la estación atómica de Chernóbil». El folleto interpelaba directamente al lector («vosotros») y comenzaba ofreciendo plenas garantías.
¡Estimados camaradas!
Tras el accidente en la central nuclear de Chernóbil hemos analizado minuciosamente la radiactividad de los alimentos que ingerís y del territorio en que residís. Los resultados demuestran que ni adultos ni niños corréis peligro alguno por trabajar y vivir en dicho territorio. La mayor parte de la radiactividad ha desaparecido. No existen motivos para que dejéis de consumir productos agrícolas locales.
Al pasar de la primera página, sin embargo, los lectores compro baban que el ímpetu de certidumbre perdía fuelle y caía en contradicciones:
Se os ruega que sigáis las siguientes instrucciones:
Evitad las setas y los frutos silvestres recolectados durante el presente año.
Los niños deben evitar el acceso al bosque contiguo al pueblo.
Limitad el consumo de verduras frescas. No consumáis carne o leche de la zona.
Limpiad vuestras casas a fondo regularmente.
Levantad todo el mantillo de tierra de huertos y jardines, y enterradlo en las zanjas preparadas especialmente para ello, lejos de las zonas de residencia.
Es aconsejable deshacerse de las vacas lecheras y quedarse solo con los cerdos.
El folleto es, en realidad, un manual de supervivencia sin precedentes en la historia del hombre. No era la primera vez que un accidente nuclear contaminaba con ceniza radiactiva un territorio habitado, pero nunca antes de Chernóbil un Gobierno estatal tuvo que reconocer públicamente el problema y distribuir un manual de instrucciones para sobrevivir en la nueva realidad posnuclear.
Durante la elaboración de este libro he visto muchos documentales y he leído muchos libros sobre Chernóbil. Todos ellos reproducen un mismo desarrollo narrativo. Tensos segundos transcurren en la sala de control de la central, mientras los operadores toman decisiones erróneas, irreparables. Las penetrantes sirenas de las alarmas dejan paso al chirrido perturbador y tenaz de los medidores de radiación. El protagonismo lo adquieren entonces apuestos varones eslavos de hombros anchos que arriesgan su salud con recia inconsciencia. Fuman cigarrillos, los aplastan y continúan luchando por salvar al mundo de un inédito antagonista radiactivo: el reactor que arde frente a ellos. El drama se desplaza después a los pabellones del hospital, donde esos mismos hombres han quedado reducidos a esqueletos de carne en descomposición. Y justo en el momento en que uno ya ha contemplado suficiente piel ennegrecida y daños intestinales, aparece el narrador para afirmar, como si todo hubiera sido una broma, que, en realidad, las consecuencias del accidente de Chernóbil se han exagerado enormemente.
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