ENTREVISTA
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LOS CÓDIGOS OCULTOS
EMILIO CARRILLO
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A Maepaan-Jecarmamar, en el equilibrio logrado en Cafer.
Por vosotros, compañeros de viaje en la escala de vidas;
en el hoy, que es ayer y mañana.
La muerte es un imposible; un fantasma,
solo eso, de la imaginación humana. La vida es la única realidad.
Y la felicidad, su exclusiva razón de ser. El único pecado, si el pecado
existiera, sería no reconocerse feliz cuando se es.
Los Círculos de la Sabiduría
La novela, como categoría y variedad literaria, desempeña en la actualidad un papel y una función que van mucho más allá de los que tradicionalmente les han sido asignados. Lo ha enunciado muy bien José Saramago, cuando en la presentación en Madrid de su obra de ficción Ensayo sobre la lucidez afirmó que “hoy la novela ha dejado de ser un género para convertirse en un espacio literario en el que cabe la filosofía, el ensayo, la ciencia... todo; como un mar a donde van a dar todos los ríos”.
Son numerosos los ejemplos que confirman lo anterior. Y, desde luego, entre ellos se encuentran, por derecho propio, dos novelas: La lápida templaria (Planeta, 2001) y El Código da Vinci (Umbriel, 2003).
La primera es de un andaluz que firma bajo el curioso seudónimo de Nicholas Wilcox —con el que también ha publicado, en la misma editorial, los tres volúmenes de la denominada Trilogía Templaria— y ha sido una novela muy bien recibida por los lectores españoles. Sus páginas narran un argumento de invención trepidante y lleno de intriga al que sirven de argamasa abundantes datos, reflexiones y cometarios nada ficticios y de claro contenido esotérico, que el autor desparrama por el texto con la maestría con la que el buen cocinero aporta y reparte las especias en la elaboración de sus guisos.
Esquema narrativo y técnica expositiva que también sigue El Código da Vinci, novela del norteamericano Dan Brown que se ha convertido en auténtico best seller a escala mundial, con millones de ejemplares vendidos de una punta a otra del planeta. En ella encontramos, igualmente, una trama ágil e inquietante construida sobre la base de una nutrida batería de saberes mistéricos, coincidentes, en bastantes casos, con los recogidos, precisamente, en La lápida templaria.
De este modo, tanto Brown como Wilcox han contribuido, cada uno por su lado y sin conexión aparente, a la misma tarea de acercar nociones y pensamientos ocultos al gran público, que los engulle cautivado por el interés de las historias en las que los autores han sabido insertarlos. Lo que tiene, sin duda, un enorme mérito, aunque no es menos cierto que, por la misma razón que explica su éxito, se corre el riesgo de que tales conocimientos esotéricos pasen casi desapercibidos para el lector o, cuando menos, sean insuficientemente valorados por éste, diluidos entre los apasionantes personajes y acontecimientos que conforman las obras.
Para clarificar los Conocimiento Secretos que se nos ocultan tras la capa de las letras de las citadas novelas, así como obras recientes de los mismos autores —Ángeles y demonios, de Brown (Umbriel, 2004); Los templarios y La mesa del Rey Salomón, de Wilcox (Martínez Roca, 2004)— el presente texto indaga en lo que bien pueden denominarse los Círculos de la Sabiduría, auténticos ejes y pilares de los conocimientos herméticos de hoy y de siempre y que vertebran los que se enuncian en los dos libros de referencia. Concretamente, tales Círculos son seis, teniendo cada uno el contenido que muy sintéticamente —en los próximos capítulos habrá ocasión de detenerse en ellos y explicarlos con más detalle— se señala a continuación.
Círculo Primero: El origen y la naturaleza mental de cuanto existe
El Círculo Primero descifra y define el origen y la naturaleza del Universo y la totalidad de sus componentes, constatando que el Cosmos entero y cuantas cosas, objetos y seres, de entidad física o espiritual, lo pueblan dimanan de una única realidad, de una Identidad Universal que siempre ha existido y siempre existirá. La sabiduría hermética la denomina Todo, al que describe como una especie de mente infinita, eterna y omnipotente que es sostén de cuanto existe y de la que todo surge a través de un espectacular proceso de creación mental que sigue tres fases: concentración, expansión o explosión mental y absorción (la ciencia actual empieza a balbucear sobre este proceso por medio de la teoría del “big-bang”).
La expansión hace que de la unidad de la mente del Todo fluyan multitud de “individualidades”, porciones de la mente infinita que ostentan igualmente calidad mental y, por ello, son eternas, aunque no sean visibles para el ser humano. También va acompañada de una descomunal onda expansiva mental que se plasma en un enorme campo vibratorio integral. Él es la base del Universo y en su seno nacen y evolucionan los mundos, surgiendo así las “realidades”, de carácter perecedero, que detectan nuestros sentidos.
Dada su esencia efímera, puede afirmarse que la “realidad” verdaderamente “no es” y carece de existencia real, aunque aparentemente la tenga y así lo percibamos. En cambio, la “individualidad”, al ser eterna, sí “es”, aunque por su naturaleza mental no nos percatemos de su existencia, si bien algunos de los signos sutiles de su presencia pueden ser percibidos por el entendimiento. Esta doble verdad sobre lo que “es” y parece no ser y lo que “no es” y parece ser ha sido comprendida por muchos seres humanos desde la antigüedad y es origen de todas las religiones.
Por las características de la expansión y la absorción, las “individualidades” moran en las “realidades”, de modo que hay una “individualidad” subyacente tras la superficie de cada “realidad”, de cada cosa, objeto y modalidad de existencia, material o espiritual, que llenan el Cosmos.
En la fase de absorción, las “individualidades” retornan al Todo, para lo que van cubriendo una cadena de vidas mediante el paso de una “realidad” a otra, cada vez de mayor grado vibratorio. El cuerpo humano es una “realidad” más y una estación de tránsito de las “individualidades”. Nuestro auténtico ser no es la “realidad” física que consideramos como tal, sino la “individualidad” subyacente que en ella mora y que transitará a otra “realidad” tras la muerte de la que ahora ocupa.
Conjunto de discernimientos de elevadísima transcendencia que sirven de telón de fondo a muchos de los argumentos herméticos y reflexiones místicas que Brown y Wilcox vierten en sus novelas, si bien, a diferencia de lo que ocurre con los contenidos de los demás Círculos, no hay pasajes concretos en ellas donde se ofrezcan detalles al respecto
Círculo Segundo: La vibración derivada de la naturaleza mental del Universo y la presencia en cuanto existe de una geometría inmaterial y abstracta
Este Círculo detalla y describe como la explosión a la que se refiere el Círculo Primero hace que se despliegue una gigantesca onda expansiva mental que se plasma en una monumental corriente vibratoria. Se configura, así, un colosal campo vibratorio integral que, como se indicó, es la base del Universo. En él se generan formidables movimientos, interferencias y solapamientos ondulares y gravitatorios de los que surgen los mundos, es decir, las “realidades” que nuestros sentidos físicos conocen y constituyen el Cosmos en toda su belleza y grandiosidad.