La plenitud de
Miguel de Cervantes
Una vida en papel
(1604-1616)
CRÓNICAS DE LA HISTORIA
José Manuel Lucía Megías
La plenitud de
Miguel de Cervantes
Una vida en papel
(1604-1616)
www.edaf.net
MADRID - MÉXICO - BUENOS AIRES - SANTIAGO
2018
ISBN de su edición en papel: 978-84-414-3890-3
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal) © 2019. José Manuel Lucía Megías
Diseño de la cubierta: © Ricardo Sánchez © 2019. Editorial EDAF, S.L.U., Jorge Juan 68. 28009 Madrid (España) www.edaf.net Primera edición en libro electrónico (epub): abril 2019
ISBN: 978-84-414-3943-6 (epub)
Conversión a libro electrónico: Ulzama Digital
A Jean Canavaggio, Antonio Rey Hazas, Krzysztof Sliwa,
Alfredo Alvar, Javier Blasco y Jorge García López,
biógrafos cervantinos de quienes tanto he aprendido.
A Luis Mª Anson, por tanto, por todo.
«¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?»
Carta al lector, Quijote (1615).
«El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan…»
Carta dedicatoria al Conde de Lemos, Persiles (1617).
Prólogo.
Del mito al hombre de papel
L a biografía de Cervantes está plagada de mitos, de leyendas, de lugares comunes. Así desde el siglo xviii y así también en nuestros días. Muchos de estos mitos, leyendas y lugares comunes nacieron de la falta de datos y documentos en sus orígenes, de la necesidad de imponer una determinada imagen sobre la vida de Cervantes para defender la genialidad y la supremacía de su Don Quijote, de esos dos textos escritos con el paréntesis de diez años, que se han convertido, con el paso de los siglos, en una de las obras más compactas y estructuradas de toda la literatura universal. Nada más lejos de la realidad.
Uno de esos mitos tiene que ver con el éxito editorial de su propuesta quijotesca frente al fracaso (total) en su faceta como poeta o como dramaturgo, y su fracaso (parcial) con el resto de sus obras en prosa. Nada que ver con lo que hoy sabemos de la primera difusión de los textos cervantinos. La primera parte del Quijote gozó de un éxito editorial considerable en el año 1605: dos ediciones en Madrid financiadas por Francisco de Robles, otra en Valencia, controlada por el mismo librero, y dos más piratas, salidas de los talleres lisboetas de Jorge Rodriguez y de Pedro Crasbeek… pero habrá que esperar a 1608 para una tercera reedición madrileña, de la que todavía quedaban 145 ejemplares en el inventario de 1623 a la muerte del librero que la impulsó. Peor suerte sufrió la segunda parte del Quijote, impresa en 1615, y que en el citado inventario de 1623, todavía quedaba constancia de 366 ejemplares sin vender. Dejando a un lado, la Galatea , de la que nunca se hizo una segunda edición después de la princeps de 1585 (con 17 ejemplares en la librería de Robles en 1623), y las obras en verso ( Viaje del Parnaso ) o de teatro ( Ocho comedias y ocho entremeses ), lo cierto es que las Novelas ejemplares , con sus ocho reediciones desde 1613 y 1622 (sin ejemplares en la librería de Robles a su muerte), y el Persiles , con sus cinco reediciones en 1617 en cinco ciudades diferentes (París, Barcelona, Valencia, Pamplona, y Lisboa), gozaron de una vida editorial más exitosa en sus primeros años de difusión que las dos partes quijotescas. Todo lo contrario de lo que se ha dicho durante siglos. Los datos, una y otra vez, nos devuelven una realidad biográfica y editorial bien diferente a la que se ha instalado en nuestro imaginario. Este tercer volumen de nuestra biografía viene a mirar, por primera vez, cara a cara al verdadero Cervantes, al verdadero autor de un programa literario que no se agota con el Quijote. Como esta, muchas serán las sorpresas documentales que encontrarás entre sus páginas, lector desocupado.
Pero si hay una imagen romántica que ha terminado por contaminar la imagen biográfica de Miguel de Cervantes, de una persona que vivió más de 68 años en uno de los momentos más fascinantes de los Siglos de Oro, ese momento de cambio de paradigma político, económico y cultural que se fraguó desde mediados del siglo xvi y que dará sus mejores frutos en los primeros decenios del xvii , es la imagen que dibuja a un Cervantes fracasado en su tiempo, que vive a la sombra —con cierta amargura— del éxito de autores como Lope de Vega, pero que, con el tiempo, se ha alzado con el triunfo total en el Parnaso literario gracias a la genialidad de su Don Quijote, que no fue entendido, realmente, entre sus contemporáneos. Y así hasta nuestros días. Esta imagen romántica se consolida en las primeras páginas de las biografías cervantinas inaugurales, las que a finales del siglo xviii llenaron los mitos, las leyendas y los lugares comunes de los primeros documentos, como son la de Vicente de los Ríos (1780) y la de Juan Antonio Pellicer (1797-1798). Y así los primeros biógrafos se empeñaron en rescatar del olvido al escritor Cervantes, al autor del Quijote, que ya triunfaba en Europa, olvidándose del Cervantes hombre, del Cervantes que vivió en ese momento fascinante que fueron los Siglos de Oro.
Con estas palabras comienza Vicente de los Ríos su “Vida de Miguel de Cervantes Saavedra”, en el primer tomo de la edición canónica que imprime Joaquín Ibarra en Madrid, auspiciada por la Real Academia Española en 1780:
Entre los ingenios españoles ninguno merece más aprecio que Miguel de Cervantes Saavedra. Este ilustre escritor digno de mejor siglo, y acreedor a todas las recompensas debidas al valor, a la virtud y al talento, vivió pobre, despreciado y miserable en medio de la misma nación que ilustró en la paz con sus obras, y a cuyas victorias había contribuido con su sangre en la guerra, y murió sin lograr después la fama póstuma que merecía. Destino infeliz y singular aun entre los grandes hombres desgraciados, cuyas cenizas son por lo regular objeto de aplauso y honor, que debía haberse tributado a sus personas.
Desde la atalaya del éxito europeo del Quijote a lo largo y ancho del siglo xviii , se impone esta imagen romántica de un autor que no fue entendido ni apreciado en su tiempo, que lo marginaron sus contemporáneos, pero que, a pesar de ello, es capaz de escribir una obra genial, grandiosa, que ha terminado por iluminar la literatura de los siglos posteriores. Un autor «fracasado» que triunfa en el Parnaso del tiempo, siendo merecedor del mayor de los aprecios, del más grande de los elogios. 65 años que quedan oscurecidos, mediatizados, ensombrecidos por sus escritos publicados en los últimos tres años de su vida, sobre todo por esa segunda parte del Quijote publicada en 1615, la última de las obras que verá en letras de molde el propio Cervantes, que, junto a la primera parte de diez años antes, le dará fama mundial.
La dicotomía «fracaso» en su tiempo y «éxito» en los siglos posteriores ha terminado por imponerse a la hora de comprender a Cervantes, al autor, al hombre en su entorno, en su tiempo. Y para eso, ha sido necesario demostrar, una y otra vez, el «triunfo de su fracaso»: su paso por las tablas de los corrales de comedias como un fracaso frente al triunfo de Lope de Vega; sus miles y miles de versos como simples ensayos pues no gozó de la «gracia» que no quiso darle el cielo, al contrario de otros grandes poetas como el propio Lope de Vega o Luis de Góngora; y por último, sus empeños como escritor de novelas, que siempre quedaron eclipsada y por el éxito fulgurante del Quijote, que no fue realmente ni entendido ni valorado por sus contemporáneos, incapaces de pasar de la primera capa cómica y adentrarse en la profundidad de su sátira, de su crítica a la sociedad de su tiempo, a ese imperio de luz que ha terminado por oscurecerse con el éxito de ese engendro propagandístico que es la «leyenda negra».
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