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Laura Bates - Sexismo cotidiano

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Laura Bates Sexismo cotidiano

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Laura Bates Sexismo cotidiano Prólogo de Sarah Brown Traducción de Lucía - photo 1

Laura Bates

Sexismo cotidiano

Prólogo de Sarah Brown

Traducción de Lucía Barahona

P rólogo Sarah Brown U no de los misterios que trae consigo convertirse en - photo 2

P rólogo

Sarah Brown

U no de los misterios que trae consigo convertirse en padre o madre es la capacidad de madurar y dar marcha atrás al mismo tiempo. Tener hijos saca con fuerza a la luz ideas formativas que llevan largo tiempo dormidas, y obliga a las mujeres a considerar cómo fue su paso de niñas a las mujeres que son. Para mí, la transición hacia la maternidad fue el catalizador que propició un poderosísimo enfrentamiento con mis propias suposiciones, recuerdos, esperanzas y decepciones: con todas y cada una de las partes que me conforman y que han sido profundamente moldeadas por mis experiencias tempranas —y todas las demás ocurridas a lo largo de mi vida— de sexismo cotidiano.

Si quieren entender de lo que hablo, pregunten al niño más cercano que tengan qué quiere ser de mayor. No tiene por qué ser su hijo o su hija, puede ser un primo, un sobrino o sobrina, el hijo de un amigo o el pequeño de los vecinos. Lo más probable es que, si les preguntaran cómo se imaginan su futuro, la respuesta que obtendrían sería una de confianza ilimitada. En nuestra pequeña isla tenemos más de mil aspirantes a Marie Curie dispuestas a curar el cáncer, suficientes Andy Murray a la espera de ganar todos los Wimbledon hasta el fin de los tiempos, así como deseosos y ambiciosos directores generales de LEGO de sobra —hombres y mujeres— como para poner algo nervioso al actual director general con respecto a su futuro a largo plazo. La primera vez que fui testigo de esta autoconfianza sin límites en mis propios hijos, me devolvió a lo que una vez llegué a creer de niña: que realmente no existe nada fuera del alcance de nadie que posea el coraje para intentarlo y la paciencia para ponerlo en práctica.

Los niños, en otras palabras, no son optimistas a pesar de los contratiempos, pues lo cierto es que no entienden que existan tales cosas como las adversidades. La idea de que ciertas cosas —ya sea un Óscar, un oro olímpico o una licenciatura en Oxford— quizá no sean para «gente como nosotros» simplemente no cuadra. Pero entonces algo terrible sucede. Algunos niños aprenden la palabra no . No el no de un progenitor amoroso que introduce límites y evita que sus hijos coman demasiados dulces o que no duerman lo suficiente o salgan disparados hacia alguna carretera o se acerquen mucho a una hoguera, sino el terrible y severo no del «saber cuál es tu lugar». El no que para algunos de nosotros se vuelve más y más ensordecedor con la edad, pero que, como un silbato para perros, parece ser completamente inaudible para otros, que simplemente no responden a él; ni siquiera saben que existe.

Es el no que dice que saltar a la comba es de niñas y que los kits de ciencias son para niños. Es el no que dice que las niñas buenas no hacen tal o cual cosa y que a las niñas que no destaquen más les vale estar atentas si no quieren quedarse para vestir santos. El no que dice que da igual que seas catedrática en Cam bridge, hayas sido condecorada con la Orden del Imperio Británico o tengas tu propia serie en la BBC: seguirás siendo solo un objeto a merced de las valoraciones de jueces cibernéticos que mostrarán mayor interés en tu cuerpo que en tu cerebro.

El efecto más peligroso de este no es que queda tan profundamente interiorizado que empiezas a decírtelo a ti misma en silencio. Te acostumbras hasta tal punto a tener que superar los obstáculos extras que colocan en tu camino que incluso el hecho de pensar el modo de eliminarlos se vuelve una labor demasiado agotadora (y entonces terminas olvidándote incluso de que puedes eliminarlos).

Bien, ya he tenido suficiente de este no . Y lo mismo le ha sucedido a Laura Bates.

El proyecto de Laura, Sexismo Cotidiano, ofrece a las mujeres poder sobre su propio no . El poder para decir no al acoso callejero, a ser discriminadas en el trabajo, a ser tratadas con condescendencia por compañías que están más interesadas en hacer un lavado de imagen que en atender auténticas necesidades de las mujeres.

A través de su activismo en Internet, Laura ya nos ha inspirado a 50.000 de nosotras a #alzarlavoz y a pedir a los hombres que levanten su voz junto a nosotras simplemente tuiteando @EverydaySexism.

Durante mi intervención hace unos años en una conferencia de blogueros, compartí algo de mi propia experiencia como víctima de troles y afirmé que no hay nada más cobarde que un matón con una BlackBerry. Aquello suscitó una respuesta masiva en forma de tuits y posts solidarios con aquellos que se indignaron, pero me doy cuenta de que esto no es nada comparado con lo que está sucediendo ahora. Las activistas que hoy en día operan en Internet reciben comentarios muchísimo peores: amenazas de violación procedentes de personas que deberían llevarse su remordimiento a la tumba. El único consuelo que me llevé de aquel espantoso verano de 2013 fue la cantidad de hombres que se sintieron asqueados al descubrir que esto era algo que sucedía, y cuyo propio feminismo despertó tras echar un breve vistazo a situaciones por las que las mujeres pasamos a diario.

Esto, para mí, es uno de los aspectos más emocionantes de lo que Laura ha hecho con el proyecto Sexismo Cotidiano y está haciendo con este libro. Estas herramientas en ningún caso son veredictos sobre los hombres, sino recursos para hombres que los ayudarán a entender la estructura del patriarcado y que podrán replicar o rechazar en sus propias vidas. La genialidad es que el proyecto también sirve como refugio acogedor, dinámico y luminoso para chicas y mujeres que han sufrido actos cotidianos de despreciable sexismo, que por su propia seguridad se han acostumbrado demasiado a ello y que aprecian la oportunidad de compartir, de decir lo que piensan y de alzar la voz.

Este espíritu de empatía —de ayudarnos entre todos a entender lo que nos ocurre a todas— es lo que otorga a Sexismo Cotidiano su dinamismo, y lo que confío en que inspirará a todos los que ahora tenéis este libro en las manos a tomar medidas en nombre de algunas chicas cuyos nombres nunca sabréis y cuyos rostros nunca veréis.

La primera vez que Laura y yo comenzamos a debatir su proyecto, ella explicó que albergaba la esperanza de que el hecho de ofrecer a las mujeres un lugar donde registrar sus experiencias contribuiría a aumentar su visibilidad y, por tanto, su importancia. Mi propia labor en la cuestión del acceso a la educación de niños que no tuvieron la oportunidad de aprender persigue un objetivo similar: hacer que la emergencia mundial en materia de educación sea igual de visible e importante que catástrofes previas como la esclavitud y el apartheid . Siempre he defendido que hablar fuerte y claro y reunir voces parecidas para amplificar el mensaje funciona, que llega hasta los responsables de la toma de decisiones y los líderes gubernamentales y les exige rendir cuentas. Creo que esto es así porque he visto que da resultados. Todos hemos comprendido que funciona, desde que las mujeres lograron el voto a principios del siglo xx hasta el fin del apartheid en Sudáfrica, pasando por las campañas globales para reducir la deuda de los países del tercer mundo en los últimos años. Era hacia lo que se dirigía Laura al comenzar el proyecto y, a medida que revisa y reconoce anteriores victorias legislativas para el feminismo, subraya la constante y apremiante necesidad de un cambio social y cultural. Laura se refiere a ello como nuestro «propósito colectivo internacional». Un nombre muy bien escogido, en mi opinión.

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