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Nicolás Sartorius - La manipulación del lenguaje

Aquí puedes leer online Nicolás Sartorius - La manipulación del lenguaje texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2018, Editor: Espasa, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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  • Libro:
    La manipulación del lenguaje
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    Espasa
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    2018
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La manipulación del lenguaje: resumen, descripción y anotación

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Con motivo de los últimos acontecimientos políticos en Cataluña, se ha puesto de manifiesto el mal uso del lenguaje y de algunos conceptos acuñados a lo largo de la historia, tanto por los políticos, como por los medios de comunicación o la sociedad en general.
En este libro, Nicolás Sartorius hace una selección de los que para él son los más representativos procedentes de los ámbitos político, social y económico, y los dispone en forma de diccionario, cuyas entradas son en realidad pequeños ensayos certeros, críticos y no exentos de mordacidad y buen humor.
Preso político, democracia, dictadura, Régimen del 78, exiliado político, soberanía, independencia o represión conforman este breve recorrido por la perversión del lenguaje.

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N ICOLÁS S ARTORIUS

L A MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE

Breve diccionario de los engaños

Con motivo de los últimos acontecimientos políticos en Cataluña se ha puesto - photo 8

Con motivo de los últimos acontecimientos políticos en Cataluña, se ha puesto de manifiesto el mal uso del lenguaje y de algunos conceptos acuñados a lo largo de la historia, tanto por los políticos, como por los medios de comunicación o la sociedad en general.

En este libro, Nicolás Sartorius hace una selección de los que para él son los más representativos procedentes de los ámbitos político, social y económico, y los dispone en forma de diccionario, cuyas entradas son en realidad pequeños ensayos certeros, críticos y no exentos de mordacidad y buen humor.

Preso político, democracia, dictadura, Régimen del 78, exiliado político, soberanía, independencia o represión conforman este breve recorrido por la perversión del lenguaje.

A mi hija Natalia, inmanipulable.

E XPOSICIÓN DE MOTIVOS

En los años oscuros de la interminable dictadura del general Franco, cuando estudiaba en la Universidad de Madrid, fui tomando conciencia de que una de las esencias de aquel régimen político liberticida era la mentira sistemática, sin percatarme todavía de lo que aquello tenía de manipulación del lenguaje. Era en el fondo una forma de represión intelectual que tenía por finalidad impedir por todos los medios que se conociera la verdad o, por lo menos, enmascararla u oscurecerla y así lograr un cierto consenso de una parte de la población. Consenso que habían logrado por medio de la persistente repetición de la mentira los sistemas totalitarios de Mussolini y Hitler en Italia y Alemania, Stalin en la Unión Soviética, y algunas democracias en sus políticas de dominación colonial. En la España del «Caudillo» todo fue mucho más cutre, y el sometimiento o aquiescencia mental de la población, bastante menor. Quizá lo anterior se debió a que, en nuestro país, los trabajadores de todas clases de los que hablaba la Constitución de la República intentaron con las armas en la mano evitar que triunfara el fascismo y, aunque al final este se impuso, desde luego no convenció a la mayoría del pueblo español. No sé si Unamuno dijo aquello de «venceréis, pero no convenceréis», pero, en todo caso, es lo que sucedió. Por desgracia, una de las dos Españas le heló el corazón a la otra —como vaticinara don Antonio Machado—, y en este caso pretendió disecar la mente del conjunto de los españoles a través de una inacabable sarta de mentiras, de engaños y de mistificaciones.

Creo que fue uno de los motivos —no el único— que me indujo a resistir contra la dictadura, cuando tomé conciencia de que toda ella estaba sustentada en una inmensa falacia. Me resultaba el colmo de la farsa que aquel dictador, que había fusilado a dios y a su madre, entrara bajo palio en las iglesias, como si fuese el Santísimo Sacramento, y que en las monedas de uso corriente pusiese aquello de «Caudillo de España por la gracia de Dios». En realidad, había sido «caudillo» por mera carambola al estrellarse los dos generales —Sanjurjo y Mola— que le habrían hecho sombra, y no parece plausible que a Dios —si es que existe— le hiciera mucha gracia el holocausto que provocó en la sufrida España.

Por aquel entonces se repetía por todas partes el eslogan de que España era «Una, Grande y Libre». En mi inexperiencia de estudiante, asiduo en lecturas varias, no entendía cómo se podía afirmar que España era «Una», cuando hacía pocos años nos habíamos matado entre españoles, lo que indicaría que, por lo menos, había dos Españas . Lo de «Grande» me resultaba un delirio de «grandeza» —nunca mejor dicho—, pues en mi visión del país se me aparecía una España más bien pequeña, empobrecida, aislada del mundo, en la que hacía poco había contemplado a personas cayendo de hambre en la calle, que usaba la cartilla de racionamiento, donde el estraperlo campaba a sus anchas por las esferas oficiales y donde los taxis y coches —muy pocos— utilizaban el gasógeno para impulsarse. Tanto es así que, poco después, más de un millón de compatriotas tuvieron que abandonar el país para no morirse de asco. Y lo de «Libre» era un sarcasmo, un mofarse y befarse del sufrido personal. No es que aquel régimen hubiera laminado todo rastro de libertad, sino que, además, había intentado organizar la no-libertad, característica específica de las dictaduras fascistas. En este sentido, el embuste y la impostura se llevaban al extremo de que aquel engendro se autocalificaba de «democracia orgánica», cuando era la negación del gobierno político por parte del pueblo, y por lo que hace a «orgánica», nunca he sabido qué querían decir, pues en lo que atañe a la constitución de las corporaciones o entidades colectivas, estaban todas prohibidas. Es posible que se refirieran a eso de «la Familia, el Municipio y el Sindicato».

En fin, las familias ya se sabe lo que son, pero menos conocidas son las funestas características que las adornaban durante el franquismo. Me refiero a que la mujer o esposa era un cero a la izquierda, carecía de los más mínimos derechos, hasta el punto de que no podía viajar sin autorización del padre o marido, ni testar, ni firmar contratos, ni tan siquiera disponer de sus propios bienes privativos. Y qué decir del «Municipio», con los alcaldes nombrados a dedo, los pueblos en manos de los caciques y carentes de los servicios más elementales. Lo del «Sindicato» era realmente asombroso. Ni tan siquiera el general Primo de Rivera había liquidado, durante su dictadura, a los sindicatos de clase. La de Franco hizo algo mucho más expeditivo: puso fuera de la ley a las centrales obreras, se incautó de sus bienes, fusiló, encarceló o exilió a sus afiliados, cuadros o dirigentes, y los sustituyó por lo que llamó el «sindicato vertical». De sindicato, como organización para la defensa de los trabajadores, no tenía ni rastro, y en cuanto a lo de «vertical», supongo que se refería a que estaban mezclados en su interior obreros y patronos —con afiliación obligatoria— bajo un mismo mando político. La Falange siempre fue muy dada al mando, a la jerarquía, a la «verticalidad», cuando, en realidad, a los auténticos sindicalistas los habían colocado en posición «horizontal». Todo esto lo comprendí un poco más tarde, porque en la universidad la primera farsa con la que tuvimos que lidiar los estudiantes fue con el Sindicato Español Universitario (SEU), que, como los otros, ni era sindicato —todo dependía de la «línea de mando»— ni era universitario, pues los estudiantes lo despreciábamos, ni servía para nada. El enfrentamiento con el mentado SEU, en febrero de 1956, fue uno de los episodios más significativos de la lucha contra la dictadura.

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