© Andrés Ortega, 2014.
© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2014.
Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
Composición digital: Newcomlab, S.L.L.
Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.
EL ARTE DE LA CONVERSACIÓN
Existe una idea relativamente extendida según la cual España sufre de sobrediagnosis. Sin embargo, si no se va a la raíz de los problemas, a un enfoque radical, fallará no solo el diagnóstico, sino, lo que es peor, las terapias. En un tema tan complejo como el de la recomposición, la reconfiguración, de nuestra democracia —entendida en un sentido amplio—, hay que hacer participar al conjunto de la ciudadanía, además de a los especialistas. Un reto así no se puede agotar en un libro.
Las siguientes páginas son el resultado de una serie de reflexiones propias, y otras superpuestas, a partir de conversaciones que fueron contrastadas con análisis, ideas y datos. Para empezar, participaron en ellas su autor y Argelia Queralt Jiménez, Juan Rodríguez Teruel, Edgar Rovira Sebastià y Marc López Plana, promotores de Agenda Pública. Esta última es mucho más que un blog; supone un medio de análisis y reflexión política, un espacio de argumentación para un debate público con contexto, rigor, sentido y valoración crítica, tanto en castellano como en inglés, pues este debate no puede reducirse al limitado marco español. Sin tener en cuenta nuestras circunstancias europea y global nuestros problemas no se entenderán ni se resolverán. Debemos explicar además nuestro quehacer como país, fuera de nuestras fronteras, a aquellos que influyen en lo que pasa dentro de ellas.
Este trabajo también ha sido fruto del diálogo entre tres generaciones: la de la Transición de 1975, el año de la muerte de Franco; la de la postransición, que podemos ubicar en el año 1989, y que ha venido marcada por el fin de la Guerra Fría y por la globalización; y la posterior, de 2004, que eclosionó en primer lugar con los atentados del 11-S de 2001, en Nueva York y Washington, y los del 11-M de 2004 en Madrid, así como con la crisis que comenzó en 2007-2008. Evidentemente, las sensibilidades son diferentes, como lo es la altura de los tiempos desde la que se mira la España de hoy, de ayer y de mañana.
Asimismo, es fruto de una conversación entre Madrid y Barcelona, un diálogo que extenderemos a lo largo y ancho de una España que ha cambiado profundamente, y que ha de pensarse en red, y no ya de forma radial o desde la contraposición entre centro y periferia.
Es también una conversación sobre política y sobre políticas, desde el centro izquierda hasta el centro derecha, en una España necesitada de proyecto de país, de pactos y de una liberación de energía para lograrlo. La política de la destrucción del otro practicada por los dos principales partidos y a la que han contribuido en exceso los medios de comunicación no ha generado una cultura de la conversación entre aquellos que piensan de modos diferentes pero que han de llegar, más que a consensos —término en exceso manido—, a compromisos en las formas de organizarnos política y socialmente para sacar este país adelante. Ante un incremento de la fragmentación política, en un futuro no lejano, surge una necesidad aún más perentoria de diálogo entre el centro derecha y el centro izquierda, un diálogo al que sin duda contribuirá Agenda Pública. De hecho, puede que haya posibilidades de acuerdo sobre una agenda de regeneración democrática en la que está trabajando el gobierno —que implicará cambios en una quincena de leyes—, buscando un acuerdo sobre ella con PSOE, CiU, PNV y otros partidos. Al menos la idea de que es necesaria tal regeneración está penetrando, aunque las medidas al respecto sean insuficientes. Y no cabe descartar la perspectiva de un gobierno de coalición PP-PSOE, o de integración nacional con otros partidos, tras las próximas elecciones generales, lo que debería afilar las mentes y las disposiciones a este respecto.
No se trata en estas páginas de alcanzar un programa o un listado de cosas pendientes, sino de enriquecer el análisis y los argumentos. En este sentido, estamos agradecidos a todos los que han hecho valiosas aportaciones en diversas partes y fases de este libro, con sus conocimientos, experiencias y valoraciones: Carlos Alonso Zaldívar (ingeniero y diplomático), Jordi Domènech (economista), José Antonio Gómez Yáñez (sociólogo), Francisco Longo (especialista en gestión pública), Ferran Martínez i Coma (politólogo), José Saturnino Martínez (sociólogo), Ignacio Molina (politólogo), Ángel Pascual-Ramsay (economista), Joan Queralt (jurista), Marta Romero (socióloga), Fernando Vallespín (politólogo), José Miguel Vidal (jurista) y José Antonio Zapatero (inspector de trabajo), además de otros que, por ser funcionarios en activo, han preferido guardar el anonimato. A todos ellos les debemos mucho, aunque del resultado final de este libro y de los análisis y opiniones que en él se expresan somos los únicos responsables. Estamos también agradecidos a Jaume Collboni, que apoyó este proyecto desde un principio, así como a RBA, y en particular a Ricardo Rodrigo y Joaquim Palau, quienes lo acogieron con entusiasmo, y a Anna Gónzalez y el equipo de realización editorial, que tanto han ayudado en la edición del texto.
Queremos que este sea un libro que genere un debate en vivo, en Internet y otros foros, a fin de tender puentes. La conversación se ampliará. La mantendremos abierta.
RECOMPONER LA DEMOCRACIA
LA URGENCIA DE UNA NUEVA POLÍTICA
«En épocas críticas puede una generación condenarse a histórica esterilidad —reflexionaba José Ortega y Gasset en el año 1914—, por no haber tenido el valor de licenciar las palabras recibidas, los credos agónicos, y hacer en su lugar la enérgica afirmación de sus propios, nuevos sentimientos. Como cada individuo, cada generación, si quiere ser útil a la humanidad, ha de comenzar por ser fiel a sí misma».
Mucho se invoca a Ortega y Gasset en estos días. No solo porque el filósofo fuera a la raíz de las cosas, sino porque estamos ante un nuevo cambio de época. Y porque están reapareciendo algunos de los sempiternos problemas de España que ya creíamos superados, aquellos que la Transición no logró resolver y se han reproducido. Sin embargo, que debamos releer ese y otros textos instructivos de su época, en España y en toda Europa, no significa que hayamos vuelto a 1914 y al distanciamiento entre una España «oficial» y otra «vital». La actual España, esta Europa y el mundo de hoy son muy diferentes. No obstante, se vuelve a plantear la necesidad de una transformación del sistema político, de una nueva política, casi cabría decir que de un cambio de régimen si este término no tuviera las connotaciones sombrías del franquismo. Si de algo ha de servir la advertencia de 1914 —ante una restauración canovista que no supo renovarse—, es para acelerar el cambio, y no tener que esperar otra larga agonía de lustros o décadas para resolver situaciones.
No estamos en 1914, y renovar la democracia no es lo mismo que reformar el sistema de la Restauración, y lo que vino después, incluida una guerra civil, el franquismo y sus secuelas, agravantes de algunos de los anteriores males de España. El desarrollo de la democracia ha sido un éxito, pero hay que constatar, con pesadumbre, como decía Ortega y Gasset, entonces a sus 31 años de edad, que «las nuevas generaciones advierten que son extrañas totalmente a los principios, a los usos, a las ideas y hasta al vocabulario de los que hoy rigen los organismos oficiales de la vida española. ¿Con qué derecho se va a pedir que lleven, que traspasen su energía, mucha o poca, a esos odres tan caducos, si es imposible toda comunidad de transmisión, si es imposible toda inteligencia?». Concluía así: «La nueva política tiene que ser toda una actitud histórica». Y de eso se trata, de adoptar una actitud histórica.