La leyenda negra que condujo a la subordinación social y cultural de Hispanoamérica y de España durante siglos, y que las ha llevado a no reconocer su enorme y rico legado, ha sido la obra más genial del marketing político británico, estadounidense y, curiosamente, soviético. Esta monumental obra rebate, uno por uno, todos los clichés creados durante generaciones y demuestra que nada separa a España de América, ni a América de España, salvo la mentira y la falsificación de la historia, y lo hace desde diferentes perspectivas y valiéndose de múltiples referencias como la literatura o el cine.
A Alfonso Guerra, María Elvira Roca Barea, Aquilino Duque,
Frigdiano Álvaro Durántez Prados, Santiago Armesilla,
Javier Portella y a todos los españoles que se atrevieron
a enfrentar la leyenda negra.
A la memoria de José Enrique Rodó, Manuel Gálvez,
José Vasconcelos, Manuel Baldomero Ugarte, Rufino Blanco Fombona,
Vicente Sierra, Jorge Abelardo Ramos y Juan José Hernández Arregui,
que lucharon hasta el final de sus días contra
la falsificación de la historia de Hispanoamérica.
A la memoria de doña Ricarda Marcos de Martín, mi «abuela»
castellana, que me quiso como a uno de sus propios nietos.
A mis maestros Luis D’Aloisio, Helio Jaguaribe
y Alberto Methol Ferré.
A mi amigo Javier Riera, quien me brindó la oportunidad
de convertirme en escritor.
A mi amigo Roberto Vitali por su invalorable ayuda en
la corrección de este libro.
A mis hijos, Juan Carlos, María Inés y Antonio,
a los que amo profundamente.
A Inés, de quien me enamoré en Granada y con quien quiero
caminar de la mano hasta el final de nuestros días.
Pido a los Santos del Cielo
que ayuden mi pensamiento:
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.
J OSÉ H ERNÁNDEZ, El gaucho Martín Fierro
Solo es libre el hombre que no tiene miedo.
F RASE ATRIBUIDA A LOS T ERCIOS
¿Callaremos ahora, para llorar después?
R UBÉN D ARÍO
P RÓLOGO
Madre patria es un viaje hacia el pasado, hacia un momento decisivo de la historia de todos los países hispanohablantes: el momento del descubrimiento, la conquista y el poblamiento de América.
Es un viaje hacia las fuentes históricas que no pueden disociarse del poder de la cultura en la lucha que las grandes potencias han realizado en todos los tiempos.
En esas luchas las potencias que se enfrentaban a España utilizaron la deformación de la historia como método de denigración de España y de los españoles, creando una visión nefasta de la actuación española y difundiendo lo que se conoce como la leyenda negra.
Una leyenda negra es una elaborada operación para lograr la imagen distorsionada de un país, con el objetivo de perjudicar los intereses del país denigrado y obtener beneficios para aquellos que ponen en marcha la manipulación. En verdad, es la exacerbación de un nacionalismo que para avanzar sobre otros países lanza a la opinión pública una especie fabulada entre otros datos reales.
Aquella escaramuza no es una excepción en la historia, en cada momento se ha producido una propaganda negativa contra el país dominante. Lo que diferencia a la leyenda negra española es que, lejos de ser combatida por las víctimas de la desinformación, fue asumida, interiorizada, por ellas, hasta con un cierto placer morboso. Quinientos años después no son pocos los españoles, incluso algunas instituciones públicas, que mantienen una posición que da carta de veracidad a las graves falsedades difundidas por los que se oponían a España hace ya cinco siglos.
Es deslumbrante —y muy eficaz para luchar contra las mentiras sobre España— que haya de ser un español de América, el profesor Marcelo Gullo Omodeo, quien asuma la defensa de la acción española en la América hispana.
El autor rinde un tributo excepcional a la verdad histórica con argumentos que se sostienen sobre las posiciones de especialistas y protagonistas históricos de toda clase y condición, desde el marxismo al peronismo, sin olvidar a los liberales. Gullo Omodeo expone con claridad y precisión sus razones para desmontar la leyenda negra y las apuntala con testimonios directos de personajes que representan un amplio arco ideológico, lo que dota de mayor legitimidad a la ganada por sí mismo con sus certeras aseveraciones.
El profesor no ha escrito solo un libro de historia, sino que sabe ligar los acontecimientos del momento actual con los hechos históricos, mostrando cómo la leyenda negra tuvo consecuencias que llegan hasta nuestros días. Un ejemplo claro está en la hispanofobia que sienten hoy los dirigentes políticos nacionalistas de Cataluña, que solo se puede explicar porque siguen enganchados a la leyenda negra y buscan cualquier señal para oponerse a España y ¡a su lengua!
También ha tomado una decisión heroica: luchar contra «el núcleo duro de la subordinación cultural que sufrimos desde hace más de doscientos años». Y la califico de heroica porque no son muchos los españoles dispuestos a dar esa batalla por la verdad.
El autor nos narra, con sencillez y precisión, la excepción que representó España al cuestionarse a sí misma la legalidad de la conquista. El emperador Carlos V solicitó la opinión de los estudiosos y los filósofos más importantes del momento, convirtiendo la conquista en una hazaña militar, sí, pero también en un intento de hacer prevalecer la justicia, precisamente en una época brutal y sanguinaria.
En Salamanca, y a tenor del cuestionamiento de la conquista, nacerá el Derecho Internacional y la teoría de los derechos humanos, instrumentos muy valiosos, sobre todo a partir de que el imperialismo inglés convirtiera la riqueza y el poder en la medida de todas las cosas sin ningún principio moral que pueda frenar ambas ambiciones. Y así hasta hoy.
Marcelo Gullo Omodeo parte de un principio elemental, pero que no siempre es respetado al analizar los hechos históricos: no se puede juzgar el pasado con los valores políticos y morales que se han desarrollado en épocas posteriores. No es admisible el presentismo, el juicio a los que actuaron en circunstancias muy diferentes de las actuales con los criterios dominantes cuando se emite el juicio; eso sería juego turbio.