1. El camino a la extinción está sembrado de buenas intenciones
El camino a la extinción está sembrado
de buenas intenciones
Hace alrededor de medio millón de años, un clan de personas vivía en algunos de los valles del norte de España, cerca de la actual ciudad catedralicia de Burgos. A todos los efectos, eran reconociblemente humanos. Eran inteligentes, altos y bien constituidos: su estatura promedio era de 1,75 metros, pesaban unos 95 kilogramos, tenían un cerebro de tamaño comparable al nuestro, vivían en grupos sociales y probablemente podían hablar. Más de 5000 fósiles humanos, pertenecientes al menos a 28 individuos, se han recolectado en la actualidad en la Sima de los Huesos, un pozo situado dentro de una cueva en las colinas de Atapuerca, y se estima que representan el 90 por 100 de todos los fósiles humanos conocidos de este período (Figura 3).
¿Cómo llegaron allí los huesos? Es ésta una pregunta que sigue encerrada en la incertidumbre y, como tantos enigmas de la prehistoria, envuelta en la controversia. Un grupo de científicos que trabaja allí cree que el gran número de fósiles humanos, prácticamente en ausencia de otros restos animales excepto del oso de las cavernas, es una prueba de que éste no era un lugar en el que las gentes se refugiaran y aportaran los animales que habían cazado. Era, por el contrario, un lugar en el que enterraban a sus muertos, prueba de la complejidad de su comportamiento y del conocimiento de sí mismos. El descubrimiento, en 1998, de un hacha de mano hermosamente tallada entre los restos humanos añadió supuestamente peso al argumento, pues sugería que éste era un utensilio especial que había formado parte del ritual de enterramiento. Era el único utensilio que se encontró en la Sima, y estaba hecho de una cuarcita roja desconocida en las cuevas de la región. Los descubridores la llamaron Excalibur. Para mí, la lógica que hay detrás de la afirmación revela la medida en la que algunos científicos se hallan preparados para fantasear y engañarse, cuando todo lo que tienen son atisbos de lo que debió de haber sido un pasado complejo. ¿Podemos sentirnos cómodos con la idea de que un único utensilio lítico nos dice realmente mucho acerca del modo de vida de un grupo de personas que vivieron en un momento tan alejado en el tiempo?
Otros investigadores no estaban convencidos de que éste fuera un lugar de enterramiento, y aducían que muchos huesos tenían las marcas de los dientes de animales carnívoros que pudieron haber arrastrado los cadáveres desde el exterior al refugio del pozo. No sé cuál fue la causa de la acumulación de fósiles en la Sima, pero estoy agradecido a que la suerte conservara esta magnífica colección durante el siguiente medio millón de años, aproximadamente, lo que nos ha permitido la posibilidad de discutir acerca de la manera en que llegaron allí.
En el capítulo anterior, hicimos una pausa hace unos 9 millones de años, cuando los simios lograban sobrevivir en las selvas tropicales que quedaban. He empezado este capítulo ocho millones y medio de años después, con criaturas visiblemente humanas. Antes de dedicarme demasiado a estas gentes, me gustaría hacer una expedición rápida, en este capítulo y el siguiente, hacia los ocho millones de años, aproximadamente, que median entre las dos fechas, para conseguir una cierta idea de la manera en que las gentes de la Sima de los Huesos llegaron allí, para empezar.
Cada vez que la literatura científica publica un nuevo simio, protohumano o humano fósiles, la imagen de nuestra evolución parece hacerse mucho más compleja y difícil de entender. Ello se debe a que sólo tenemos unos cuantos especímenes disponibles para su estudio, por lo general incompletos, y ello lleva inevitablemente a mucha especulación acerca de sus interrelaciones. Es como pretender saber qué aspecto tiene un rompecabezas de 10 000 piezas a partir de sólo 100 de éstas. A menudo terminamos con pintorescos árboles evolutivos que de alguna manera conectan a los diferentes fósiles directamente hasta nosotros. Después estas interpretaciones son acogidas por los medios populares y se abren camino a revistas y documentales televisivos como si fueran hechos incontestables.
FIGURA 3. Excavando un cráneo de Homo heidelbergensis en la Sima de los Huesos, Atapuerca (España). (Crédito fotográfico: Javier Trueba/Madrid Scientific Films).
La muestra de la Sima de los Huesos es insólitamente grande y nos permite tener un asidero sobre la gama de variación entre gentes que vivieron hace mucho tiempo. No tenemos nada comparable entre hace 9 millones de años y la Sima de los Huesos, de manera que nuestra reconstrucción de los acontecimientos ha de ser tentativa y cautelosa. En lugar de implicarme demasiado en una discusión acerca de qué fósil puede ser el candidato más probable para ser nuestro antepasado, identificaré en cambio las especies de humanos y protohumanos en amplias categorías y períodos de tiempo. Todo el período puede clasificarse convenientemente en tres bloques que corresponden claramente a zonas geológicas temporales: el Mioceno tardío, hace entre 11,6 y 5,33 millones de años; el Plioceno, hace entre 5,33 y 1,8 millones de años, y el Pleistoceno temprano a medio, hace entre 1,8 y 0,5 millones de años (Tabla 1).
El período entre 11,6 y 5,33 millones de años antes del presente es importante porque fue la época en que nuestro vástago de la familia de los simios empezó a desgajarse de las ramas que llevarían en la dirección del gorila y de los chimpancés. Ya nos habíamos separado del lado de la familia correspondiente al orangután, que por aquel entonces había seguido su rumbo evolutivo propio e independiente en las selvas del Sureste asiático, y el clan del gorila era el siguiente que se desgajaría. Aunque estimaciones más recientes han situado la divergencia gorila-humano hace unos 8 millones de años, tal como vimos en el capítulo anterior, dientes fosilizados de un gorila primitivo, datado hace unos 10 millones de años, se han descubierto recientemente en Etiopía. Si más pruebas confirman este hallazgo, ello significará que el linaje del gorila pudo haberse separado mucho antes de lo que anteriormente se suponía, y probablemente hace unos 11 millones de años.
TABLA 1. Especies actualmente identificadas de protohumanos con la duración temporal aproximada y su distribución geográfica. (Esta tabla incluye un antepasado hipotético del hombre de Flores y sitúa en el género Homo, a título de ensayo, al Hombre hábil, al Hombre del Lago Rodolfo y al Hombre de Georgia).
Las estimaciones más recientes de la divergencia chimpancé-humano la sitúan a menos de 5 millones de años antes del presente, y algunos la ponen más cerca, a 4 millones de años. Una característica de la división es que parece haber tardado mucho en completarse, hasta 4 millones de años, y ello ha llevado a la controvertida hipótesis de que algún tiempo después de la separación inicial, los linajes humano y del chimpancé mezclaron sus genes para volver a separarse algún tiempo después. La explicación alternativa más sencilla parece ser que había una gran población ancestral, que pudo haber sido de alrededor de 50 000-75 000 individuos, que se dividió lentamente en dos.
Los genes de los simios actuales y de los humanos, a pesar de las imperfecciones de la ciencia, nos dicen que la primera división entre los simios antiguos separó el linaje del orangután, y esto ocurrió antes de hace 9 millones de años. Después vino el linaje del gorila, que probablemente se desgajó hace unos 8 millones de años, aunque fósiles recientes parecen sugerir que pudo haber sido antes de lo que previamente se creía. Finalmente llegó la separación humano-chimpancé, que tuvo lugar en algún momento alrededor de la marca de los 5 millones de años. De modo que parece que ocurrieron cosas importantes en el primero de nuestros tres períodos, pero ¿existe algún fósil que pueda clarificar un poco más el panorama?