Clive Finlayson
El neandertal
inteligente
Arte rupestre, captura de aves y revolución cognitiva
Edición de The Smart Neanderthal, © Oxford University Press 2019
© Clive Finlayson , 2020
© Editorial Almuzara, s.l. , 2020
© de las ilustraciones:
Clive Finlayson Fig: 1, 3; Ilustraciones: 5,7,8.
Stewart Finlayson Fig: 2, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13; Ilustraciones: 1, 2, 3, 4, 6.
Fran Giles, Museo de Gibraltar: fig. 4.
© de la traducción: Ignacio Alonso Blanco
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Editorial Almuzara
Colección historia • Huellas del Pasado
Director Editorial: Antonio Cuesta
Edición de Ana Cabello
Ebook de R. Joaquín Jiménez R.
www.editorialalmuzara.com
@AlmuzaraLibros
ISBN: 978-84-18346-53-8
Para Geraldine y Stewart, compañeros de viaje en este camino de descubrimiento.
Prólogo
Este libro combina mis dos pasiones científicas: el estudio de las aves y de los neandertales. Primero fueron los pájaros, y sucedió durante mi infancia; debo agradecer a mi difunto padre que me mostrase este mundo tan particular por el que sintió tanta pasión. Fue a través de las aves como me introduje en los campos de la biogeografía y la ecología evolutiva, los cuales son ahora mis principales áreas de investigación. Creo que era muy joven cuando comencé; no estoy seguro de a qué edad, pero a los once años ya había puesto por escrito mis primeras observaciones, así que tuvo que ser cierto tiempo antes.
Si bien es cierto que mi interés formal por estos humanos primitivos comenzó en 1989 con la visita de Chris Stringer y Andy Currant, del Museo de Historia Natural de Londres, a Gibraltar en busca de neandertales, mi enorme curiosidad por los descubrimientos del matrimonio Leakey en África Oriental se remonta a mis días de escuela. Estas dos pasiones conspiraron para traerme a donde estoy ahora.
Llevé a Chris y Andy a la cueva de Gorham, pues era un lugar que conocía bien gracias a mi estudio de los aviones roqueros que lo utilizaban como dormidero cada invierno. Recuerdo estar en esas grutas acompañado por Geraldine (con quien me casaría tiempo después) cazando aves para su estudio, discutiendo acerca de quién podría haber vivido en aquellas espectaculares cavernas y qué aspecto habrían tenido. Entonces ya sabíamos de ciertos trabajos arqueológicos realizados durante la década de 1950 y que los hombres de Neandertal habían habitado la cueva, pero eso era todo.
Tras unos cuantos años de trabajo en esas cavernas, treinta para Geraldine y para mí, fue inevitable que las aves y los neandertales se cruzasen. Al comenzar, ¿quién podría haber imaginado que encontraríamos pruebas directas de explotaciones avícolas neandertales, y no solo con fines alimenticios, sino también para el aprovechamiento de sus plumas? Los pájaros nos proporcionaron mucha más información. Geraldine dedicó su tesis doctoral a describir en detalle el paisaje vital de los neandertales gracias a la información proporcionada por las aves.
Nuestro hijo Stewart tenía ocho años cuando bajó por primera vez a la cueva. Buenas temporadas de su infancia las pasó con nosotros en el Parque Nacional de Doñana, en el suroeste español, mientras Geraldine tomaba minuciosas notas para documentar su investigación acerca de las aves y los habitantes de la caverna. Allí aprendió el oficio y, a través de mí, cayó cautivo de la pasión de su abuelo por los pájaros. Ahora trabaja en su propia tesis doctoral dedicada a las aves y los neandertales, investigando cómo los humanos interactuaban con los pájaros y qué nos pueden decir estos animales acerca de la ecología de estos hombres primitivos y sus respuestas al clima. Lo cierto es que no podría haber escrito este libro sin las enormes contribuciones de Geraldine y Stewart. Son los coautores en la sombra.
Muchas personas contribuyeron con su esfuerzo al trabajo en la cueva, pero cinco de ellas son fundamentales para la historia que voy a narrar en este libro. Ellas son Ruth Blasco, Gary Bortolotti, Juan José Negro, Antonio Sánchez Marco y Jordi Rosell. Los presentaré en diferentes momentos a lo largo de la obra.
Este libro relata cómo descubrimos la relación existente entre los neandertales y las aves. La historia aún no está completa, pero sabemos lo suficiente para afirmar que así es como la entendemos hoy. El trabajo de Stewart nos proporcionará nuevos destellos del mundo neandertal, y no me cabe duda de que otros lo seguirán. El vínculo entre los hombres primitivos y las aves no es un asunto trivial; nos habla de habilidades y capacidades. Todos aquellos que han intentado definir el comportamiento del humano moderno relegando siempre a los neandertales a un mundo de primitivismo arcaico ahora tendrán que revisar su indefendible postura.
Nos encontramos en el estadio más importante del entendimiento de los orígenes y la evolución humana desde que comenzase su estudio. Gracias a la poderosa herramienta que nos proporciona el análisis del ADN primitivo hemos descubierto que la línea divisoria entre el hombre de Neandertal y el hombre moderno, tan clara al comenzar el proyecto, se ha roto. Hemos encontrado otros linajes humanos, como los denisovanos, descubiertos gracias a unos fragmentos de hueso tan insignificantes que jamás habríamos podido reconocer sus características anatómicas solo por su aspecto. Estamos redefiniendo a los neandertales y averiguando, durante este proceso, quiénes somos y de dónde venimos. No se trata de algo tan simple como la salida de África, con la que crecimos, ni sucedió nada tan simple como una «revolución cognitiva». Durante este viaje de redescubrimiento nos ha quedado muy claro que los neandertales, menuda ironía, tuvieron un importante impacto en quienes somos ahora.
Capítulo 1
Nana y Flint
Era como si se hubiese adelantado la Navidad. Bajaron la enorme caja del camión con la ayuda de una pequeña carretilla elevadora, despacio. No podía emplearse nada de mayor tamaño en las estrechas calles de la ciudad. La carretilla elevadora llegó a la puerta del Museo de Gibraltar y no pasó de ahí. El operario de la máquina depositó la caja en el suelo; después hubo que manipularla a mano a través de la entrada y bajar tres escalones antes de colocarla en un lugar recién preparado para su exhibición. Era pesada e hicieron falta cuatro individuos para llevarla poco a poco a su nuevo hogar. La operación completa solo duró una hora, pero nos pareció una eternidad.
Éramos unos diez los allí reunidos con el objetivo de llevar a cabo la operación descrita, y una vez concluida nos quedamos mirándonos expectantes unos a otros, y a la caja. Mi esposa, Geraldine, y mi hijo, Stewart, ambos científicos, cruzaron una mirada y luego me observaron aguardando la señal que tanto tiempo llevaban esperando. Stewart se puso al mando y comenzó el cuidadoso desmantelamiento del cajón. Se quitaron los paneles de madera para dejar a la vista un voluminoso paquete envuelto en film alveolar y otros materiales protectores. El paquete llegaba directamente de los neandertales y no se podía correr el riesgo de que sufriese ningún daño. Para nosotros solo implicaba un pequeño retraso acabar de destapar aquello que tanto habíamos anhelado ver.
Al final las vimos todos al mismo tiempo. Dos maravillosas estatuas de neandertales esculpidas a tamaño real. Stewart se inclinó, miró a una de esas criaturas a los ojos y pareció que ella le devolvía la mirada; por fortuna, me las arreglé para fotografiar ese momento mágico que permanecerá conmigo para siempre (Figura 1).