Apéndice
EL ESPIRITU LIBRE EN LA INGLATERRA
DE CROMWELL: LOS «RANTERS» Y SU LITERATURA
Se ha sostenido muy a menudo que no podemos saber nada acerca de las verdaderas creencias de la Fraternidad del Espíritu Libre, o Libertinos Espirituales, puesto que la información que sobre ellos disponemos proviene de sus adversarios. ¿Se consideraron realmente los adeptos del Libre Espíritu seres divinos? ¿Sostuvieron verdaderamente que podían incurrir en asesinato, robo y fornicación, sin pecar? ¿O estaban, más bien, ensayando simplemente aquella forma pasiva de misticismo que más tarde sería conocida con el nombre de quietismo? ¿Podemos aclarar si se trata de calumnias conscientes o inconscientes aquellas escandalosas historias que sobre ellos se cuentan?
Los elementos de juicio que ofrecemos en los capítulos 8 y 9 del presente estudio contribuyen en gran medida a despejar dichas dudas. Pero queda en pie el hecho de que las acusaciones formuladas contra estos sectarios no pueden ser contrastadas detalladamente con sus propios escritos. Para obtener algunos datos es necesario que examinemos el breve pero agitado resurgimiento del Libre Espíritu en Inglaterra después de la Guerra Civil. Al igual que los de sus predecesores, los escritos de los adeptos ingleses —que fueron conocidos como los ranters [energúmenos]— fueron condenados a la hoguera. Pero resulta mucho más difícil hacer desaparecer la edición íntegra de un libro impreso que unos cuantos manuscritos; es así como han sobrevivido algunos ejemplares de los tratados ranter que se dieron por perdidos. Estas obras, que no se han reimpreso desde entonces, resultan ser de enorme interés. Como documentos históricos contribuyen a aclarar muchas dudas, entre ellas, que el Espíritu Libre fue exactamente lo que se dijo que había sido: un sistema de emancipación total que en la práctica podía conducir al antinomismo y, muy particularmente, a un erotismo anárquico; fue también a menudo una doctrina social que denunció la institución de la propiedad privada y persiguió su abolición. Pero el interés de la literatura ranter no es solamente histórico. Si las idiosincrasias estilísticas de Abiezer Coppe son lo suficientemente fuertes y vistosas como para depararle un lugar honorable en la galería de los excéntricos literarios, también Joseph Salmón merece seguramente reconocimiento como escritor de verdadero poder poético.
8. Los ranters vistos por sus contemporáneos. Este tosco pero curioso grabado parece mostrar que la afición a fumar era también, lo mismo que el «amor libre», una expresión de antinomismo.
Gracias a la ingente investigación sobre la vida social y religiosa de la Inglaterra de Cromwell, no existe falta de información respecto al medio en que florecieron los ranters. Es bien sabido que antes y después de la Guerra Civil, la excitación religiosa fue grande tanto entre el ejército como entre los civiles y que ni la iglesia episcopaliana ni la presbiteriana fueron capaces de canalizar la corriente mística de los laicos. Muchos creyeron que habían llegado los tiempos en que Dios estaba dispensando su espíritu. Los éxtasis eran algo cotidiano, las profecías se sucedían unas tras otras, las esperanzas milenaristas estaban muy difundidas entre la población. Cromwell mismo, especialmente antes de llegar al poder, estuvo impulsado por dichas esperanzas; miles de soldados del Ejército del Nuevo Cuño, y otros tantos miles de artesanos de Londres y de otros pueblos, vivían en constante expectativa de que por intermedio de la violencia de la Guerra Civil se establecería en Inglaterra el Reino de los Santos, descendiendo Jesucristo para reinar en él.
La excitación fue mucho más exuberante durante el período de inestabilidad e incertidumbre política que siguió a la ejecución del rey y que duró hasta el establecimiento del Protectorado. En 1649-50, Gerrard Winstanley se sintió movido por iluminaciones sobrenaturales a fundar la célebre comunidad de los diggers [cavadores] cerca de Cobham, en Surrey. Convencido de que el mundo «estaba consumiéndose como pergamino en el fuego, y deteriorándose», Winstanley pretendió hacer retornar a la humanidad a su «estado virgen», milenarismo primitivo en el que la propiedad privada, las distinciones de clase y la autoridad humana no tendrían lugar. Al mismo tiempo, se multiplicaban los grupos de entusiastas religiosos. Como destacaba un folletista en 1651: «no es obra nueva para Satanás diseminar herejías y criar herejes, pero nunca se dieron tanto como en estos últimos tiempos: antes se las examinaba una a una, pero ahora brotan en tropel y enjambres (como langostas del pozo sin fondo). Ahora llegan zumbando sobre nosotros, pululantes, como las orugas de Egipto». La herejía que este escritor tenía in mente era la de los ranters. Estas gentes, que eran también conocidas como «obtenedores supremos» o «maestros superiores», se hicieron muy numerosas alrededor de 1650. Algunos podían encontrarse en el ejército —se sabe de oficiales que fueron degradados y azotados en público y de un soldado azotado por toda la ciudad de Londres por ser ranter. Había también grupos de ranters esparcidos en todo el país. Sobre todo, abundaban en Londres, donde sumaban muchos miles.
Los primeros cuáqueros —George Fox, James Nayler y sus adherentes— estuvieron en contacto con los ranters. Los observadores hostiles, como los episcopalianos y presbiterianos, estuvieron muchas veces a punto de identificar a los cuáqueros con los ranters porque ambos despreciaban de la misma manera las formas exteriores de culto, concibiendo la religión verdadera en «el espíritu que mora» en cada alma. Los cuáqueros, sin embargo, consideraron a los ranters como almas descarriadas que necesitaban ser convertidas. George Fox tiene un curioso pasaje acerca de su encuentro con algunos ranters en la prisión de Coventry en 1649. Escribe:
Cuando entré a la cárcel donde estaban los prisioneros, un gran poder de la oscuridad me golpeó y me senté quieto con mi espíritu sostenido en el amor de Dios. Al final estos prisioneros comenzaron a delirar, a entristecerse y a blasfemar, ante lo cual mi alma se hallaba profundamente apenada. Ellos dijeron que eran Dios, y al preguntarles si sabían si iba a llover mañana me respondieron que no me lo podían predecir. Yo les respondí, Dios podría saberlo… Después que los hube reprobado por sus expresiones blasfemas, me alejé; porque me di cuenta de que eran ranters.
Fox conoció a muchos ranters entre los años 1654-5 —aunque por dicha época su influencia estaba disminuyendo rápidamente. En una reunión conjunta de baptistas, cuáqueros y ranters en Swannington, Leicester, encontró que los ranters eran «muy rudos sublevando contra nosotros a las gentes rudas. Nosotros pedimos a los ranters que viniesen para conocer a su Dios. Muchos de ellos vinieron, y eran muy toscos, y cantaron y silbaron y bailaron; pero el poder del Señor los confundió de tal manera que muchos de ellos se convencieron». En otra reunión similar en Reading, Fox avergonzó de nuevo a los ranters, los cuales le escandalizaron invitándole a beber y fumar tabaco. En su descripción de este incidente los dogmas tradicionales del Libre Espíritu aparecen en la forma de consignas: «uno de ellos gritó ‘todo es nuestro’ y otro dijo ‘todo está bien’». En esa ocasión Fox pudo también doblegar a estas personas. A fines de 1693 lamentaban que los ranters hubiesen convertido a dos cuáqueros, uno de los cuales «salió corriendo en silencio y fue repudiado por los Amigos», aunque el otro «fue recuperado poco después, haciéndose servicial». Es cierto que muchos ranters