NOTAS DEL TRADUCTOR
En español en el original.
Magistrado notoriamente conservador del Tribunal Supremo.
Capital del estado de Florida.
Ashcroft se presentó a la reelección como senador por Misuri en 2000. Su rival, el demócrata Mel Carnahan, murió en un accidente de aviación unas dos semanas antes de las elecciones, lo que no le impidió vencer a Ashcroft (no hubo tiempo de retirar su nombre de las papeletas). Su viuda, Jean, accedió al cargo en su lugar.
Hace alusión al uso de estos instrumentos en prácticas abortistas precarias derivadas de la prohibición del aborto.
Documental de Michael Moore en el que narra la decadencia económica de su ciudad natal, Flint, Michigan, tras el desmantelamiento de la fábrica de General Motors.
A finales de la década de los treinta y a lo largo de los cuarenta, Prescott Bush, padre de George I y abuelo de W., fue uno de los siete directores de la Union Banking Corporation, propiedad de industriales nazis. Tras filtrar el dinero por medio de un banco holandés, escondieron unos 3 millones de dólares en el banco de Bush. Dado su puesto preeminente, es sumamente improbable que Bush no estuviera al corriente de la conexión nazi. Finalmente, el gobierno expropió los activos y el banco se disolvió en 1951, después de lo cual Prescott Bush -y su padre, Sam Bush- recibieron 1,5 millones de dólares.
Conocido humorista y presentador de un programa nocturno de entrevistas de la cadena CBS.
Mitío prorma saírico que emie la cadena NBC cada noche de sábado ;
Subsidio de alimentación del que se benefician las familias con bajos ingresos. ;
Gap y J. Crew son marcas norteamericanas de ropa pija. ;
Serie televisiva satírica realizada por el propio Michael Moore, que se emitió entre 1994 y 1998.
Líder de la agrupación religiosa negra Nación del Islam, que en su día encabezó Malcolm X.
El camionero blanco que fue arrastrado fuera de su cabina y apaleado casi hasta la muerte durante los alborotos de Los Ángeles en 1992.
Testigo policial en el caso de O. J. Simpson, que se hizo famoso por su léxico racista.
Es el mes de febrero.
Magistrado negro de la Corte Suprema conocido por su tendencia política marcadamente reaccionaria.
Figuras públicas de marcada tendencia conservadora, conocidas también por sus opiniones antisemitas. Buchanan se presentó a la presidencia en el año 2000 por el Partido Reformista.
Director general de General Electric.
Senador republicano ultraconservador.
Comentaristas políticos de las cadenas NBC y Fox, respectivamente.
Introducción a la edición inglesa
Esta edición de Estúpidos hombres blancos, a diferencia de la primera, no se publica para América del Norte, el continente donde vive la amplia mayoría de los hombres penosamente estúpidos, vergonzosamente blancos y asquerosamente ricos.
El libro se escribió inicialmente para estadounidenses y canadienses (en realidad sólo para estadounidenses, pues los canadienses son gente lista y enrollada que está al corriente de los males estadounidenses y que compró el libro como simple deferencia hacia mí).
Lo escribí en los meses anteriores al 11 de septiembre de 2001. Los primeros 50.000 ejemplares salieron de imprenta el 10 de septiembre de ese mismo año. Ni que decir tiene que, al día siguiente, esos libros no se distribuyeron por las librerías de todo el país tal como estaba previsto.
Yo mismo le pedí a la editorial, ReganBooks (una filial de HarperCollins), que retrasara la salida a la venta del mismo unas semanas, ya que como residente de Manhattan no me sentía con ánimos para salir de gira de promoción en tales circunstancias. El editor de HarperCollins se mostró de acuerdo..., y acto seguido, una alarma de bomba se disparó en la sede empresarial: “Tengo que irme dijo. Van a evacuar el edificio” Sus últimas palabras fueron: “Te llamaré en unas semanas.”
No hubo más avisos de bomba y las semanas fueron pasando. Al no recibir llamada alguna, decidí telefonear a la gente de ReganBooks/HarperCollins para preguntarles cuándo iban a salir a la venta mis 50.000 ejemplares (que estaban acumulando polvo en un almacén de Scranton, Pensilvania). La respuesta que me ofrecieron ponía muy en duda la presunta condición democrática de mi país:
“No podemos sacar el libro a la venta tal como está escrito. El clima político del país ha cambiado. Nos gustaría que pensaras en reescribír el 50 % de tu trabajo..., que omitieras las referencias más duras a Bush y que rebajaras el tono de tu disensión. También quisiéramos que nos entregaras 100.000 dólares para la reimpresión de los libros.» Sugirieron que eliminase el capítulo titulado «Querido George» y que cambiara el título de «A matar blancos». («Ahora mismo, el problema no son los blancos», adujeron. «Los blancos respondí siempre son el problema.») Añadieron que me agradecerían que no me refiriera a las elecciones de 2000 como un «golpe» y que sería «Intelectualmente deshonesto» no admitir en el libro que, al menos desde el 11 de septiembre, el señor Bush había hecho «un buen trabajo». La charla se cerró con estas palabras: «En ReganBooks ya somos 'dos como los "editores del 11-S"; tenemos un par de libros listos sobre los héroes de las Torres Gemelas, vamos a publicar la autobiografía del jefe de policía y preparamos un álbum fotográfico sobre la tragedia. Tu libro ya no encaja en nuestra nueva imagen.”
Pregunté si dichas órdenes procedían de arriba, o sea, del propietario de News Corp., que posee a su vez HarperCollins, Rupert Murdoch. No hubo respuesta.
Yo sí respondí: «No pienso cambiar el 50 % siquiera de una palabra. No puedo creer lo que me dicen, Este libro ya lo habían aceptado e impreso y ahora tienen miedo o simplemente tratan de censurarme para ajustarse al dictado de la filosofía política empresarial. En un momento en que se supone que tendríamos que estar luchando por nuestra libertad, ¿vamos a dedicarnos a limitar nuestros derechos? ¿No es éste el momento de decir que, independientemente de los ataques que suframos, lo último que vamos a hacer es convertirnos en uno de esos países que suprimen la libertad de expresión y el derecho a discrepar?»
Sí, sonaba tajante, pero la verdad es que estaba asustado. Mucha gente me había recomendado que me tranquilizara, que diese mi brazo a torcer un poco o jamás vería el libro en un estante. De modo que escribí al editor y traté de llegar a una solución de compromiso, ofreciéndome a escribir material nuevo y a revisar la obra para asegurarme de que no quedase una sola línea que pudiera resultar ofensiva para quienes perdieron a algún ser querido el 11 de septiembre. Intenté apelar a su sentido de lo que debería ser el verdadero patriotismo dejar que todo aquel que desee expresar su punto de vista haga oír su voz y les dije que confiaba en que fueran ellos quienes lo publicaran, pues presumía que no iban a echarse atrás ante tales riesgos.
Le respuesta que obtuve es el equivalente editorial de «vete a la mierda».
Me exigían una reescritura sustancial, seguían insistiendo en que metiese tijera a buena parte del libro y, efectivamente, querían que mandara un cheque por valor de 100.000 dólares a la empresa del señor Murdoch.
El toma y daca se prolongó dos meses. Traté de hablar con la presidenta de ReganBooks, Judit Regan, pero no se dignó a devolverme las llamadas. Sus allegados me dijeron que, desde el 11 de septiembre, Regan pasaba buena parte de su tiempo en el canal de Fox News, presentando un programa de debates y entrevistas de última hora, quizás uno de los peores de la televisión americana (en vista de que había integrado su editorial en el imperio mediático de Murdoch, éste la había recompensado con un espacio propio en su canal de noticias).
Fuentes de News Corp. me contaron varios detalles relativos a la práctica prohibición de mi libro, pero las leyes inglesas no me permiten publicarlos en la edición británica del mismo. ¡Eh, ex propietarios de América del Norte y de buena parte del mundo, a ver si os agenciáis una Constitución con una Declaración de Derechos y una Primera Enmienda que garantice la libertad de expresión y de prensa! Tan bien como empezasteis con la Carta Magna hace ya mil años, y parece que fue lo último a lo que os quisisteis comprometer por escrito. Liberadme de la censura. Nos disteis un gran idioma, construisteis caminos por todos lados, y en Estados Unidos todavía vemos las reposiciones del Show de Benny Hill. Lo mínimo que podríais hacer es permitir que un autor escriba lo que piensa en lugar de verse obligado a pedir a los ciudadanos británicos que se escabullan de la monarquía y acudan al ciberespacio (www.michaelmoore.com) para averiguar lo que no me dejasteis decir en estas páginas.