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Karl Marx - Glosas marginales sobre la obra de Bakunin. El estatismo y la anarquía

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Karl Marx Glosas marginales sobre la obra de Bakunin. El estatismo y la anarquía
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    Glosas marginales sobre la obra de Bakunin. El estatismo y la anarquía
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Glosas marginales sobre la obra de Bakunin. El estatismo y la anarquía: resumen, descripción y anotación

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Cuando revisamos la historia de la izquierda en el mundo, encontramos de manera descarnada los grandes logros alcanzados por las luchas sociales, pero también la lucha intestina que diferentes fuerzas sostienen de forma empecinada por mantener el control del movimiento. Lo grave es que en la lucha por alcanzar ese control se utilizan los medios más insensatos y deshonestos al grado de llegar a acabar con la vida de compañeros de lucha. La hegemonía (entendida como el control de una posición sobre otra no importando los métodos y las tácticas que se tengan que desarrollar para arribar a la condición de devenir «hegemónico») es la piedra angular sobre la que se levanta el gran atraso del movimiento de izquierda no sólo a nivel nacional, sino también internacional. El hecho de que todas las organizaciones de izquierda pretenden ser «la vanguardia» implica que uno de los objetivos fundamentales de estas organizaciones es alcanzar la hegemonía, ese control que permite hacer avanzar a una organización o a una corriente ya sea en relación con el crecimiento de sus adeptos (militantes) o con la adquisición de espacios políticos, sin importar que los fines perseguidos provoquen, en la mayoría de las ocasiones, el retraso del movimiento en su conjunto. Al sostener que «el fin justifica los medios», se puede aplicar cualquier táctica aun en contra de los propios principios de una organización o corriente, llegando al grado de que se señale a los contrincantes políticos para que sean reprimidos, encarcelados o asesinados por los cuerpos represivos del Estado. Por desgracia, esta ha sido la tónica de la izquierda internacional que se ha reproducido en nuestro país costándole a la oposición una atomización profunda y, lo más grave, la vida misma de diversos luchadores sociales. Esta discusión que tiene una importancia nodal en la actualidad, detentó el mismo telón de fondo en la histórica disputa entre Bakunin y Marx. La presente publicación tiene la intención de demostrar que las diferencias entre Marx y Bakunin no se restringieron a solo al ámbito personal, sino que fundamentalmente tuvieron como motivo de fondo el control político de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT). Asimismo, intenta expresar los encuentros y desencuentros teóricos de estas dos importantes posiciones presentes al seno del movimiento proletario internacional.

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ACOTACIONES AL LIBRO DE BAKUNIN
El Estado y la anarquía

KARL MARX

[Por ejemplo, la vulgar masa campesina, la plebe campesina, que, como es sabido, no goza de las simpatías de los marxistas y que se halla en el más bajo nivel de cultura, será gobernada probablemente por el proletariado urbano y fabril].

Esto significa que allí donde el campesino existe todavía en masa como propietario privado, donde incluso forma una mayoría más o menos considerable, como en todos los Estados occidentales del continente europeo, donde este campesino no ha desaparecido, remplazado por jornaleros agrícolas, como en Inglaterra, ocurrirá lo siguiente: o se dedica a obstaculizar toda revolución obrera hasta hacerla fracasar, como ha ocurrido hasta ahora en Francia, o el proletariado (pues el campesino propietario de su tierra no pertenece al proletariado, y, si por su situación pertenece, no cree formar parte de) tiene que adoptar como gobierno medidas encaminadas a mejorar inmediatamente la situación del campesino y que, por tanto, le ganen para la revolución; medidas que lleven ya en germen el tránsito de la propiedad privada sobre el suelo a la propiedad colectiva y que suavicen este tránsito, de modo que el campesino vaya a él impulsado por móviles económicos; pero no debe acorralar al campesino, proclamando, por ejemplo, la abolición del derecho de herencia o la anulación de su propiedad; esto último sólo es posible allí donde el arrendatario capitalista ha desplazado al campesino y el verdadero labrador es tan proletario, tan obrero asalariado como el obrero de la ciudad y donde, por tanto, tiene directamente, no indirectamente, los mismos intereses que éste; aún menos se debe fortalecer el régimen de propiedad parcelaria, agrandando las parcelas por la simple anexión de las grandes fincas a las tierras de los campesinos, como en la campaña revolucionaria de Bakunin.

[O, si enfocamos el problema desde el punto de vista nacional, nos imaginamos, por la misma razón, que para los alemanes, los eslavos seguirán hallándose, respecto a un proletariado alemán triunfante, en la misma sumisión servil en que te se halla hoy respecto a su burguesía (pág. 278)].

¡Qué estupidez de escolar! Una revolución social radical se halla sujeta a determinadas condiciones históricas de desarrollo económico; estas son su premisa. Por tanto sólo puede darse allí donde, con la producción capitalista, el proletariado industrial ocupe, por lo menos, una posición importante dentro de la masa del pueblo, y, para tener alguna probabilidad de triunfar, tiene que ser, por lo menos, capaz de hacer inmediatamente por los campesinos, mutatis mutandis, tanto como la burguesía francesa, en su revolución, hizo por los campesinos franceses de aquel entonces. ¡Hermosa idea la de que la dominación de los obreros lleva consigo la esclavización del trabajo agrícola! Pero aquí es donde se revela el pensamiento íntimo del señor Bakunin. Decididamente él no comprende nada de la revolución social; conoce su fraseología política; para él no existen las condiciones económicas de esta revolución. Como hasta aquí todas las formas económicas —desarrolladas o no— implicaban la esclavización del trabajador (sea obrero, campesino, etc.), cree que en todas ellas es igualmente posible la revolución radical. Más aún: pretende que la revolución social europea, basada en los fundamentos económicos de la producción capitalista, se llene a efecto sobre el nivel de los pueblos rusos o eslavos dedicados a la agricultura y al pastoreo y no rebase este nivel, aunque comprende que la navegación marítima establece una diferencia entre hermanos, pero sólo la navegación marítima, por ser ésta una diferencia que todos los políticos conocen. La base de su revolución social es la voluntad y no las condiciones económicas.

KARL MARX el hombre que dio por vez primera una base científica al socialismo - photo 1

KARL MARX, el hombre que dio por vez primera una base científica al socialismo, y por tanto a todo el movimiento obrero de nuestros días, nació en Tréveris, en 1818. Comenzó a estudiar jurisprudencia en Bonn y en Berlín, pero pronto se entregó exclusivamente al estudio de la historia y de la filosofía, y se disponía, en 1842, a habilitarse como profesor de filosofía, cuando el movimiento político producido después de la muerte de Federico Guillermo III orientó su vida por otro camino. Los caudillos de la burguesía liberal renana, los Camphausen, Hansemann, etc., habían fundado en Colonia, con su cooperación, la Reinische Zeitung; y en el otoño de 1842, Marx, cuya crítica de los debates de la Dieta provincial renana había producido enorme sensación, fue colocado a la cabeza del periódico. La Rheinische Zeitung publicábase, naturalmente, bajo la censura, pero ésta no podía con ella. El periódico sacaba adelante casi siempre los artículos que le interesaba publicar: se empezaba echándole al censor cebo sin importancia para que lo tachase, hasta que, o cedía por sí mismo, o se veía obligado a ceder bajo la amenaza de que al día siguiente no saldría el periódico. Con diez periódicos que hubieran tenido la misma valentía que la Rheinische Zeitung y cuyos editores se hubiesen gastado unos cientos de táleros más en composición se habría hecho imposible la censura en Alemania ya en 1843. Pero los propietarios de los periódicos alemanes eran filisteos mezquinos y miedosos, y la Rheinische Zeitung batallaba sola. Gastaba a un censor tras otro, hasta que, por último, se la sometió a doble censura, debiendo pasar, después de la primera, por otra nueva y definitiva revisión del Regierungspräsident. Más tampoco esto bastaba. A comienzos de 1843, el gobierno declaró que no se podía con este periódico, y lo prohibió sin más explicaciones.

Marx, que entretanto se había casado con la hermana de von Westphalen, el que más tarde había de ser ministro de la reacción, se trasladó a París, donde editó con A. Ruge los Deutsch-Französische Jahrbücher, en los que inauguró la serie de sus escritos socialistas, con una Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho. Después, en colaboración con F. Engels, publicó La Sagrada Familia. Contra Bruno Bauer y consortes, crítica satírica de una de las últimas formas en las que se había extraviado el idealismo filosófico alemán de la época.

El estudio de la economía política y de la historia de la gran Revolución francesa todavía le dejaba a Marx tiempo para atacar de vez en cuando al Gobierno prusiano; éste se vengó, consiguiendo del ministerio Guizot, en la primavera de 1845 —y parece que el mediador fue el señor Alejandro de Humboldt—, que se le expulsase de Francia. Marx trasladó su residencia a Bruselas, donde, en 1847, publicó en lengua francesa la Miseria de la Filosofía, crítica de la Filosofía de la Miseria, de Proudhon, y, en 1848, su Discurso sobre el libre cambio. Al mismo tiempo encontró ocasión de fundar en Bruselas una Asociación de obreros alemanes, con lo que entró en el terreno de la agitación práctica. Esta adquirió todavía mayor importancia para él al ingresar en 1847, en unión de sus amigos políticos, en la Liga de los Comunistas, liga secreta, que llevaba ya largos años de existencia. Toda la estructura de esta organización se transformó radicalmente; la que hasta entonces había sido una sociedad más o menos conspirativa, se convirtió en una simple organización de propaganda comunista —secreta tan sólo porque las circunstancias lo exigían—, y fue la primera organización del Partido Socialdemócrata Alemán. La Liga existía dondequiera que hubiese asociaciones de obreros alemanes; en casi todas estas asociaciones, en Inglaterra, en Bélgica, en Francia y en Suiza, y en muchas asociaciones de Alemania, los miembros dirigentes eran afiliados a la Liga, y la participación de ésta en el naciente movimiento obrero alemán era muy considerable. Además, nuestra Liga fue la primera que destacó, y lo demostró en la práctica, el carácter internacional de todo el movimiento obrero; contaba entre sus miembros a ingleses, belgas, húngaros, polacos, etc., y organizaba, principalmente en Londres, asambleas obreras internacionales.

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