Las acciones de los pilotos kamikaze durante la Segunda Guerra Mundial constituyen uno de los acontecimientos más dramáticos del siglo XX. Pero ¿quiénes eran estos pilotos japoneses? ¿Qué les motivaba a sacrificar su vida por la patria? ¿Por qué consideraban un honor convertirse en héroes y ser deificados en el templo de Yasukuni? ¿Cómo se explica que el número de voluntarios dispuestos a combatir al enemigo norteamericano fuera tres veces superior al de aviones disponibles?
Los autores de este fascinante libro se adentran en el corazón y la mentalidad de los pilotos suicidas, analizando tanto el contexto histórico de la guerra como la cultura y las tradiciones japonesas, en cuyo seno surgieron. Con entrevistas a algunos kamikazes supervivientes, memorias no publicadas hasta ahora y documentos que ven la luz por primera vez, Axell y Kase retratan uno de los acontecimientos bélicos más extraordinarios que, desgraciadamente, no ha perdido actualidad. De hecho, resulta sorprendente la similitud entre las instrucciones confidenciales entregadas a los pilotos japoneses y las encontradas en el equipaje de uno de los líderes de los ataques terroristas del 11-S.
Albert Axell & Hideaki Kase
Kamikazes
Los pilotos suicidas japoneses en la Segunda Guerra Mundial
ePub r1.0
Titivillus 05.03.16
Título original: Kamikaze: Japan’s Suicide Gods
Albert Axell & Hideaki Kase, 2002
Traducción: Rosa Cifuentes
Retoque de cubierta: Titivillus
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
Morir voluntariamente en la flor de la vida es antinatural.
El solo pensamiento de la muerte es insoportable para cualquiera
que esté en su sano juicio. Pero estos jóvenes no lo estaban…
Los autores
ALBERT AXELL es autor de numerosos libros y artículos sobre Japón, China, Rusia y Mongolia. Estudió Historia, Filosofía y Economía en una Universidad del Medio Oeste de Estados Unidos y fue profesor de la Universidad Sophia de Tokio.
HIDEAKI KASE, prestigioso escritor y conferenciante en su país, Japón, fue corresponsal de United Press International en Tokio y consejero de varios primeros ministros japoneses.
Notas
[1] Ver Capítulo 6, «Manual del suicida».
[2] Según datos comparativos, la esperanza media de vida en EE. UU. es: hombres 73,8; mujeres 79,5. En Gran Bretaña, hombres, 74,8; mujeres, 79,7.
[3] Profesor Edwin O. Reischauer de la Universidad de Harvard, que fue embajador de Estados Unidos en Japón en la década de los sesenta. También dijo que Japón, «al estar tan unido, despliega el terrible poder de abalanzarse con fervor hacia un único propósito». Pero se preguntaba también un tanto inquieto si el país había adquirido «una mentalidad aislacionista», «una búsqueda estrecha de miras de sus propios intereses nacionales, en vez de adquirir un espíritu internacional de cooperación y apertura». Aconsejó a Washington que «manejara con cuidado las cuestiones japonesas», diciendo que América «debía mirar el futuro con ellos [los japoneses] o los vería caminar en otra dirección».
[4] Sakai fue el piloto japonés más celebrado de la Segunda Guerra Mundial. Participó en 200 misiones de combate y abatió 60 aviones aliados.
[5] En japonés las frases son: Tsuyo no inochi; Kono yo wa kan no yado; Shindar eba koso ikitare; Gosho wa daiji.
[6] Las protestas suicidas no ocurren tan sólo en Japón. En el verano de 1919, un anarquista norteamericano se inmoló cargado de dinamita frente a la residencia en Washington del fiscal general, A. Mitchell Palmer.
[7] En Japón hay un santuario sintoísta con el nombre de Gokoku Jihja (templo de la Defensa de la Nación) en todas las prefecturas menos en Tokio, donde está el santuario Yasukuni. Todo miembro de las Fuerzas de Autodefensa (ejércitos de Tierra, Mar y Aire del Japón de la posguerra) que muera en acto de servicio es deificado y enterrado en un Gokoku, según la prefectura a la que pertenezca. Esta cadena de santuarios se creó, según parece, al mismo tiempo que el Yasukuni.
[8] Del libro The Tokyo Trial and Beyond, de B. V. A. Rolling y Antonio Cassese, Londres, 1993.
[9] El almirante Togo y el general Nogi fueron deificados tras su muerte. Togo murió en edad muy avanzada, mientras que Nogi se suicidó junto a su mujer, Shizuko, cuando murió el emperador Meiji siguiendo el ejemplo de los antiguos samuráis que se suicidaban por lealtad a sus maestros que habían partido «al otro mundo». Togo tiene un santuario en Harajuku (Togo Jinja) y Nogi lo tiene en Nogizaka (Nogi Jinja), ambos en Tokio.
[10] Poco después del final de la ocupación, Albert Axell, un joven miembro de un escuadrón naval norteamericano de visita en Japón, vio un letrero en el interior de una antigua base de su país que trataba de recordar a los soldados sus orígenes: «Estás en Japón, un país soberano. Eres americano, ¡actúa como americano!».
[11] La forma poética waka ha permanecido inalterada desde hace unos 2000 años y sigue siendo la más popular de Japón. El primer waka que se conoce aparece en el Nihon Shoki, anales históricos compilados a partir del Kojiki (712 d. C.), que recoge unos 100 waka. En Japón, estos poemas eran transmitidos oralmente cuando no había otros medios.
[12] Los historiadores japoneses hablan de disturbios en los que japoneses residentes fueron masacrados por tropas chinas. En Tong, por ejemplo, a 20 km al este de Pekín, murieron en julio de 1937 más de 260 personas de nacionalidad japonesa, aunque también hubo chinos entre las víctimas. Casi todo el mundo acepta como un hecho la dura represión de 1937 contra Nanking y otras ciudades, pero muchos historiadores japoneses cuestionan tales acusaciones.
[13] La crisis engloba la guerra civil española (aunque comenzó en julio de 1936, pronto se convirtió en una guerra con participación extranjera); «la crisis austríaca» (amenazaba con alargarse, pero en 1938 el país fue invadido por Hitler); en Checoslovaquia los nazis ya estaban calentando motores, de modo que, en septiembre de 1938, el Pacto de Múnich entregó partes vitales del país a las tropas alemanas, que tomaron todo el país seis meses después. Además, hay que añadir a la lista dos sangrientos enfrentamientos fronterizos bastante significativos entre las fuerzas armadas de Rusia y Japón en 1938 y 1939.
[14] El gobierno japonés intentó durante toda la guerra del Pacífico negociar por separado con los representantes de Chiang Kai-shek para firmar la paz entre ambos países. Los líderes japoneses creían que Estados Unidos y Gran Bretaña temían que si China abandonaba la guerra, ésta se vería en el mundo como una contienda entre «blancos y asiáticos». En Tokio creían que ésa era la razón por la que EE. UU. colmaba al dirigente chino con todo tipo de ayudas, además de sobornos.
[15] Hitler sospechaba del espíritu independiente de Japón. En un monólogo a sus generales en Obersalzburg el 22 de agosto de 1939, les dijo, según la trascripción conservada por el Tribunal Militar Internacional: «Creo que Japón no se unirá a nosotros sin condiciones».
[16] Tres de los 11 jueces del tribunal emitieron opiniones contrarias. Fueron: el juez Bernard, de Francia; el juez Pal, de India; y el juez Rolling, de Holanda. Pal era, de los 11 jueces, el único experto en derecho internacional.