ÁLBUM FOTOGRÁFICO
Certificado escolar del año 1905.
En el grupo de la clase de 1899, el niño, de diez años de edad, aparece en la última fila con gesto de superioridad.
El Partido efectuaba giras de propaganda por los pueblos durante los fines de semana. Hitler (x) rodeado de correligionarios.
El ejemplo italiano infundió valor a los nazis. Fascistas durante la «Marcha sobre Roma».
Esta serie de fotos muestra a Hitler hablando con el estilo melodramático propio de su época, que a menudo resultaba cómico. Se advierte con claridad hasta qué punto su genio demagógico era fruto del estudio y del conocimiento de sus propios fallos.
«No hay quien pueda detenernos», dijo Hitler en enero de 1923, durante la celebración del primer Día del Partido en Múnich.
El fin del anonimato. Disponía de una nutrida plana mayor, viajaba en coches veloces y era el centro de atracción en los salones y el imán de los grupos de derecha. Hitler en su coche, con Ulrich Graf, Major Buch y Christian Weber.
Hitler con Julius Strecher.
La causa contra Hitler en Múnich, en 1924. Su presencia ante el tribunal desplazó a Ludendorff a un segundo término. (Durante un paréntesis del juicio).
Hitler y Emio Maurice en el jardín de la cárcel.
Con Múrice y el teniente coronel Krieben, en su celda de Landsberg.
Discurso a modo de experimentos para «menoscabar la libertad de pensamiento del individuo». Bajo sus excesos retóricos, subsistía el atento controlador de sus propias emociones y el buen conocedor de los instintos ajenos.
Su ayudante, Brückner, le protegía después de sus presentaciones como orador. «Por favor, déjenle en paz, ¿no ven que el hombre está agotado?».
La ambición de Hitler, así como su sentido del estilo del hombre de Estado, no dejaron de impresionar a Hindenburg, y consiguieron que el presidente olvidara pronto sus prejuicios. El hecho de que Hitler limpiase, de una vez para siempre, aquel «horroroso e indisciplinado Estado de partidos» fue, a sus ojos, un mérito.
En aquellas grandiosas y embriagadoras circunstancias, con sus fiestas de masas, las personas se sentían como aludidas por la historia, como si hubiesen sido transformadas por un sentimiento de alucinante hermandad.
Mediante una serie encadenada de colocación de primeras piedras y de primeros golpes de azada, Hitler forjó una especie de conciencia movilizadora, creando nuevos lugares de trabajo mediante centenares de discursos que exhortaban «a trabajar» y a un amplio espíritu de entrega. Hitler, al iniciarse la construcción de las autopistas del Reich.
«He cursado las órdenes necesarias para que sean extirpados a fuego los tumores que envenenan nuestras fuentes, y esta extirpación ha de llegar hasta la carne viva». Hitler y Röhm en febrero.
Las SS obligan a ciudadanos judíos a que limpien las calles con las manos.
El mayor triunfo de Hitler. En la Heldenplatz de Viena, anuncia «ante la historia» la incorporación de su patria al Reich alemán.