JONATHAN SWIFT. Nació en Dublín, 1667. Estuvo un tiempo al servicio de Sir William Temple, cuya biblioteca y cultura influyeron poderosamente en su formación. En 1694 se ordenó sacerdote. Se convertiría en Deán de la Catedral de San Patricio, en Dublín, donde moriría, trastornado física y psíquicamente en 1745.
JONATHAN SWIFT
estudio sobre el autor de WALTER SCOTT
La vida de Swift es un tema interesante e instructivo para quienes les place meditar acerca de las vicisitudes que entraña el destino de los hombres célebres por su talento y renombre. Desprovisto de recursos al nacer, educado en la fría e indiferente caridad de dos tíos, privado de honores universitarios, sometido durante muchos años a la poco fructífera protección de sir William Temple, Swift tiene desde las primeras páginas de su historia las características del genio humillado y defraudado en sus esperanzas. Pese a sus desventuras llegó a ser consejero de un ministerio británico, convirtiéndose en el más hábil defensor de su sistema administrativo y también en un íntimo amigo de aquellos hombres destacados por su nobleza o talento bajo el clásico reinado de la reina Anna.
Las circunstancias que rodean sus últimos años ofrecen un contraste no menos sorprendente. Incluido en la desgracia de sus señores, fue perseguido y debió exilarse en Inglaterra, donde vivió lejos de sus amigos y adquirió tal grado de popularidad que se convirtió en un ídolo para Irlanda, así como también en una persona temible para quienes gobernaban esté reino.
El talento de Swift —origen de su renombre y orgullo, cuya brillantez maravilló y encantó al mundo durante tanto tiempo— se vio afectado por la enfermedad, y a medida que fue avecinándose el fin de sus días, antes de morir, Swift se encontraba ya situado por debajo de cualquier hombre vulgar. Por consiguiente su vida es una grave lección para los hombres que adquieren celebridad: es posible aprender de la misma que, así como el genio no debe dejarse aniquilar por las desgracias, tampoco la fama, por grande que sea, debe fomentar la presunción. Leyendo la historia de este hombre célebre, aquellos que han sido privados por la suerte de las brillantes cualidades de las que él sí estuvo dotado, o quienes, poseyéndolas, no pudieron desarrollarlas, se convencerán de que la felicidad no depende ni de influencias políticas ni de la gloria.
I
JONATHAN SWIFT, doctor en teología y deán de Saint-Patrick en Dublín, provenía de una rama menor de la familia de los Swift, del condado de York, establecida ya desde hada muchos años en esta provincia. Su padre fue el sexto o séptimo hijo del reverendo Thomas Swift, vicario de Goodrich; hemos tomado conocimiento a través del mismo deán que su padre obtuvo algunos empleos en Irlanda. Jonathan nadó en Dublín, en una pequeña vivienda de la Cour de Hoeys, que aún hoy enseñan quienes viven en el suburbio. Su infanda, al igual que la de su padre, estuvo signada por una singular circunstancia: no llegó a vivir la guerra debido a un hecho casual que lo alejó de la misma. Su nodriza, originaria de Whitehaven, había sido llamada a su país. Era tan afecta al niño confiado a su cuidado que se lo llevó con ella sin siquiera prevenir a la señora Swift. Swift permanecería tres años en Whitehaven; su salud era tan delicada que su madre optó por no arriesgarlo en un segundo viaje, dejándolo así en manos de la mujer que tan grande prueba de afecto le había dado. La buena nodriza cuidaría tanto la educación del niño que, cuando éste regresó a Dublín, conocía ya el abecedario; a los cinco años leía la Biblia.
Compartió la indigencia de una madre a la que amaba tiernamente, y subsistió de la caridad de su tío Godwin. Tal parece que desde su infancia esta dependencia produjo una profunda señal en su carácter altanero; también es a esta época que se remontan las primeras manifestaciones de un espíritu misántropo que no le abandonaría en posesión de sus facultades mentales. Hijo pòstumo, educado por caridad, Swift se habituó a considerar el día de su nacimiento como un día de desgracia y nunca dejó, en sus aniversarios, de leer el pasaje de las Escrituras en el que Job deplora y maldice el día en que se anunciaba en casa de su padre que «había nacido un hijo varón».
A la edad de seis años fue enviado a la escuela de Kilkenny, fundada y subvencionada por la familia Ormond. Los visitantes pueden observar aún sobre el pupitre de Swift, su nombre grabado con un cuchillo. A los catorce años fue enviado al Trinity College, de Dublín. De los registros de entonces es posible deducir que Swift fue recibido como pensionista en fecha 24 de abril de 1862, teniendo por maestro a Saint-George Ashe. Como su primo Thomas Swift fue admitido también en esos días, y en los registros aparecen los apellidos pero no constan los nombres de pila, hay mucha incertidumbre sobre algunos aspectos específicos de la vida del deán.
Swift continuó sus estudios sin asiduidad y a su antojo, y se hubiera visto forzado a interrumpirlos si, a la muerte de su tío Godwin, que reveló la marcha de sus negocios, no hubiera aparecido un nuevo protector en la persona de su tío Dryden William Swift. Dryden acudió en socorro de su sobrino poniendo, al parecer, más piedad y benevolencia que su hermano Godwin; pero su fortuna, poco considerable, no le permitió ser más liberal que el antiguo protector. Swift lo recordaría siempre con gran afecto, mencionándolo a menudo como el mejor de su familia. Con frecuencia relataba un incidente vivido en el colegio y del cual su primo, Willoughby Swift, hijo de Dryden William, sería el héroe. Swift se encontraba en su habitación, sin un solo real, cuando percibió en el exterior a un marinero que parecía estar preguntando por el apartamento de un estudiante. Se le ocurrió entonces que este hombre podía traer algún mensaje de su primo Willoughby, que ejercía entonces el comercio en Lisboa. Apenas cruzó esta idea su mente que se abrió la puerta y entró el extranjero. Aproximándose extrajo de su faltriquera una gran bolsa de cuero llena de dinero que colocó frente a Swift como un presente de su primo Willoughby. En estado de éxtasis, Swift ofreció al mensajero parte de su tesoro, que el honesto marinero no quiso de ningún modo aceptar. A partir de este momento Swift, que había conocido el infortunio de la indigencia, resolvió administrar su modesta fortuna de modo de no verse reducido jamás a situaciones de extrema necesidad. Según se deduce de sus cuadernos, que aún hoy se conservan, Swift llegó a organizar tanto su forma de vida, que era capaz de rendir cuentas céntimo por céntimo dé sus gastos por año, característica que conservaría desde sus tiempos de estudiante hasta el momento de perder sus facultades mentales.
En 1688 estalló la guerra en Irlanda: Swift tenía entonces 21 años. Con escasos reales y no menor instrucción, y con la turbulencia e insubordinación propias de un carácter como el suyo, careciendo de amigos que le protegiesen, recibieran y mantuviesen, Swift abandonó el colegio de Dublín. Guiado más por sus sentimientos que por sus ilusiones, se dirigió a Inglaterra, a casa de su madre, quien vivía en el condado de Leicester. La señora Swift, que se encontraba también ella en una situación de precariedad, recomendó a su hijo que solicitase la protección de sir William Temple, familiar y conocido de la familia Swift, y de quien Thomas Swift, primo de nuestro autor, había sido capellán.