Según la mitología griega,
quien comía lotos olvidaba todo.
Lo peligroso de los vicios
es que producen amnesia, como el loto.
He escrito este libro para explicarlo.
J OSÉ A NTONIO M ARINA
No dejaremos de explorar
y el término de todas nuestras exploraciones
será llegar al lugar donde comenzamos
y conocerlo por primera vez.
T . S . E LIOT, «Little Gidding»
Este libro es un peculiar tratado de psicología. Se ocupa de las fuentes del mal. Es un ensayo de espeleología íntima, de descenso al núcleo ígneo del volcán humano. La conciencia moral ha trabajado durante muchos siglos sobre sí misma, perforando galerías en la roca amorfa de nuestra intimidad. Los héroes griegos de la Ilíada tal vez no tuvieran capacidad de reflexión. Nuestros sentidos, nuestros deseos, están vertidos al exterior. Son centrífugos. Volverse hacia uno mismo exigía una torsión cataclísmica. Y sólo la implacable exigencia moral tuvo potencia suficiente para impulsarla. Tenía razón Sartre al decir que los moralistas han sido los maestros de la introspección. Se quedó corto. Fueron sus inventores. Pero esa búsqueda dividió el mundo en dos mitades. Lo bueno era irreal, estaba fuera, en el reino de los fines. Lo malo, en cambio, está ya en nuestra naturaleza terrible e indecisa. La gran creación consiste en saltar de la realidad a la ficción. En inventar nuestra esencia a partir de nuestras limitaciones.
Marina enlaza la idea de vicio con los hábitos, una noción fundamental para comprender la personalidad humana. Tanto los vicios como las virtudes son hábitos que incitan a actuar, mal o bien. Y tiene siempre presente la idea de «Anábasis», subida, ese afán de superación que define a la naturaleza humana. El análisis del mal lleva a Marina a reflexionar sobre las tres etapas del descubrimiento moral: lo puro y lo impuro, la falta objetiva o la culpabilidad sin responsabilidad, la falta subjetiva o la unión de responsabilidad y culpa. A su vez, relaciona los grandes vicios con las grandes pasiones, y éstas con los tres deseos fundamentales: el placer, la vinculación afectiva, la ampliación de posibilidades del Yo.
José Antonio Marina, actuando una vez más como detective cultural, se acerca al corazón de las tinieblas, de donde acabará saliendo un resplandor oscuro. Lo hace investigando una poderosa y duradera tradición de la cultura occidental. El canon de la perversidad. Durante más de quince siglos se transmitieron unos detallados planos de los sótanos del alma, divididos en siete grandes estancias: los siete vicios capitales. Esta figuración dio origen a una rica imaginería, a un mundo simbólico completo, que podría llenar museos enteros. Se comprueba una vez más que la inteligencia humana vuelve ilimitado todo lo que toca. Los deseos también. Baudelaire veía en la infinitud de los vicios una prueba de la infinitud de las aspiraciones humanas. Al acercarse a la formulación clásica de los vicios capitales, Marina descubre un elaborado sistema de las pasiones humanas y de sus ambivalencias. Es decir, el dramatismo enérgico de nuestra condición. Este libro trata, pues, de la vida.
José Antonio Marina Torres
Pequeño tratado de los grandes vicios
ePub r1.0
Raksha14.12.13
Título original: Pequeño tratado de los grandes vicios
José Antonio Marina Torres, 2011
Diseño de portada: Julio Vivas sobre un detalle de «Mesa de los pecados capitales», de El Bosco,
Editor digital: Raksha
ePub base r1.0
JOSÉ ANTONIO MARINA TORRES (Toledo, España, 1 de julio de 1939). Es un filósofo, ensayista y pedagogo español.
Marina es Catedrático de Filosofía además de Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Pero, por vocación, desarrolla su actividad docente en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Su labor investigadora se ha centrado en el estudio de la inteligencia y en especial de los mecanismos de la creatividad artística (en el área del lenguaje sobre todo), científica, tecnológica y económica. Como discípulo de Husserl se le puede considerar un exponente de la fenomenología española. Ha elaborado una teoría de la inteligencia que comienza en la neurología y concluye en la ética. También ha estudiado la inteligencia de las organizaciones y de las estructuras políticas. Colabora en prensa escrita y audiovisual.
Paralelamente a su labor intelectual, Marina se encuentra comprometido con el proyecto de impulsar una «movilización educativa» cuyo propósito es involucrar a toda la sociedad española en la tarea de mejorar la educación mediante un cambio cultural que aproveche la preocupación, la generosidad, la energía y el talento de miles de personas dispuestas a colaborar. Como repite Marina una y otra vez, «para educar a un niño, hace falta la tribu entera». Entre las numerosas iniciativas de esta movilización, destaca una Universidad de Padres on line. Para todo ello véase la página web del proyecto y la página personal de Marina.
Introducción
¡El horror! ¡El horror!
Ú ltimas palabras de K urtz,
el protagonista de E l corazón de las tinieblas ,
de J OSEPH C ONRAD
Se ha terminado el tiempo de los grandes relatos, sentenció el posmodernismo por boca de su profeta Lyotard. La gente le creyó, porque los parroquianos fieles siempre son crédulos. Vivimos en la época de las historias mínimas, múltiples, inconexas, desvinculadas, intertextuales, protoplasmáticas, ameboides, patchworks. Por supuesto, se acabó también el tiempo de los héroes, esos cargantes. Sólo habitan nuestro paisaje hombres sin atributos y superhéroes de cómics. Hablar de los vicios se adecúa muy bien a este mercurial formato, porque ya decían los clásicos que la virtud unifica pero los vicios dispersan. Su pintor de cámara fue El Bosco, un hiperactivo gráfico. Al estudiarlos, sin embargo, me he llevado una gran sorpresa. Son timadores de alto standing. Por debajo de su fértil anecdotario he descubierto una gran aspiración, un gran relato oculto, una obsesiva búsqueda de la plenitud contada en negativo, una colosal inversión. La historia de una indecisión metafísica.
Lo supe alguna vez, pero lo había olvidado. Y esta amnesia me confirma un antiguo y tenaz desasosiego. Creo que estamos en un momento nuevo de la historia. Nunca hemos sabido más y nunca hemos recordado menos. La cultura siempre ha sido la herencia social, la consolidación y transmisión de la memoria. Mis alumnos, muy modernos, piensan que no hay que aprender lo que se puede encontrar (en Google, fundamentalmente). Enorme ingenuidad. Sin reactivar desde uno mismo su genealogía, el presente se puede usar, pero no entender, igual que los teléfonos móviles, los ordenadores, las leyes o los medicamentos. En todos esos casos, la inteligencia está en los objetos, no en el sujeto. Ellos nos guían hacia no sabemos dónde. Una de las razones de la crisis financiera que sufrimos es que los bancos estaban vendiendo productos financieros que casi nadie comprendía. Es un síntoma de una enfermedad más general. Hay un inconsciente personal y un inconsciente objetivado en los productos culturales. Nuestros lenguajes, costumbres, instituciones, leyes, saberes, adquieren su sentido a lo largo de un proceso constituyente, y si no lo conocemos, los usaremos con frivolidad o dogmatismo —que es la frivolidad de la bobería engreída.