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Alice Ann Bailey - Psicología esotérica II

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Alice Ann Bailey Psicología esotérica II

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PSICOLOGÍA ESOTÉRICA: Los dos volúmenes que componen este título tratan extensamente con la estructura psicológica de un ser humano, como la vida, la cualidad y la apariencia de una entidad espiritual encarnada y en evolución. También relatan las circunstancias de la psicología humana bajo las condiciones mundiales y sus posibilidades futuras. TRATADO DE LOS SIETE RAYOS: Cinco tomos han sido escritos bajo este amplio nombre, basados en la naturaleza, la cualidad y la interrelación de las siete corrientes de energía que penetran en nuestro sistema solar, en nuestro planeta y en todo lo que vive y se mueve en ellos.

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ALICE ANN BAILEY Mánchester Lancashire 16 de junio de 1880 Nueva York 15 - photo 1

ALICE ANN BAILEY (Mánchester, Lancashire, 16 de junio de 1880 – Nueva York, 15 de diciembre de 1949) fue una practicante del esoterismo y escritora inglesa. A la edad de 35 años, después de separarse de su marido Walter Evans, ingresó en el centro de la Sociedad Teosófica de Los Ángeles (EE. UU.), en la Logia Teosófica de Pacific Grove. En 1919, Bailey cortó sus vínculos con la Sociedad Teosófica por varias razones (principalmente la obsesión de los dirigentes de esa época hacia la sumisión y obediencia que supuestamente los discípulos les debían a su maestro). Entonces pudo actuar con más libertad, de acuerdo con sus propios puntos de vista y que ella adjudicaba a las enseñanzas de un maestro de una presunta «jerarquía oculta».

En el mes de noviembre de 1919, Bailey comenzó a escribir textos que afirmaba eran dictados telepáticamente por El Tibetano, también conocido como D. K. Publicó esos textos con el título Iniciación humana y solar. Allí dio a conocer la existencia de la jerarquía espiritual, que Madame Blavatsky ya había difundido, aunque no de manera ordenada.

Bailey más tarde reveló que el tibetano D. K. era el maestro Djwal Khul; después habló de una cierta resistencia inicial (basada en la humildad), hasta que finalmente fue persuadida a nombrarlo claramente. Ella escribió usando el nombre del maestro durante 30 años, entre 1919 hasta su muerte, acaecida en 1949.

Capítulo 1

El rayo del ego

1. El acrecentamiento de la influencia del alma

ANTES DE entrar a considerar este tema tal como ha sido delineado al final del primer tomo, quisiera decir algunas palabras acerca del simbolismo que emplearemos al referirnos al control del ego y de la personalidad. Todo lo que se diga al respecto intenta definir y considerar lo que es realmente indefinible, fugaz y sutil, y aunque se lo denomine energía o fuerza, tales palabras no imparten la verdadera idea. Por consiguiente al leer y considerar este tratado de psicología, se debe recordar que hablamos en símbolos, lo cual es inevitable porque nos referimos a la expresión de la divinidad en tiempo y espacio, y hasta que el hombre no sea conscientemente consciente de su divinidad y la demuestre, solo es posible hablar en parábolas y metáforas de significado simbólico —para que sean corroboradas por medio de la percepción mística y la sabiduría del hombre iluminado—. Sin tener una verdadera comprensión del significado de las palabras empleadas, se dice comúnmente que nos ocupamos de fuerzas y energías, las cuales, a medida que siguen su curso cíclicamente y actúan sobre otras energías y potencias y se entremezclan con ellas, producen esas formas de materia y sustancia que constituyen la apariencia y expresan la cualidad de esas grandes y omniabarcantes vidas y de la vida en la cual todo «vive, se mueve y tiene su ser».

La consciencia de una vida tras otra se va desenvolviendo secuencialmente de una existencia a otra, reconociendo y comprendiendo que estas vidas son en sí la suma total de todos los poderes y energías cuya voluntad es crear y manifestarse. Sin embargo, al considerar dichas energías y fuerzas, no es posible expresar su apariencia, cualidad y propósito, excepto en forma simbólica. Por lo tanto, deberían recordarse los siguientes puntos:

  1. La consciencia de la personalidad corresponde al tercer aspecto de la divinidad, el aspecto creador. Actúa en materia y sustancia a fin de crear formas para que pueda expresarse la cualidad, demostrando así la naturaleza de la divinidad en el plano de las apariencias.
  2. La consciencia del ego corresponde al segundo aspecto de la divinidad, el del alma, expresándose como cualidad y determinante «color» subjetivo de la apariencia. Esto lógicamente varía de acuerdo a la capacidad del alma contenida en cualquier forma, para dominar su vehículo, la materia, y expresar su cualidad innata por intermedio de la forma externa.
  3. La consciencia de la mónada corresponde al primer aspecto de la divinidad, aquello que personifica la intención y el propósito divinos de la vida y emplea al alma con el objeto de manifestar el propósito inherente de Dios por intermedio de esa alma, lo cual determina la cualidad. El alma encierra el propósito y la voluntad de Dios a medida que va expresándose en siete aspectos. La mónada manifiesta el mismo propósito tal como existe, unificado en la mente de Dios mismo. Este conjunto de palabras prácticamente nada imparte al pensador común.

A medida que en el plano físico el hombre va comprendiendo estas tres expresiones de la única Gran Vida, se sintoniza conscientemente con el emergente Plan de la deidad, y toda la historia del proceso creador se convierte en la historia del conocido propósito de Dios.

En primer lugar, y también a medida que el tercer aspecto se desarrolla conscientemente, el hombre llega a conocer la materia, la sustancia y la actividad externa creadora. Luego comprende las cualidades subyacentes que la forma está destinada a revelar, y se identifica con el ego, alma o ángel solar, llegando a conocerlo como su verdadero yo, el verdadero hombre espiritual. Después comprende el propósito que se va manifestando a través de las cualidades cuando se expresan por medio de la forma. Estos párrafos resumen lo expuesto anteriormente, pero es necesario que los conceptos vertidos sobre estos temas sean claros. A medida que se profundiza el estudio, se evidencia que todo este progresivo proceso de comprensión gira alrededor de la manifestación de la forma, y tiene relación con la cualidad y el propósito de la Mente Divina. Inevitablemente resultará claro para quien ha estudiado el tema en el Tratado sobre fuego cósmico, que se refiere específicamente al proceso creador y al de la manifestación. Por lo tanto, se ocupa de la expresión externa de la personalidad de esa gran Vida que todo lo incluye y denominamos Dios a falta de mejor término. Debe recordarse que nuestro universo (hasta donde puede concebirlo la más elevada consciencia humana) se halla en los siete subplanos del plano físico cósmico, y que el tipo más elevado de energía, que representa para nosotros la más pura expresión del espíritu, no es nada más que la manifestación de la fuerza del primer subplano del plano físico cósmico. Por lo tanto, en lo que a la consciencia concierne, tratamos lo que podría considerarse simbólicamente como la reacción y la respuesta cerebral al propósito cósmico —la reacción cerebral de Dios Mismo—.

En el hombre, el microcosmo, el objetivo del propósito evolutivo en el cuarto reino de la naturaleza, es capacitarlo para que se manifieste como alma en tiempo y espacio y se sintonice con el propósito del alma y el plan del Creador, tal como lo conocen y expresan los Siete Espíritus ante el Trono, los siete Logos planetarios. Pero aquí solo podemos hacer alusión a un gran misterio, y es que todo lo que pueden captar los más elevados Hijos de Dios en nuestro mundo planetario manifestado, es una parcial realización del propósito y del plan del Logos solar, así como lo capta, comprender y expresa, uno de los Logos planetarios que está (en su lugar y período de actuación) condicionado y limitado por su propia y peculiar etapa de evolución. Una séptima parte del Plan en desarrollo se está expresando en nuestra vida planetaria particular, y como este gran Ser no es una de las siete Vidas sagradas y, por lo tanto, no se expresa a través de uno de los siete planetas sagrados, el Plan, tal como se desarrolla en la Tierra, es parte de una expresión dual del propósito, y únicamente cuando otro planeta no sagrado alcance su culminación podrá ser comprendido el entero Plan destinado al planeta Tierra. Quizás no sea fácilmente comprendido, pues solo los iniciados, como ya se ha dicho, pueden captar parcialmente la significación de la afirmación que dice «los dos serán uno y conjuntamente expresarán la divinidad».

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