Los cuerpos sutiles
Los cuerpos sutiles envuelven el cuerpo del ser humano de forma tridimensional.
Son una especie de ondas que lo protegen e interactúan entre sí filtrando todo lo que proviene del cosmos, amoldándose concéntricamente a fin de regular lo que penetra desde las esferas superiores hasta la vida física. Son como dimensiones diferentes que se engloban unas a otras a la manera de las muñecas rusas. Así pues, el cuerpo sutil es un ente psíquico, no físico, superpuesto a nuestro organismo.
Existen siete cuerpos sutiles. El cuerpo divino es el más elevado y es quien decide encarnarse; al otro extremo se sitúa el cuerpo físico. Entre estos dos existen otros cinco cuerpos que relacionan la energía y la organizan para que funcionen todos los niveles.
El cuerpo físico o denso
Es el cuerpo de expresión, es la parte visible. Tiene gran importancia porque es el que nos relaciona con el exterior, con el mundo que nos rodea. La inercia y la comodidad van en contra de la esencia de este cuerpo, que es el movimiento. La serenidad es su gran aliado, pues en estos tiempos en los que la prisa amenaza constantemente al individuo, mantener la calma nos permite captar la auténtica necesidad de las cosas y discernir qué puede ser lo correcto en cada momento.
El cuerpo etérico
Es el vehículo de la esencia vital del cuerpo. Toda partícula del cuerpo físico está rodeada de una envoltura etérica, es una copia del cuerpo físico, un duplicado. Es el que canaliza la energía y la emana. La energía que circula lo hace a través de canales sutiles e invisibles llamados meridianos o nadis. La calidad de la energía etérica dependerá de los nutrientes que consumamos, los cuales revertirán en este cuerpo a través de las vibraciones solares emitidas por los elementos que nos rodean, como las plantas, la fruta, los árboles.
El cuerpo etérico atrae energías vitales del Sol a través del chakra del plexo solar, y energías vitales de la tierra a través del chakra basal. Acumula estas energías y, a través de los chakras y los nadis, las conduce al cuerpo físico en flujos vitales ininterrumpidos.
La radiación de la energía del cuerpo etérico se extiende unos centímetros más allá del cuerpo físico: es el aura etérica. Cuando el «hambre de energía» del organismo está saciado, la energía sobrante del cuerpo etérico se irradia hacia fuera a través de los chakras y de los poros. Sale a través de los poros en filamentos de energía rectos de aproximadamente 5 centímetros de longitud constituyendo con ello el aura etérica, que, por lo general, es la primera fracción del aura total percibida por las personas clarividentes.
Este cuerpo y el físico reaccionan intensamente a los impulsos mentales que proceden del cuerpo mental, de ahí la gran importancia y trascendencia que tiene en nosotros el pensamiento positivo, pues gracias a él podemos favorecer notablemente la salud de nuestro cuerpo si lo sugestionamos mediante el pensamiento positivo.
El aura
El aura es la manifestación del verdadero estado interior de la persona. Se refleja por medio del campo electromagnético que rodea a todo ser vivo. Podríamos decir que es el conjunto de los cuerpos sutiles que poseen los seres humanos, además del físico.
El aura varía en cada individuo del mismo modo que varían las personalidades de cada uno de nosotros; por eso es una extensión sutil de nuestra personalidad manifestándose por consiguiente en su brillo intensidad y color. Como se ha dicho anteriormente, las personas especialmente sensitivas tienen la capacidad de percibir el aura de cada ser vivo y percatarse asimismo de su estado de salud. Nuestro carácter queda proyectado en el aura; en ella está lo que somos, y no lo que parecemos ser al ojo visible.
Se ha demostrado que todo lo que ocurre en nuestro cuerpo físico repercute antes en el plano energético.
El cuerpo astral
También llamado cuerpo de las emociones o emocional, pues en él se reflejan todos los deseos, emociones y sentimientos procedentes, tanto del exterior como las que se generan en el cuerpo mental.
Se extiende más allá del aura etérica aunque su forma es exactamente igual a la del cuerpo físico.
En ocasiones el cuerpo astral se disocia del cuerpo físico. Es lo que sucede durante el sueño, aunque la mayoría de la personas no son conscientes de este fenómeno conocido también como viaje astral; muchas veces recordamos determinados sueños que en realidad han sido viajes astrales.
Ninguno de los otros cuerpos sutiles marca con tanta fuerza la visión del mundo y de la realidad del hombre medio como el cuerpo emocional. En el cuerpo emocional se hallan almacenadas, entre otras, todas nuestras emociones no liberadas, las angustias y agresiones conscientes e inconscientes, las sensaciones de soledad, rechazo y falta de autoconfianza, etcétera; emiten sus vibraciones a través del aura emocional y transmiten el mensaje inconsciente que enviamos al mundo exterior.
El cuerpo mental no puede ejercer mucha influencia sobre el cuerpo astral, pues este sigue sus propias leyes. Es más, las emociones y frustraciones o pensamientos negativos no liberados permanecerán en la encarnación venidera, ya que el cuerpo astral perdura después de la muerte y con él se reencarnan las estructuras emocionales.
La mayor proporción de «nudos emocionales» del cuerpo emocional se encuentra localizada en la zona del chakra del plexo solar.
El cuerpo mental
En él se albergan los pensamientos y nuestro intelecto. Su principal función es la de reequilibrar los distintos niveles cerebrales y los dos hemisferios, con el fin de neutralizar la hegemonía de la mente concreta y racional de nuestra existencia.
Asimismo, sirve de intermediario entre los planos inferiores: material, físico, etérico y astral; y por otro, los que le son superiores: planos causal, mental superior y divino.
Con frecuencia, debido a la influencia del cuerpo emocional y de sus estructuras emocionales no liberadas, las informaciones se distorsionan y el pensamiento se tiñe. Surgen esquemas mentales recurrentes a través de los cuales enjuiciamos los acontecimientos de nuestro mundo. Esto significa que el entendimiento racional no es ni mucho menos objetivo y neutral, aun cuando se le atribuya esa cualidad.
El cuerpo causal
Es el cuerpo del alma. Su radiación solo es visible si la persona ha alcanzado el control del karma, es decir, el dominio de la causalidad de su existencia.
Este cuerpo está formado por todas las energías positivas que generamos desde el principio de todas las encarnaciones. Cuando morimos físicamente, el cuerpo causal escapa de su formato carnal, por lo que si una persona muere sin haber resuelto sus frustraciones, no podrá acabar su viaje de reintegración sin volver a encontrárselos de nuevo, pues su alma necesitará plasmarse en la densidad del cuerpo físico para poder desatar los nudos mediante la materia.
El cuerpo mental superior
También se denomina cuerpo átmico, búdico o crístico, dependiendo de la religión a la que hagan referencia. Atma o Christos se encarna en cada uno de nosotros, de modo que cuando una persona integra en su vida esta conciencia cósmica, puede comprender la universalidad y el principio subyacente a las múltiples manifestaciones de la Unidad. Este estado mental negociará con el entorno y el plano de la potencia.