Pablo Calvo
Dios es cuervo
La historia sagrada de San Lorenzo
Sudamericana
A mi viejo, que me llevó de la mano al Viejo Gasómetro.
A mi hermano, que hace veinte años me acompañó a la inauguración del Nuevo Gasómetro.
A mi hijo, con quien pronto iremos al futuro estadio en la avenida La Plata.
Al recuerdo de mi vieja, que nos esperó con mate aquella madrugada helada en la que volvimos de Rosario increíblemente campeones.
A todos los que sueñan con la vuelta a Boedo. A los amigos cuervos, en especial a Fernando Cibeira, Javier Calvo, Hernán Cappiello, el Pampa Gambini, el Gato Aulicino y Juan Manuel Foglia.
Al abuelo Eduardo, Oscar y Mariano. A Diana y su familia futbolera. A René Pontoni I, II y III.
A los periodistas del Ciclón, por contagiar alegría. Y al Papa Francisco, porque tiene la humildad de ser uno más de nosotros.
A DONDE VAYAS , M ATADOR
Me puse la camiseta de San Lorenzo en la Muralla China, las pirámides de Egipto, el Coliseo romano y el Partenón. Fui un hincha suelto en tierras de emperadores y guerreros, reinas y faraones, gladiadores y sabios, en honor a una costumbre que tenemos los cuervos: dejar huella en los lugares más remotos del planeta.
Somos como los caracoles, llevamos nuestra casa encima, y cada domingo renovamos el amor con un cantito:
Y dale, dale Matador,
a todas partes voy con vos
hasta que muera.
Yo siempre te voy a seguir
dejando el alma en el tablón,
ganes o pierdas.
Volver a Boedo, esa es mi ilusión
quiero la vuelta, quiero verte campeón.
El sentimiento que hay en mí,
no te lo puedo explicar:
es algo que se lleva adentro…
Adonde vayas, Matador,
contigo siempre voy a estar,
por los colores de este amor.
Vamo’ Ciclón, vamo’ a ganar
y La Gloriosa va a festejar
por la azulgrana voy a morir,
sin el Ciclón no se vivir.
Errantes como un pueblo bíblico, vivimos esta pasión mundana sin dejar de mirar al cielo. Puteamos, pero nos persignamos. Y cuando tenemos un sueño imposible, llenamos la Plaza de Mayo, inundamos las redes sociales y presentamos petitorios para conseguir avales que lo hagan realidad. Lo llamativo es que hasta lo más increíble se hace realidad.
El 13 de marzo de 2013, mientras una gaviota buscaba el calor de la chimenea del Vaticano y nadie se asomaba aun por sus balcones, escribí un tweet que decía “¡¡¡El Ciclón. El Ciclón!!!” y lo dejé listo para enviar cuando se anunciara al sucesor de Pedro.
Como muchos en Boedo, había presentido que Jorge Bergoglio, hombre de tribunas subir, podía ser el primer Papa de la Historia hincha de San Lorenzo —un club que, en sus orígenes, salía campeón cada trece años—. Todos conocen el resultado de la profecía, pero nadie sabe qué pasará de aquí en más.
Así como la humanidad divide su existencia en antes y después de Cristo, la vida de San Lorenzo quedó partida en dos y ha vuelto a empezar. Es un antes y un después de la llegada de Francisco, el Papa argentino. Y los cuervos hemos entrado en una dimensión desconocida.
En el recuerdo permanente están las primeras diez vueltas olímpicas, conseguidas en 1933, 1946, 1959, 1968, dos en 1972, 1974, 1995, 2001 y 2007; la Copa de Honor de 1936; el primer campeonato invicto del fútbol argentino, en 1968; el récord de trece victorias consecutivas, intacto desde hace trece años; la paternidad sobre Boca y Huracán; y los 6.300 goles que hicimos en los 3.800 partidos jugados hasta aquí.
Es imborrable, además, la consagración de los hinchas como campeones de la lealtad, en 1982, cuando el equipo jugó en la Primera B y, sin sentir deshonra, llenó las canchas y superó en aliento a todos los grandes que jugaron ese año en la A.
Pero un tiempo nuevo ha comenzado.
¿Adónde festejar? Ya había ido a la Torre de Pisa y, para la foto, me incliné como Lucho Malvárez cuando hacía la barrera. También disfruté del París del Pocho Lavezzi desde la cima de la Torre Eiffel, donde dos enamorados tomaban champagne y miraban curiosos mi gorro azulgrana.
Pero más divertida fue la tarde en la que trepé los 206 escalones que llevan hasta la punta del Obelisco, en junio de 2011.
Al llegar a la cima, estaba transpirado como el Pichi Mercier cuando hace los relevos, así que abrí la mochila, saqué los bizcochitos y me tomé unos mates con otro cuervo, Mariano Gavira, que me seguía en ese precipicio de 67 metros de profundidad. Faltaba cumplir con el rito, asomarnos por la ventana sur del monumento emblemático de Buenos Aires, la que da a la cara de Evita, y agitar una bufanda azulgrana.
Al momento del festejo, un fotógrafo nos captó desde el suelo y, aunque diminutos, allá estamos, retratados en una celebración inigualable.
No queríamos bajar más de ese lugar, una cavidad egipcia en medio de la Ciudad, así que nos pusimos a armar equipos con hinchas de San Lorenzo famosos.
Mi favorito fue el de músicos, porque combinaba estilos de lo más diversos. Elegí a Norberto Pappo Napolitano para el arco, en homenaje a su porte y vozarrón de capitán; armé una defensa con Alejandro Lerner, Cacho Castaña, Vicentico y David Bisbal; en el medio puse a gente de experiencia, como Hugo del Carril, Alberto Cortez y Joaquín Galán; y adelante me la jugué por Axel, José Ángel Trelles y David Lebón.
Axel y Trelles, pensé después, habían sido dos artistas muy escuchados por Bergoglio, así que me propuse entrevistarlos, en su condición de dueños de secretos desconocidos para la hinchada.
En la punta del Obelisco seguíamos armando equipos de fantasía.
Como el escalador que me acompañó era más joven, ideó una formación más fresca, con el cantante de La Mosca, Guillermo Novelis, al arco; los actores Gastón Soffritti y Ludovico Di Santo, más el presentador Iván de Pineda, en la línea de tres; los periodistas Rodolfo Barili, Claudio Pérez, Pablo Marchetti y Guillermo Pardini en el medio; y el presentador Hernán Caire en la delantera, junto a los cómicos Beto César y Miguel Ángel Rodríguez, autor de la definición más acertada que escuché sobre San Lorenzo, al que llama “el club de barrio más grande del mundo”.
A mi socio en las alturas le dije que no podíamos dejar afuera a las damas, porque la tribuna de San Lorenzo siempre está poblada de chicas, divinas, aunque intraducibles cuando se enojan con los referís.
Coincidimos en alinear a éstas once: Susana Giménez, Pinky, María O’Donnell, Ana María Picchio, Julieta Prandi, Valeria Mazza, Ingrid Grudke, la mexicana Verónica Castro, la peruana Gianella Neyra y la boricua Mimí Maura, que canta como nadie “Mírala que linda viene,/ mírala que linda va,/ es la barra de Boedo/ que al Ciclón viene a alentar,/ no me importa donde juegue/ siempre la voy a seguir,/ yo lo quiero a San Lorenzo/ y por él voy a morir”.
Desde la punta del Obelisco escuchamos las sirenas de las ambulancias del SAME, y me acordé que el jefe de esa flota, Alberto Crescenti, juega de arquero y es fana del Ciclón.
Estábamos acostumbrados a ver hinchas de San Lorenzo por todos lados y a disfrutar del efecto multiplicador que provocan las apariciones de Viggo Mortensen con la camiseta en las alfombras de Hollywood y las transmisiones de Marcelo Tinelli a toda América Latina. Ellos habían llevado la presencia azulgrana más allá de las fronteras. Lo que nunca imaginamos es que iba a subir un Papa a esta tribuna invisible y sin tiempo, extendida por el universo, donde todos nos igualamos.
Epicentro de manifestaciones populares, protestas y celebraciones, el Obelisco es un monumento que da para todo: a veces, lo disfrazan de preservativo y, a veces, de árbol de Navidad. Pero nunca pasa desapercibido. Es un ícono tan porteño como Bergoglio, futbolero de chico, bailarín de tango en su juventud y caminante de los rincones de la Ciudad. Será por eso que Obelisco y pastor nacieron el mismo año, 1936, cuando se cumplían cuatro siglos de la primera fundación de Buenos Aires.