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Lorenzo Helguero - Guía para padres

Aquí puedes leer online Lorenzo Helguero - Guía para padres texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2019, Género: Niños. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Lorenzo Helguero Guía para padres

Guía para padres: resumen, descripción y anotación

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Guía para padres es una colecció de cuentos que narran -empleando muchas veces un tono humorístico- las diferentes experiencias de la paternidad. Aunque este libro no le dará instrucciones sobre cómo criar a un hijo, se sentirá identificado con algunas situaciones que le arrancarán más de una sonrisa

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Guía para padres — leer online gratis el libro completo

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Lorenzo Helguero
Guía para padres
Guía para padres Lorenzo Helguero Lorenzo Helguero 2019 Asociación por la - photo 1
Guía para padres Lorenzo Helguero Lorenzo Helguero 2019 Asociación por la - photo 2

Guía para padres

Lorenzo Helguero

© Lorenzo Helguero, 2019

© Asociación por la Cultura y Educación Digital, 2019

Diseño y diagramación:

Diagramación: Héctor Huerto Vizcarra

Diseño de la portada: Gerardo Espinoza

Publicado digitalmente por:

ACUEDI Ediciones

Calle Vertiente N° 179 – La Molina

RUC: 20546738419

hector@acuedi.org

Segunda edición – agosto 2019

Tiraje : formato digital

ISBN: 978-612-47991-6-7


Para Diego y Fabrizio, dos soles brillando en el mismo cielo.

Lorenzo Helguero Lima 1969 es Doctor en Literatura latinoamericana - photo 3
Lorenzo Helguero

(Lima, 1969) es Doctor en Literatura latinoamericana (Georgetown University). Ha publicado los libros de poesía Sapiente Lengua (Lima, 1993), Boletos (Lima, 1993), Beissán o el abismo (Lima, 1996), El amor en los tiempos del cole (Lima, 2000), Poeta en Washington D.C. (Lima, 2004), Insomnio (Lima, 2006), 35 milímetros (Lima, 2015) y la antología poética Las voces aquí reunidas (Lima, 2017), así como los libros de cuentos Fiesta de promoción (Lima, 2008) y Guía para padres (Lima, 2014). Además, ha publicado las novelas Entre el cielo y el suelo (Lima, 2008), ganadora del concurso de novela corta Julio Ramón Ribeyro, Mañana en El Botecito (Lima, 2012), Bodas de plata (Lima, 2018) y la novela juvenil Voy a salir jalado en Castellano (Lima, 2017). Actualmente se dedica a la docencia.

Instrucciones para cambiar un pañal Coloque al bebé en una superficie plana - photo 4
Instrucciones para cambiar un pañal

Coloque al bebé en una superficie plana. Con una mano sujételo de los tobillos y levante las piernas de la criatura hasta llegar a un ángulo de 70 o 75 grados. Con la otra mano retire cuidadosamente el pañal sucio y coja un paño húmedo. Proceda a limpiar, usando cuantos paños sean necesarios. Si por casualidad llegara a mancharse, evite la tentación de irse al baño a lavar: el bebé puede levantarse y correr desnudo por toda la casa dejando marcas de su presencia en las paredes.

En caso de que la criatura sea de género masculino, es recomendable tener a mano una servilleta o toalla de papel, dado que en cualquier momento (y sin advertencias meteorológicas) una lluvia de oro puede caer directamente sobre su rostro. Si la criatura es una mujer, respire tranquilo: su vida va a ser mucho más fácil.

Con la misma mano que usó para limpiar, coja el pañal limpio y colóquelo en la superficie plana, justamente donde al momento de empezar estaba la baja espalda del bebé. Regrese las piernas a la posición original de 180 grados y cierre el pañal de la manera más rápida posible. (Aunque no lo parezca, esta es la parte más difícil del procedimiento: usualmente los bebés —en especial los que tienen más de un año— suelen moverse como epilépticos o cantantes de música punk. Si algo así sucediera, puede considerar el uso de sogas u otro tipo de instrumento inmovilizador).

Coloque finalmente el pañal sucio en una bolsa de plástico. Coloque ahí también las frustraciones, los fracasos, los malos humores.

Globo

Tener un hijo a los catorce años no es nada fácil.

Fue mi primera enamorada y mi primera vez. No nos cuidamos porque no sabíamos bien cómo hacerlo, además que ninguno de los dos pensaba que esa noche iba a pasar lo que finalmente sucedió.

Fue justamente el día en que cumplí catorce, entre globos y serpentinas.

La invitación era a las ocho, pero Andrea llegó a mi casa a las seis, con una torta de chocolate, una minifalda rosada y los labios pintados de un rojo intenso. A los pocos minutos, mi mamá se fue a recoger unos alfajores de la pastelería, dejándonos la casa para celebrar por anticipado.

Ahí estábamos los dos, solos sobre el sillón de cuero (o imitación cuero, hasta ahora no lo sé), besándonos, acariciándonos, quitándonos de pronto la ropa, la vergüenza, el miedo. Fue realmente hermoso: vorágine, abismo, vacío, inmensidad que se abría en ese instante.

No lo volvimos a hacer. Andrea estaba un poco arrepentida y asustada, en especial cuando no le vino la regla en casi dos meses. Terminó por contarle a su mamá, quien la llevó a un médico que confirmó el embarazo. Los gritos, por supuesto, llegaron de todas partes.

Pese a nuestra edad, nunca se consideró la opción del aborto. Nuestras familias son católicas y jamás hubieran aceptado una solución tan radical. Tampoco nos podíamos casar, evidentemente, así que se decidió que Andrea se fuera a un pueblo del interior a tener el hijo, y después de un tiempo volviera como si no hubiera pasado nada.

Cuando Sebastián cumplió los dos meses, Andrea regresó a la capital y a mí. Ver a ese bebé que tenía la misma forma de mi cara, me llenó de orgullo y felicidad: era mi hijo, una extensión de mi carne, un pedazo de cielo con el cual ella jugaba a las muñecas.

Andrea regresó al colegio, al turno de noche, para poder ocuparse del bebé por las mañanas, hora en que su mamá trabajaba de secretaria en no sé qué compañía. Había un par de horas —de cuatro a seis de la tarde— en las cuales ninguna de ellas se podía ocupar de Sebastián, por lo que yo, después de hacer mis tareas (o a veces sin terminarlas), solía llegar a las cuatro a la casa de Andrea, y jugaba con el bebé por más de dos horas: le mordía suavemente los pies, la barriga, los brazos, lo que generaba una risa incontrolable y casi asfixiante en la criatura.

Cuando el bebé cumplió cuatro meses, muchas cosas cambiaron.

Todos los días, alrededor de las cinco de la tarde, Sebastián empezaba a llorar de manera inconsolable. Yo estaba solo, y era muy difícil tratar de calmarlo: hiciera lo que hiciera, continuaba llorando por horas.

Consultamos al pediatra, y dijo que lo más probable era que se tratara de un cólico de gases. El bebé estaba bien, nos dijo, y era normal que pasara por esa etapa, que en unos meses, cuando empezara a comer sólidos, todo se iba a normalizar.

El día que Sebastián cumplió los seis meses le empezamos a dar zanahorias, pero el problema continuó y se hizo todavía peor, porque cada vez que tocaba su barriga se escuchaban tambores de guerra.

Pese al agua de anís que le dábamos al bebé, nada cambió. Se llenaba tanto de gases, que a veces, mientras Sebastián estaba durmiendo, empezaba a elevarse poco a poco, dejando abajo sus sábanas y muñecos de peluche. Eran apenas pocos centímetros, pero me pareció que lo más indicado era amarrarlo al borde de su cuna para evitar cualquier complicación. Un día en que me olvidé de hacerlo, encontré a mi hijo durmiendo de espaldas contra el techo, con sus medias rojas de ositos y su sonrisa inconsciente y perfecta.

Durante algunos días esto fue bastante problemático, pero ya me he ido acostumbrando. Ahora, cerca de las cinco de la tarde, amarro a Sebastián a mi dedo y nos vamos al parque que queda muy cerca de la casa de Andrea. De pronto él, normalmente vestido de rojo, empieza a elevarse lentamente, poco a poco, hasta que llega a estar casi por encima de los árboles. Yo corro por el parque, sintiendo la fuerza del hilo en mi dedo, viendo cómo Sebastián flota en el aire, alto, muy alto, moviéndose de un lado al otro, subiendo todavía más, pintando de rojo el horizonte.

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