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José Luis Martínez - El mundo antiguo IV

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José Luis Martínez El mundo antiguo IV

El mundo antiguo IV: resumen, descripción y anotación

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Según la expresión de Marius B. Jansen, durante siglos China fue para Japón su Grecia y su Roma. Fue la fuente de su sistema de escritura, de sus clásicos filosóficos y religiosos, de sus instituciones, de sus formas de gobierno, de su arte y de su literatura. Un punto de partida del que los japoneses fueron aprovechando cuanto era más afín a su temperamento para extraer de ello, en nuevas circunstancias, nuevos productos. Es sorprendente que los chinos, cuyas preocupaciones filosóficas son los fines de este mundo, que precedieron al resto de las naciones en conocimientos prácticos y que fueron los inventores del papel, de la imprenta, de la pólvora y de la brújula, no llegaran a otros inventos prácticos como los que revolucionaron el mundo en los siglos XVIII y XIX. Al través de una selección de textos literarios, religiosos, históricos y filosóficos, José Luis Martínez muestra, en esta antología, que las diferencias que separan a nuestra cultura de la china y de la japonesa no son tan amplias como de ordinario se cree.

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JOSÉ LUIS MARTÍNEZ n Atoyac Jalisco 1918 Cronista de la Ciudad de México - photo 1

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ n. Atoyac, Jalisco, 1918. Cronista de la Ciudad de México desde 1975. Es autor de los siguientes libros: Literatura mexicana: Siglo XX, La expresión nacional, La emancipación literaria de México, El ensayo mexicano moderno, La luna, Nezahualcóyotl. Vida y obra, Cuidad y diversidad de la literatura latinoamericana y Pasajeros de Indias. Ha sido Embajador de México en Perú (1961-62), ante la UNESCO (1963-64) y en Grecia (1971-74). Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes (1965-1970), Director General del Fondo de Cultura Económica (1976-1982) y Director de la Academia Mexicana de la Lengua (1980).

CHINA

Mariposas y flores. Anónimo. Dinastía Sung. →

Introducción
HISTORIA
El nombre y el marco geográfico

El nombre de China es una denominación convencional extranjera, derivada probablemente de la dinastía Ch’in que reinó sobre el imperio en el siglo III a. C. En el pasado, los chinos, que se consideraban en el centro del mundo, llamaban a su país T’ien Hsia, «Bajo el cielo», y más comúnmente Chung Kuo, «El Reino de En Medio», y se llamaban a sí mismos, Dying-kuo-ren, «Hombres del país de en medio». Hoy se llama su país Jen-min Kong-ho Kuo: República Popular China.

La China antigua no ocupaba todo el territorio que hoy pertenece a ese país —el tercero en extensión en el mundo—. En sus orígenes se limitaba a los valles del sureste asiático, regados por los ríos Huang-ho, o río Amarillo, Yangtsé y Si Kiang. Al norte de esta región se encuentra el desierto de Gobi y Mongolia —o Mogolia—, el antiguo reino de Hsiung Nu o de los hunos. Al oeste, la limitaba la alta meseta del Tíbet y la cadena montañosa del Himalaya; al sur, los pueblos khmer que habitaban la península malaya, y al este, el mar Amarillo y el mar de la China, con extensos deltas fluviales y golfos y dos grandes islas cercanas al continente, la de Taiwán o Formosa y la de Hai-nan.

La época legendaria y las primeras dinastías: 1800-206 a. C.

Según las tradiciones chinas, hacia 1800-1500 a. C., el rey Yu el Grande, al que se atribuye haber apaciguado el diluvio, fundó la dinastía Hsia. En su época se inventó la rueda de los alfareros y se inició la domesticación de algunos animales.

La primera dinastía histórica es la de los Shang, que ocuparon el Honán, en la cuenca del río Amarillo, y crearon estados feudales. En tiempos de los Shang se construyeron ciudades amuralladas, se labró el bronce, la piedra y el marfil, se rindió culto a los antepasados y a fuerzas de la naturaleza y se inventó la escritura china y el carro de guerra.

La casa rival de los Shang, los Chou, del valle de Wei, lograron vencer a aquéllos y dominaron China durante un largo periodo, de 1122 a 221 a. C. Empujados por la amenaza de los bárbaros, los Chou fundaron una capital en Lo-yang (770 a. C.) y crearon un estado feudal. Las tierras de cada señorío estaban rodeadas por los dominios de sus vasallos, que a su vez limitaban con feudos menores.

Debilitado el poder del rey, el país se dividió en tres partidos. Es la época de los «Reinos combatientes». Aparece por entonces la fundición del hierro, que hace progresar la agricultura y el comercio, y se desarrollan las técnicas militares. En el siglo VI a. C. la cultura china, bajo los Chou, alcanza una de sus culminaciones con la aparición de Kung Fu-tse o Kung-tse, Confucio, un maestro de moral que enseña una ética basada en el altruismo, la tolerancia y la armonía; de Meng-tse, o Mencio, su discípulo, y de Lao Tzu o Lao Tse, el filósofo que predica la doctrina del Tao, la vía, principio normativo del universo, origen y fuente de lo que existe y es verdadero.

Hacia 221 a. C. abdica el rey Chou en favor de Shih Huang-ti, soberano de los Ch’in —posible origen del nombre de China— que adopta el título de emperador, funda una nueva dinastía, instala su capital en Hsi-an, reunifica China y logra la sujeción de los señoríos feudales.

El gobierno de los Ch’in desplegó intensa actividad. Conquista la región del Yangtsé, concluye la construcción de la Gran Muralla, para defender de los hunos la frontera norte, reorganiza el gobierno, que dirigían funcionarios especialmente instruidos, divide el país en 36 provincias, unifica la escritura, los pesos y medidas, la moneda y el largo de los ejes de los carruajes, para facilitar las comunicaciones.

El periodo Han y las seis dinastías: 206 a. C.-618 d. C.

La breve dinastía Ch’in fue destronada hacia 206 a. C. por un propietario, Lieu Pang, que fundó una nueva dinastía, la Han, que dominará China durante más de 400 años, hasta 220 d. C. Los Han prosiguen y perfeccionan la organización gubernamental iniciada por sus predecesores. En el interior, los Han se ocupan de los impuestos, realizan obras hidráulicas y reglamentan las cuotas de riego, dirigen el comercio y el transporte, declaran religión de estado el confucianismo, hacen grabar en piedra los Cinco clásicos y las Analectas de Confucio y alcanza gran perfección la caligrafía artística. Su-ma Ch’ien, gran astrólogo e historiador, llamado el «Tucídides chino», escribe una célebre crónica histórica, que va desde los orígenes hasta el año 100 a. C.; hacia el año 100 se inventa el papel y se difunde el budismo de origen hindú; prosperan la astronomía y la alquimia. La refinada sociedad del periodo Han se refleja en la sobria factura de bronces, lacas, jades y sedas. En el exterior, se protegen las fronteras, se organiza la defensa contra los hunos —derrotados hacia 140-87 —, se desarrolla el comercio ultramarino y el transcontinental, para llevar al oeste la seda, que a través de la «Ruta de la seda» cruza el Asia y el Medio Oriente para ser llevada hasta Siria y el Imperio Romano. En el curso de estos siglos, la dinastía Han se ve perturbada por una escisión del reino (Han occidentales y Han orientales), se realiza la conquista del Turquestán y la expansión hacia el golfo Pérsico, y ocurren rebeliones de campesinos (los «Cejas rojas») y populares (los «Turbantes amarillos»). Al final de este periodo (c. 220), llamado de los «Tres reinos» (San Kuo), tres generales se dividen el imperio y las tribus nómadas y bárbaras asuelan las regiones del norte. China carece de un gobierno estable durante varios siglos.

Durante el periodo de las «seis dinastías» (220-618), el norte y el sur de China se separan. En el norte, invadido por hunos y turcos, se crean 16 reinos, y en el sur gobiernan sucesivamente seis dinastías: Chin, Sung, Ch’i, Liang, Sui y T’ang. Un emperador Sui, Yang Chien, intenta la reconstrucción del país, abre un canal de comunicación entre el Yangtsé y el Huang-ho y edifica una nueva capital, Ch’ang-an, construida sobre el llamado Plan Divino, en cuadrícula simétrica. Otro emperador, Yang-ti (606-618), inicia el procedimiento de elegir a los funcionarios por medio de exámenes literarios, sistema que continuará en vigor hasta principios de nuestro siglo.

La época T’ang: 618-907

Una dinastía poderosa, la de los T’ang (618-907), con la que China alcanza su mayor auge, se inicia bajo Li Shih-min. Ch’ang-an, la capital del imperio, se transforma en una ciudad cosmopolita en la que conviven adeptos de múltiples religiones: musulmanes, taoístas, budistas, nestorianos (cristianos heréticos que creían en la separación de las dos naturalezas de Cristo, divina y humana) y maniqueos. El budismo, en especial, tiene un considerable incremento e influye en la literatura, la pintura y la escultura. China establece relaciones con la Persia sasánida, a través del Asia central. El imperio se transforma, gracias a reformas agrarias y administrativas que establecen impuestos sobre el ingreso. Se crean también distritos militares independientes para la defensa de las fronteras; los turcos son aniquilados y una expedición china llega a Corea. Los emperadores Tai-tsong y Hsuan-tsong, cuando China se encuentra en uno de sus periodos de mayor poderío y esplendor, a principios del siglo VIII, reciben en sus palacios a los grandes poetas líricos Li Po, Wang Wei y Tu Fu. En esta época, asimismo, se organiza el Cancionero T’ang , que reúne cerca de 50 mil poemas de más de 2 mil autores, y se funda la Academia Han-lin para la formación de altos funcionarios. Son también importantes los progresos científicos y tecnológicos: la pólvora se inventa y se emplea inicialmente sólo para juegos pirotécnicos; se inventan los tipos movibles de madera y se fabrican prensas de imprenta; en Ch’ang-an se construye un reloj astronómico y se realizan importantes trabajos de astronomía; la porcelana y la cerámica T’ang son reconocidas en el mundo asiático por su alta calidad y belleza; la pintura y la caligrafía alcanzan notable desarrollo, y los cortesanos elegantes se entusiasman con un nuevo juego, el polo. En la segunda mitad del siglo VIII se inicia la decadencia de este brillante periodo. Las rebeliones de algunos de los pueblos conquistados, árabes, uiguros (de Mongolia) y tangutes (del Tíbet), hacen abandonar al imperio sus ideas de expansión. Ocurren también levantamientos campesinos y persecuciones contra los budistas y en 907 es destronado el último emperador T’ang.

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