JOSÉ LUIS MARTÍNEZ n. Atoyac, Jalisco, 1918. Cronista de la Ciudad de México desde 1975. Es autor de los siguientes libros: Literatura mexicana: Siglo XX, La expresión nacional, La emancipación literaria de México, El ensayo mexicano moderno, La luna, Nezahualcóyotl. Vida y obra, Cuidad y diversidad de la literatura latinoamericana y Pasajeros de Indias. Ha sido Embajador de México en Perú (1961-62), ante la UNESCO (1963-64) y en Grecia (1971-74). Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes (1965-1970), Director General del Fondo de Cultura Económica (1976-1982) y Director de la Academia Mexicana de la Lengua (1980).
PERSIA
Introducción
El territorio, la lengua y la escritura
El Irán ocupa una meseta situada en el sudoeste de Asia, interrumpida por desiertos y altas montañas, y limitada al norte por el mar Caspio, al este por la llanura del Indo, al sur por el golfo Pérsico y el mar de Omán y al oeste por la llanura de Mesopotamia. Ocupa, pues, una situación intermedia entre las grandes civilizaciones del Extremo Oriente y, a través de Mesopotamia, los pueblos del Cercano y Medio Oriente y del Mediterráneo, lo que determinó que fuera en ciertos periodos un gran imperio y en otros un campo de invasiones, y siempre, un lugar de cruce de pueblos y civilizaciones.
Lo poblaron desde el segundo milenio a. C. pueblos venidos del norte que hablaban lenguas indoeuropeas, de la rama indoirania, que se llamaban a sí mismos arya, de donde se derivará el nombre de Irán.
Entre los siglos VII y IV a. C. los iranios emplearon un sistema de escritura cuneiforme, derivado probablemente del sumerio de Mesopotamia. Sin embargo, su sistema tiene características propias ya que consiste en 41 signos silábicos, 4 para las palabras: rey, tierra, provincia y Ahura Mazda , y uno para separar palabras. Posteriormente se emplearon los sistemas de escritura llamados pehlevi y avesta y, desde el siglo VII, se adoptó la escritura árabe.
Esquema histórico
Hacia el siglo VI a. C., cuando se desmembró el poder del antiguo imperio asirio, se formaron los reinos neobabilónico y medo, este último en las mesetas del Irán y en la Anatolia. Los medos-iranios, también llamados persas, alcanzaron pronto la supremacía y, conducidos por sus grandes reyes guerreros, Ciro, Cambises y Darío, dominarán un extenso imperio que se extendía, al oeste, hasta Tracia (al norte de Grecia), Lidia y Capadocia (en Turquía), Siria y el norte de Egipto; Armenia, Media, Babilonia y Partia en el centro, y por el oriente hasta la llanura del Indo. A principios del siglo V a. C., en el momento de su mayor poderío, al frente de enormes ejércitos, Darío y su hijo Jerjes emprendieron la conquista de Grecia, en las llamadas Guerras Médicas, cuyo resultado final quedará aplazado aunque les hará perder la satrapía de Tracia. La dinastía aqueménida, sucesora de los grandes monarcas, logra la unificación del imperio y hace de Persépolis una gran metrópoli con la colaboración de artesanos de múltiples nacionalidades: egipcios, babilonios, asirios, sirios, jonios y lidios. En 334 a. C. Alejandro, rey de Macedonia, inicia sus conquistas hacia el Oriente guiado inicialmente por la decisión de vengar los ultrajes cometidos antaño por los persas, que satisface con el incendio de Persépolis, el dominio de Persia y el desmembramiento de su imperio. Bajo las dinastías de los seleúcidas y los sasánidas, Persia se recupera y se construyen grandes ciudades, como Babilonia y Ctesifón, al mismo tiempo que se continúan perdiendo los antiguos dominios. El imperio sasánida, debilitado por sus enfrentamientos con los pueblos vecinos, sobre todo con Siria y Palestina, y por las guerras civiles, es derrotado e invadido en el siglo VII por el primer empuje imperial del Islam, y el antiguo Irán se convierte en Persia, una provincia islámica. Dos siglos más tarde los persas recuperan su libertad, pero en el siglo XI los turcos invaden el país; en el XIII llegan los mongoles y en el XIV los ejércitos de Tamerlán. A pesar de estas invasiones, el periodo de ocupación árabe permitió la asimilación de esta cultura, un intercambio intelectual muy activo y la reinterpretación de su propio pasado; y los dos siglos de hegemonía turca fueron un periodo de florecimiento cultural. Los soberanos eran príncipes ilustrados, protectores de las letras, que reunían en torno suyo a los escritores célebres de su tiempo.
Las letras
La literatura del Irán antiguo se inicia con el Avesta, colección de textos sagrados de la religión predicada por Zoroastro o Zaratustra, probablemente hacia el siglo VII a. C. No existen obras escritas de la época de los grandes reyes, con excepción de las inscripciones que atestiguan su gloria. Después de la conquista de Alejandro se borran pronto en el Irán las huellas griegas. La literatura profana de los primeros siglos de nuestra era es mal conocida. Existen algunas novelas históricas, crónicas, debates poéticos y relatos épicos. En 550 el médico Burzoe traduce, por encargo del rey Cosroes el Grande, del Panchatranta hindú, una colección de cuentos y apólogos, el Calila y Dimna, que en realidad era en buena parte obra suya.
A partir del siglo X, el primer género que se desarrolló fue la epopeya, con Firdusi, el autor del Shah-nama o Libro de los reyes, que relata la historia del Irán desde los orígenes hasta la conquista árabe. La poesía debe mucho a la tradición árabe. Se escribía poesía lírica, con elogios del vino y la naturaleza y temas amorosos, y cortesana para elogiar a los príncipes. Pero surgió también otra poesía de protesta o evasión, relacionada con las corrientes religiosas y filosóficas de la época, sobre todo del ismailismo. El más célebre de estos librepensadores fue Omar Khayyam.
En la época de la hegemonía mongólica, anárquica y miserable, prospera la poesía mística, o sufismo para los musulmanes, con Djalal-ed-din-Rumi en el siglo XIII. Al mismo tiempo, otro gran poeta, Saadi, cultiva una poesía moral más o menos teñida de misticismo. Después de la destrucción del imperio mongol, en el siglo XIV, el lirismo tiene un despertar con Hafiz, el mayor poeta de los persas. La preocupación de los mongoles por conservar el recuerdo de sus hazañas determinó, a principios del siglo XIV, la redacción de vastas obras históricas de nombres pomposos, como la Historia del conquistador del universo, Gengis Khan, de Djoveini, y la Suma de crónicas, de Rashid-ed-din. Se cultivó también en este siglo la literatura de carácter moral, en forma de tratados filosóficos o como recopilación de fábulas, cuentos y anécdotas, a la manera de las obras de Saadi y del Calila y Dimna.
Zaratustra
(c. s. VII a. C.)
DEL « AVESTA »
El Avesta es el conjunto de los textos sagrados del zoroastrismo, religión dualista de la antigua Persia o Irán. Está formado por cinco secciones: Yasna, de liturgia, que contiene los Gathas o himnos; Vispered, «todos los jefes»; Vendidad o código sacerdotal; Yashts, de invocaciones, y Khordah Avesta o «pequeño Avesta », libro de devociones privadas para uso de los laicos. Existe una gran afinidad entre las doctrinas del Avesta y las de los Vedas de la India. Los Gathas son los himnos más antiguos del Avesta y se atribuyen a Zaratustra o Zoroastro. Constituyen, estos últimos, la expresión más pura de su doctrina que, oponiéndose al naturismo de las antiguas religiones indoiranias, propone nociones morales y sociales.
Respecto a Zaratustra, el primero de los sabios o magos, se ignora la fecha precisa de su predicación aunque se supone que ocurrió hacia el siglo VII a. C. De cualquier manera, los textos del