EMILIO CASTELAR (Cádiz, 1832 - San Pedro del Pinatar, Murcia, 1899)
Político y escritor español, último presidente de la Primera República. Redactor de El Tribuno (1854), La Soberanía Nacional (1855) y La Discusión (1856-64) y profesor de Historia en la Universidad de Madrid desde 1858, su franca oposición al gobierno de la reina Isabel II, manifestada a través del periódico antidinástico por él fundado y dirigido en 1864, La Democracia, le costó la cátedra. En 1865 fue condenado a muerte, pero logró huir al extranjero y permaneció en París hasta la revolución de 1868. Vuelto a la patria, se convirtió en jefe del partido republicano opuesto a los generales Serrano y Prim, quienes pretendían establecer la monarquía constitucional y al duque Amadeo I de Saboya, que ocupó el trono de España durante tres años. Ministro de Negocios Extranjeros tras la abdicación de éste, presidente de las Cortes y luego de la República en 1873, vio disminuida paulatinamente su influencia y abandonó el poder al año siguiente. A fines de 1874 era elegido rey Alfonso XII; Castelar, quien hasta entonces había pensado en establecer, junto con el jefe del partido liberal, Sagasta, un régimen republicano de carácter conservador, se opuso inicialmente a la monarquía; pero al cabo de varios años se reconcilió con el nuevo orden de cosas.
Considerado como el más elocuente orador de España, ha sido también uno de los grandes prosistas el siglo XIX. Influido por el Romanticismo, del que también hay huellas en su oratoria, se recuerdan entre sus obras los Recuerdos de Italia, alguna novela como Ernesto, Fra Filipo Lippi, El suspiro del moro y colecciones de artículos, discursos y diversos estudios jurídicos, históricos y de crítica literaria y artística, además de ensayos sobre ideología política.
Emilio Castelar, 1876
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
Notas
[1] Se ha respetado la ortografía original, que difiere de la utilizada actualmente. Las inconsistencias ortográficas se han normalizado a la grafía de mayor frecuencia. Se ha completado el emparejamiento de los puntos de admiración y de interrogación y los errores obvios de imprenta han sido corregidos.
PRIMERA PARTE
AL QUE LEYERE
Este libro reune las emociones más vivas despertadas en mi ánimo por los maravillosos espectáculos de Italia. No es en realidad un libro de viajes. Yo no he intentado añadir una obra más á las excelentes que tenemos en castellano sobre la nacion artística y que andan entre las manos de todos. Cuando un pueblo, un monumento, un paisaje, han producido honda impresion en mi ánimo, he tomado la pluma y he puesto empeño en comunicar á mis lectores con toda fidelidad esta impresion. No sigo, pues, órden alguno ni itinerario regular en mi libro. Pongo mis cuadros donde mejor me parece, por lo mismo que no tienen unos relacion con otros. Vuelvo á ciudades de donde parecia haber salido, y creo que cada capítulo forma un librito aparte.
Poco se encontrará en estas páginas de la vida corriente y de las costumbres actuales de Italia. En esta nacion, más que se vive, se recuerda. Es necesario mirarla histórica y estéticamente. Es necesario relacionar sus grandes monumentos con el tiempo en que nacieron, con las generaciones que los levantaron. Es necesario, delante de cada paisaje ó de cada ruina, evocar las sombras augustas que los realzan y recoger las ideas vivas que de su fecundo seno destilan. De otra manera, no se viaja, no, por Italia.
En su historia hay crísis que no son crísis nacionales, sino crísis humanas, como el paso del mundo antiguo al mundo moderno, como el paso de la Edad Media al Renacimiento. Por aquellos edificios tan vistosos, por aquellas estatuas tan serenas, han atravesado todas las tempestades del espíritu humano. Las ideas les han abierto hondas heridas. Y al verlos, se siente en el corazon y en el cerebro el esfuerzo inmenso que ha costado á los siglos crear el espíritu moderno, en que nosotros respiramos y vivimos. Por eso un viaje á Italia es un viaje á todos los tiempos de la historia. Por eso un escrito sobre Italia, más que descripcion, debe ser, en mi concepto, resurreccion. Yo he intentado colocarme siempre en la idea sobre que estas grandes obras de arte, de arqueología, de historia se alzan. Feliz, completamente feliz, si alguna vez lográra sentir á una con mis lectores los pensamientos que, digámoslo así, evaporan las obras artísticas y los recuerdos históricos de la inmortal Italia.
EMILIO CASTELAR.
PRÓLOGO
Publico hoy el segundo volúmen de los Recuerdos de Italia, escrito con el mismo método y los mismos procedimientos del primero. Donde quiera que un monumento, una ciudad, una persona ilustre, un territorio célebre han herido mi atencion, heme parado á contemplarlos y describirlos, dando en bosquejo fugaz, no sólo idea concreta de ellos, sino cuenta exacta de la serie de ideas que me han inspirado sus celajes, sus líneas, sus recuerdos, sus ruinas, su destino en la historia, su misterio en la poesía y en el arte. Muchas veces la personalidad histórica que de un paisaje se levanta, lo borra con su luz como el sol á las estrellas y lo supera con toda la superioridad que tiene el espíritu sobre la naturaleza. Esta consideracion me ha llevado á unir el nombre de Virgilio á Mantua, el nombre de San Francisco á Asis, el nombre de Tasso á Sorrento. En cambio no me atreví á recordar casi que hay una tiranía horrible unida á la isla de Capri, que hay un nombre abominable ligado con aquellos hermosos promontorios, el nombre de Tiberio; porque, decidido á elevar la conciencia humana como una hostia consagrada hácia lo infinito en pos del ideal, no quiero recordar ni sus desfallecimientos ni sus eclipses, ni sus sombrías noches, sobre todo cuando estudio y describo paisajes, épocas, monumentos á mi arbitrio.
Deseoso de dar á alguno de mis amigos pruebas verdaderas de afecto, les he dedicado en su dia y vuelvo á dedicarles ahora alguno de estos trabajos. Al señor D. Alfredo Adolfo Camús, mi antiguo catedrático en letras clásicas, varon ilustre de extraordinaria ciencia, á quien debemos ya várias generaciones la iniciacion segura en el templo de la antigüedad, le he dedicado un escrito á lo antiguo consagrado; el estudio conocido con el nombre de Mantua y Virgilio, pálido reflejo de la multitud de ideas recogidas en su sábia enseñanza, lejano eco de las admirables lecciones de su cátedra, pobre desquite de la ingratitud con que ha pagado la pública Administracion cuarenta años de no interrumpidos servicios á los grandes ideales literarios y á la ilustracion de la juventud española. Compañero en la visita á los claustros y á las iglesias de Asis, guía ilustre mio en aquel inmortal cenobio que se eleva como la tumba de Cristo en la cima de las edades; gran artista, honra de la Pintura española, el Sr. Casado del Alisal, cuyos consejos, cuyas advertencias, cuyas ideas en mis paseos por Roma y sus alrededores no olvidaré jamas, ha recibido con afecto la dedicatoria del Monasterio franciscano y de sus riquezas artísticas. Lo mismo ha hecho mi fraternal amigo el Sr. D. Buenaventura de Abarzuza respecto á la parte de este trabajo consagrada á referir cómo la vida del Santo se convirtió en leyenda y cómo la leyenda influyó soberanamente en la transformacion de las ideas por aquellos tiempos creadores, por aquel siglo décimotercio, de tanto y tan decisivo influjo en la humanidad y sus destinos. Profundo talento político el talento del Sr. Abarzuza, conocedor como pocos de la misteriosa manera con que los puros ideales penetran en la realidad y la transforman, ha aceptado este pobre recuerdo que yo debia á quien tanta luz me ha dado en difíciles circunstancias con sus profundas consideraciones, y tanta experiencia con sus admirables puntos de vista sobre los movimientos de esta máquina social tan complicada y tan compleja.