Capítulo I
Las características de nuestra época
1. Los «olvidos» del Sr. Cambó
La experiencia ha demostrado que el método más eficaz para analizar los fenómenos sociales consiste en partir de lo general o abstracto para llegar a lo particular o concreto. Acertadamente ha optado el Sr. Cambó por este método, y por esta razón abre su libro con un prefacio destinado a perfilar el relieve de la época excepcional en que vivimos, de transformaciones profundas que, según sus propias palabras, afectan «a las colectividades y a los individuos, a la vida económica y a la espiritual, a la política y a la familia, y a la manera de obrar, de pensar y hasta de sentir» (pág. 5). Pero el Sr. Cambó logra menos fortuna cuando intenta definir los rasgos característicos de nuestra época, que, según él: son los siguientes:
1.º Desarrollo y perfeccionamiento de los inventos de las postrimerías del siglo XIX e inicios del siglo XX.
2.º Intensificación de las fuentes productoras y de la capacidad consumidora.
3.° Concentración industrial, pero no en el sentido previsto por K. Marx.
4.° Solidaridad mundial en materia monetaria y bursátil.
5.º Instauración en Rusia del comunismo integral y su aparatoso fracaso; pero, también en el mismo país, consolidación de algunas realizaciones de socialismo de Estado.
6.° Copia de soluciones del bolchevismo ruso en los países de dictadura burguesa o militar.
7.º Creación por las masas obreras, que un día estuvieron encuadradas en los partidos burgueses, y después de haber adoptado una orientación antipolítica, de organizaciones obreras que llegan al poder o ejercen influencia directa.
8.º Acentuación de las personalidades nacionales que están, hoy más que nunca, en el primer plano de los problemas políticos y de las luchas económicas.
9.º Aparición en el arte de formas y soluciones de gran simplicidad.
10. Progresos inmensos del automovilismo.
11. Extensión del telégrafo y del teléfono.
12. Concentración de la prensa en manos de un particular o de una empresa.
13. Progresos, por una parte, del materialismo grosero y, por otra, de la religiosidad entre las clases selectas.
14. Tendencia en toda Europa, y en los países más europeizados de Asia y África, a favor de los gobiernos de autoridad.
El Sr. Cambó ha captado sagazmente algunos de los rasgos característicos de nuestra época. Pero, aparte de que el cuadro por él trazado dista de ser completo, su defecto esencial consiste en el predominio de los rasgos exteriores en perjuicio del análisis de las fuerzas y de los intereses motores de la época en que vivimos.
Nuestro autor, que tan minuciosamente cataloga las características de nuestra época, sin olvidarse de las relativamente secundarias, como, por ejemplo, los progresos del cinema, no dice ni una palabra sobre hechos esenciales y decisivos, o alude a ellos de pasada.
Enumeraremos los más importantes:
1.º Los levantamientos proletarios en Europa.
2.º La supervivencia de los problemas nacionales en Europa, después de la victoria de los países «defensores de las pequeñas nacionalidades» en la guerra 1914-1918.
3.º Los movimientos de emancipación de los países coloniales y dependientes.
4.º Las contradicciones entre los diversos países imperialistas, y señaladamente la pérdida de la hegemonía mundial de Inglaterra y, como consecuencia inmediata, el antagonismo con los Estados Unidos.
5.° El paro forzoso la ofensiva de la clase capitalista contra las conquistas
6.º La racionalización de la industria.
2. Las revueltas obreras y los movimientos de emancipación nacional y colonial
Al abrir la crisis del capitalismo, la guerra de 1914-1918 determinó la iniciación de una época revolucionaria que no se ha cerrado todavía y que no se cerrará más que con la transformación radical del actual sistema de producción. La primera explosión se produjo en Rusia y el incendio se propagó rápidamente a toda Europa. En 1918, revoluciones austríaca y alemana, que hundieron dos imperios, y revolución obrera en Finlandia; en 1919, insurrección espartaquista en Berlín y proclamación de la república soviética en Hungría y en Baviera; en 1920, en Italia, ocupación de las fábricas por los obreros; en 1921, insurrección proletaria en la Alemania central; en 1923, insurrección en Bulgaria y crisis revolucionaria en Alemania; en 1924, insurrección obrera en Estonia; en 1926, huelga general en Inglaterra; en 1927, insurrección en Viena. Y citamos únicamente los acaecimientos más importantes. Durante todos estos años, y en casi todos los países, el movimiento obrero alcanzó proporciones amenazadoras para la burguesía. Los grandes conflictos sociales de 1929 en Alemania, Francia, Polonia, Checoslovaquia, Estados Unidos, por no citar más que los más acentuados, demuestran que el movimiento obrero es más vigoroso que nunca y que, en definitiva, es el que puede pronunciar la última palabra.
El Sr. Cambó no se ha dado cuenta de estos acontecimientos. Más sorprendente es todavía que haya pasado inadvertido para el caudillo de un partido nacionalista uno de los hechos más característicos de nuestro tiempo: los movimientos de emancipación nacional y colonial.
Desde la gran guerra la lucha de los pueblos coloniales y semicoloniales por su independencia ha logrado grandiosas proporciones. El año 1920 vio triunfar en Turquía la revolución nacional burguesa.
Y el Sr. Cambó considera los progresos del cinematógrafo como un rasgo característico de nuestra época, más digno de ser consignado que estas luchas heroicas de la mayoría de la humanidad contra un puñado de magnates del capital financiero internacional.
Pero el autor de Las Dictaduras no sólo no advierte, o no quiere advertir, los grandes acontecimientos que tienen por escenario las lejanas tierras de Asia, África o América, sino que tampoco señala que en la misma Europa el problema de las nacionalidades, después de la «guerra de liberación» de 1914-1918, sigue más vivo que nunca.
La paz de Versalles ha convertido Europa en un palenque de opresión nacional. La guerra no sólo no ha resuelto el problema, sino que lo ha envenenado. Ha muerto Austria-Hungría, el famoso «mosaico de naciones», pero han nacido otros. Los nuevos Estados plurinacionales (Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia) se han convertido en otras tantas cárceles de pueblos. En lugar de una Europa constituida por la unión voluntaria de los pueblos libres (lo cual es una utopía en régimen capitalista) nos encontramos con una Europa balcanizada, desmenuzada, con Estados opresores y Estados vasallos, separados por barreras geográficas y arancelarias, sin las precisas condiciones para una existencia independiente. «El imperialismo —afirma el escritor ruso Safarov— no puede engullirse Europa, y la despedaza». Una centralización económica y política realizada desde arriba, como fue la de Bismarck en Alemania, hoy es imposible. La centralización económica europea solamente es posible por la unión federativa libre, voluntaria, de los pueblos. Esto comporta en la época actual la entrada en escena de las grandes masas proletarias y campesinas. Y a esto le tiene miedo la burguesía. Si la unión democrática de Europa fue un peligro para la reacción feudal, ahora las grandes masas obreras lo son para el capitalismo imperialista.
La omisión de estos dos importantísimos factores, el movimiento de emancipación del proletariado y los movimientos de emancipación coloniales y nacionales, despoja de todo valor al esquema del Sr. Cambó. A los hombres de hoy —según dice éste en el prefacio de su libro— «nos acontece como a los viajeros de un tren, que difícilmente se dan cuenta de la velocidad con que caminan; lo que siempre sucedió a los que han vivido en un período revolucionario y hasta a los que en él han participado; que no mesuran la extensión y trascendencia del cambio» (págs. 5 y 6). El autor de