Jorge Orlando Melo - Historia mínima de Colombia
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- Libro:Historia mínima de Colombia
- Autor:
- Editor:El Colegio de Mexico
- Genre:
- Año:2017
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Historia mínima de Colombia: resumen, descripción y anotación
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Primera edición, 2017
Primera edición electrónica, 2018
DR © El Colegio de México, A.C.
Carretera Picacho Ajusco núm. 20
Ampliación Fuentes del Pedregal
Delegación Tlalpan
14110, Ciudad de México, México
www.colmex.mx
ISBN (versión impresa) 978-607-628-203-8
ISBN (versión electrónica) 978-607-628-288-5
Libro electrónico realizado por Pixelee
Colombia está formada por regiones geográficas relativamente aisladas y de difícil comunicación. La cordillera de los Andes, dividida en tres grandes ramas —oriental, central y occidental— atraviesa el país desde el sur hasta cerca del océano Atlántico. Estos ramales, que superan en algunos sitios los 4 000 metros de altura y van disminuyendo a medida que se acercan al mar, están rodeados de tres extensas planicies bajas, cubiertas de selvas tropicales: las llanuras del Pacífico, las de la Amazonia y la Orinoquia (en las que hay amplias zonas secas y de pastos naturales) y las de la costa atlántica. Dos grandes valles las separan: el del río Magdalena, entre la oriental y la central, y el del Cauca, entre la central y la occidental. El río Atrato conforma un tercer valle, separado del Pacífico por las serranías del Baudó y el Darién.
Las cordilleras ascienden desde tierras bajas hasta nevados de más de 5 500 metros de altura y forman centenares de mesetas, altiplanicies y valles, que crean comarcas y ecosistemas variados. No hay estaciones: en el año hay por lo general un periodo de lluvias y uno seco, y la temperatura de cada sitio es estable y depende, ante todo, de la altura sobre el nivel del mar. La diversidad de climas, relieves y paisajes ha permitido una producción variada: las zonas bajas, cálidas, son aptas para cultivos como la yuca y la caña, mientras que en las tierras altas crecen la papa o el trigo. A la vez, las grandes dificultades de transporte para atravesar las cordilleras han limitado y orientado el movimiento de poblaciones y productos.
Los habitantes, a lo largo del tiempo, establecieron comunidades bastante aisladas y autosuficientes, que no necesitaban intercambiar sus productos básicos, en especial alimenticios. La facilidad para producir lo esencial cerca y las dificultades de transporte se reforzaron entre sí. Durante los últimos tres siglos los dirigentes vieron esta diversidad natural como promesa de riquezas infinitas, en contraste con la pobreza de la población.
Los pueblos que ocuparon la región hacia el año 12000 a.C. aprovecharon la abundancia de recursos y, entre 3000 y 1000 d.C., se convirtieron en agricultores eficientes. La gran productividad de la agricultura indígena, centrada en yuca, maíz y papa, llevó a un alto crecimiento de la población, que para el año 1500 ocupaba ya casi todo el territorio.
Esta población, al disponer de alimentos abundantes, formó decenas de comunidades que coexistieron más o menos en paz, con contactos ocasionales entre sí, sobre todo para el aprendizaje de técnicas y la obtención de esposas, así como para el intercambio de bienes escasos como la sal, la coca y algunos productos de lujo. No parece que hubieran sido frecuentes las guerras, aunque en el último milenio antes de la Conquista, y sobre todo entre 800 y 1500 d.C., la costa atlántica, así como los valles del Cauca y el Magdalena, con una densa población de agricultores, fueron ocupados por grupos que entraron en conflicto con los habitantes previos.
Los españoles, al someter a los indígenas en el siglo XVI, establecieron ciudades donde había indios que pudieran trabajar y tributar, y minas que garantizaran riquezas. Fundaron Bogotá, Tunja o Popayán lejos de las costas y establecieron ciudades comerciales como Cartagena y Santa Marta en el Atlántico. Estas ciudades alejadas, unidas por un transporte deficiente, producían en su entorno los alimentos y productos básicos. Con un comercio limitado a algunos productos europeos, los contactos entre las regiones eran pocos y éstas vivían separadas, con una estructura de gobierno descentralizada y remota.
En estos pueblos y ciudades se formaron orgullosas oligarquías de origen español, saturadas de rituales y ceremonias, confiadas en sí mismas y rivales de Bogotá y de las ciudades vecinas. Sus diferentes estructuras sociales, con proporciones distintas de población indígena, africana o española y diversos mestizajes, dieron pie a un fuerte regionalismo y a una débil identificación de los blancos y mestizos de una región con la estructura burocrática que los unía bajo la dirección de autoridades remotas. Aunque desde 1550 la Nueva Granada estuvo sometida a la Real Audiencia de Santafé, sus habitantes blancos y mestizos se sentían parte de su ciudad o provincia y de la monarquía española, pero no tanto del Nuevo Reino de Granada, una mera división administrativa.
Por esto, cada que la capital trató de establecer una autoridad fuerte sobre el territorio, el localismo y el regionalismo se afirmaron y desde finales del siglo XVIII hubo una tensión constante entre centralismo y regionalismo, que ha tenido gran peso en la historia del país. Desde el siglo XVIII era evidente que las provincias y sus pueblos se veían como diferentes a las demás en hábitos, costumbres y rasgos culturales. Cada una se atribuía ciertas cualidades y defectos y hacía lo mismo con las demás. Los acentos eran distintos, las palabras y dichos, las comidas, los vestidos, las costumbres familiares, la composición étnica de los pueblos. Desde entonces hasta fines del siglo XX algunas regiones fueron caracterizadas, ignorando su diversidad interna, como independientes y rebeldes, y otras como sumisas o respetuosas de la ley; unas parecían destacarse por la voluntad de trabajo y la religiosidad y otras por el gusto por la música, la sensualidad y la diversión.
Estas zonas fueron perdiendo su aislamiento desde fines de la Colonia y sobre todo después de 1830: la creación de una república independiente definió un espacio geográfico para la nueva administración, que fue más o menos el de las zonas sujetas desde 1550 a la jurisdicción de la Audiencia de Santafé de Bogotá. Aunque el patrón fundamental siguió siendo de comarcas aisladas, los esfuerzos administrativos trataron de vincular las distintas regiones en forma más intensa y unificar los valores y lealtades de la población. La búsqueda de un sistema político que reuniera los recursos y la solidaridad de las regiones produjo, desde 1810, un conflicto persistente entre “centralistas” y “federalistas” y fue una causa de las frecuentes guerras civiles del siglo XIX, atribuidas por unos a la inexistencia de un poder central enérgico y, por otros, al irrespeto de las tradiciones de autogestión local y al intento de forzar sobre un país diverso un modelo autoritario y unificador.
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