FUEGO GRIEGO,
FLECHAS ENVENENADAS
Y ESCORPIONES
FUEGO GRIEGO,
FLECHAS ENVENENADAS
Y ESCORPIONES
La guerra química y biológica en la Antigüedad
Adrienne Mayor
Fuego griego, flechas envenenadas y escorpiones
Mayor, Adrienne
Fuego griego, flechas envenenadas y escorpiones / Mayor, Adrienne [traducción de Jorge García Cardiel].
Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2018. – 312 p. ; 23,5 cm – (Historia Antigua) – 1.ª ed.
ISBN: 978-84-12168-7-78
94(460).01
623.458 623.459 662.16
FUEGO GRIEGO, FLECHAS ENVENENADAS Y ESCORPIONES
La guerra química y biológica en la Antigüedad
Adrienne Mayor
Título original:
Greek Fire, Poison Arrows and Scorpion Bombs. Biological & Chemical Warfare in the Ancient World
First Published by Overlook Duckworth.
Translation rights arranged by Sandra Dijkstra Literary Agency and Sandra Bruna Agencia Literaria, S.L. All rights reserved
Derechos de traducción concertados con Sandra Dijkstra Literary Agency y Sandra Bruna Agencia Literaria, S.L. Todos los derechos reservados
© 2009 by Adrienne Mayor
ISBN EE. UU.: 978-1-59020-177-0
ISBN RU: 978-0-71563-852-1
© de esta edición:
Fuego griego, flechas envenenadas y escorpiones.
La guerra química y biológica en la Antigüedad
Desperta Ferro Ediciones SLNE
Paseo del Prado, 12 - 1.º derecha
28014 Madrid
www.despertaferro-ediciones.com
ISBN: 978-84-121687-7-8
Traducción: Jorge García Cardiel
Diseño y maquetación: Raúl Clavijo Hernández
Coordinación editorial: Mónica Santos del Hierro
Producción del ebook: booqlab.com
Primera edición: octubre 2018
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
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Para Michele y Michelle,
mis hermanas y amigas.
ÍNDICE
1 HÉRCULES Y LA HIDRA.
LA INVENCIÓN DE LAS ARMAS BIOLÓGICAS
2 ALEJANDRO MAGNO
Y LAS FLECHAS DEL DESTINO
3 AGUAS ENVENENADAS,
VAPORES MORTÍFEROS
4 EL ARCA DE LA PESTE
DEL TEMPLO DE BABILONIA
6 ALIADOS ANIMALES
Y BOMBAS DE ESCORPIONES
AGRADECIMIENTOS
Muchos académicos, científicos y amigos han colaborado en la materialización de este proyecto. Por su experto conocimiento, sus valiosas referencias, su apoyo decisivo o sus enriquecedores comentarios sobre los borradores de los diversos capítulos, deseo expresar mi reconocimiento a Aaron Bauer, Steve Casey, Will Keener, John Kelsay, Milton Leitenberg, Michelle Maskiell, Josh Ober, Severo Pérez, Robert Peterson, Julian Perry Robinson, Jack Sasson, Barry Strauss, Philip Thibodeau, Kathleen Vogel y Mark Wheelis. Les agradezco especialmente a los miembros LPG de Princeton sus lúcidas críticas y su siempre amistoso apoyo.
Mi agente en Curtis Brown, Ltd., Kirsten Manges, me ofreció su asesoramiento experto a la hora de delinear este proyecto y Caroline Trefler, mi editora en The Overlook Press, me prestó un respaldo entusiasta y numerosas y valiosísimas sugerencias que contribuyeron a mejorar el libro. Agradezco a Michele Angel la elaboración de los mapas y su ayuda con la preparación de las ilustraciones; y a Barbara Mayor su perspicacia con la corrección de las pruebas. John Herrmann, Charles Kline, Kenneth Lapatin y John Oakley no escatimaron esfuerzos para ayudarme a conseguir las ilustraciones.
Me complace que mi interés por las ocultas profundidades científicas de las leyendas clásicas se haya visto respaldado desde los primeros momentos por Gerald Erickson, Mott T. Greene, William Hansen, Zeph Stewart y Henriette Warwick. Parte de las investigaciones aquí reunidas vieron la luz de forma preliminar gracias a Rob Cowley, antiguo editor de MHQ: Quaterly Journal of Military History (otoño de 1997) y a Peter Young, editor de Archaeology (noviembre-diciembre de 1995 y marzo-abril de 1997).
Y a Josiah Ober, mi alma gemela: que nuestras charlas continúen durante mucho, mucho tiempo.
PREFACIOA
LA EDICIÓN DE 2009
No hace mucho, los arqueólogos italianos que excavaban una villa romana en las inmediaciones de Pompeya descubrieron una enorme tinaja que aún conservaba en su interior restos de la sustancia que había almacenado en 79 d. C. El análisis de dichos residuos, publicado en 2007, reveló una mezcla de potentes plantas medicinales, que incluía semillas de adormidera, sazonadas con la carne y los huesos de diversos reptiles. ¿Se trataba acaso de un brebaje venenoso pergeñado por alguna bruja de la Antigüedad? Todo lo contrario: según los arqueólogos, la tinaja pudo haber sido empleada para preparar un misterioso «antídoto universal» que se creía podía neutralizar cualquier veneno conocido.
Esta pócima, una combinación de pequeñas dosis de venenos y sus correspondientes antídotos denominada mitridato, había sido inventada un siglo antes, aproximadamente, por el rey Mitrídates VI del Ponto, un brillante estratega militar y todo un maestro de la toxicología. Al parecer, su receta fue perfeccionada por el médico personal del emperador Nerón y terminó por convertirse en el antídoto más codiciado de la historia, consumido durante siglos por buena parte de la realeza europea. Bien es cierto que no conservamos la fórmula original, pero los historiadores antiguos nos revelan que entre sus ingredientes se contaban el opio y las víboras troceadas.
En la época actual, transida por la amenaza de la guerra biológica y el terrorismo, el sueño de Mitrídates de tornarse invulnerable a las armas tóxicas esgrimidas por sus enemigos aún espolea la labor científica. En 2003, cuando este libro apareció por primera vez, el miedo a las «armas de destrucción masiva» biológicas y químicas de Oriente Medio, sumado a toda una serie de ataques con ántrax en Estados Unidos, todavía sin esclarecer, mantenía en jaque a la opinión pública. Como historiadora de la guerra bioquímica en la Antigüedad, fui invitada a participar en la Cumbre Internacional sobre Bioseguridad que se celebró ese año en Washington DC. También fui entrevistada en el programa de History Channel Global View sobre los orígenes de la guerra bioquímica. Otra de las invitadas de aquel día fue la periodista de The New York Times Judith Miller, una de las supervivientes de los ataques con ántrax de 2001; y el tercer invitado era Sergei Popov, un antiguo investigador de primera línea en el campo de las armas biológicas que había participado en el ambicioso programa Biopreparat de la Unión Soviética hasta que desertó a Estados Unidos en 1992. Tras nuestras entrevistas para televisión, pude conversar y mantener una correspondencia con Sergei Popov acerca de sus nuevas investigaciones en el Centro Nacional para la Biodefensa. Gracias a ellas, me enteré de que, tras pasar décadas desarrollando supervirus peligrosos en extremo diseñados genéticamente para emplearse como armas biológicas contra los enemigos de Rusia, el doctor Popov dedicaba ahora su tiempo a la búsqueda de una especie de mitridato, un «antídoto universal» adecuado para el mundo actual. Él y sus colegas soñaban con inventar una vacuna que pudiera hacer frente a los patógenos que se utilizaban con mayor frecuencia como armas de guerra.
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