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Cristina Oñoro - Las que faltaban

Aquí puedes leer online Cristina Oñoro - Las que faltaban texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Ciudad: Barcelona, Año: 2022, Editor: Taurus, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Cristina Oñoro Las que faltaban
  • Libro:
    Las que faltaban
  • Autor:
  • Editor:
    Taurus
  • Genre:
  • Año:
    2022
  • Ciudad:
    Barcelona
  • Índice:
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Las que faltaban: resumen, descripción y anotación

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Un relato emocionante, profundo y divertido de la historia de la humanidad en clave femenina. Juana de Arco, Malinche, Sofonisba Anguissola, Mary Wollstonecraft, Victoria Kent, Jane Austen, Marie Curie, Simone Weil o Rosa Parks también estuvieron ahí. Con brillantez y elegancia, Cristina Oñoro construye un fascinante relato que desmonta las narraciones sobre la humanidad y derriba los discursos misóginos heredados. A partir de una maravillosa red de conexiones entre experiencias femeninas, Cristina Oñoro cuenta otra historia del mundo, empleando para ello un sinfín de detalles memorables y anécdotas curiosas, así como los últimos avances de la investigación especializada sobre sus protagonistas. Las que faltaban recorre con rigor algunos momentos históricos cargados de significado, desde la oscuridad de las cavernas prehistóricas hasta la Guerra de Afganistán, pero también de la literatura, el arte, la filosofía y la ciencia para tratar de iluminar, con notables dosis de ironía y erudición, las zonas de sombra en las que se ha relegado a las mujeres. El resultado es una nueva épica, atrevida y poderosa, que desmitifica la construcción heroica y violenta del pasado en favor de una visión del mundo profundamente relacional y abierta a lo posible. De la mano de la autora, el lector descubrirá a las amigas de Juana de Arco, se reirá con las confusiones lingüísticas entre Malinche y Hernán Cortés durante la Conquista y se asombrará ante los malabares de los Curie para lograr cierta conciliación familiar y que Marie también pudiera quedarse en el laboratorio hasta tarde. Sin caer en la tentación de presentar a sus protagonistas como excepciones, Las que faltaban traza una auténtica genealogía y en sus páginas vemos desfilar a muchas otras mujeres, como las comadronas del mundo clásico, la hija de Cleopatra, la escritora Christine de Pizan, las damas de la corte de Isabelle de Valois, Mary Shelley y Cassandra Austen, las alumnas de la Residencia de Señoritas de Madrid, las activistas Gloria Steinem y Dorothy Pitman Hughes o escritoras chicanas como Gloria Anzaldúa. Las incisivas observaciones de Virginia Woolf, así como una amplia selección de imágenes, acompañan la lectura del libro, en el que también se recorre de forma sutil la historia del pensamiento feminista.

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A mi hija, a mi madre, a mis abuelas.

A Rocío y a Leticia, por el hilo y las flores de la amistad.

A mis alumnas.

Entonces, todas las historias se contarán de otro modo, el futuro será impredecible, las fuerzas históricas cambiarán, de manos, de cuerpos, otro pensamiento aún no pensable transformará el funcionamiento de toda sociedad. De hecho, vivimos precisamente esta época en que la base conceptual de una cultura milenaria está siendo minada por millones de topos de una especie nunca conocida.

Cuando ellas despierten de entre los muertos, de entre las palabras, de entre las leyes.

HÉLÈNE CIXOUS

La novela no se edificó —ya desde el principio— en la imagen alejada del pasado absoluto, sino en la zona de contacto directo con esa contemporaneidad imperfecta. En su base está la experiencia personal y la libre ficción creadora.

MIJAÍL BAJTÍN

¿Qué pasa cuando el otro falta en la estructura del mundo? Sólo reina la brutal oposición del sol y de la tierra, de una luz insostenible y de un abismo oscuro […]

Mundo crudo y negro, sin potencialidades ni virtualidades: lo que se ha desmoronado es la categoría de lo posible.

GILLES DELEUZE

La auténtica historia, la que cuenta, la que importa, se suele escribir a partir de lo que falta.

ESTRELLA DE DIEGO

faltar

De falta .

1. Dicho de una cualidad o de una circunstancia: No existir en lo que debiera tenerla.

2. Consumirse, acabar, fallecer.

3. Fallar (no responder como se espera).

4. No acudir a una cita u obligación.

5. Dicho de una persona o de una cosa: Estar ausente del lugar en que suele estar.

6. Dicho de una persona o de una cosa: No estar donde debería.

7. Dicho de una persona: No corresponder a lo que es, o no cumplir con lo que debe.

8. Dejar de asistir a alguien.

9. Tratar con desconsideración o sin el debido respeto a alguien.

10. Tener que transcurrir el tiempo que se indica para que se realice algo.

11. Carecer.

Eso faltaba, o faltaría : Expresión para rechazar una proposición.

Faltar poco para algo : Estar a punto de suceder algo o de acabar una acción.

No faltaba más : Expresión para rechazar una proposición por absurda o inadmisible. Pero también expresión para manifestar la disposición favorable al cumplimiento de lo que se ha requerido.

No faltaba más sino que: Expresión para encarecer lo extremadamente desagradable, extraño o increíble que sería algo.

Diccionario de la Real Academia Española

PRÓLOGO
MADRID , DE MARZO DE 2018
INVISIBLES

A finales del mes de agosto de 2016, durante las tranquilas y soleadas vacaciones de verano, saltó a la prensa una noticia que provocó que muchas mujeres —y unos cuantos hombres también— se revolvieran con inquietud en sus hamacas de la playa. Una conocida editorial preparaba un ambicioso coleccionable que vendería a comienzos de curso en quioscos y papelerías bajo el título «La aventura de la Historia». Lo compondrían sesenta figuritas, con sus correspondientes fascículos ilustrados, pensadas para que pequeños y mayores se divirtieran jugando y aprendiendo sobre las grandes etapas, lugares y civilizaciones de la historia humana. Los clicks de Marco Polo, Leonardo da Vinci o Mozart ya estaban listos en sus cajitas de plástico, al igual que muchos otros personajes anónimos, entre los que destacaban cazadores prehistóricos, druidas, centuriones, soldados encaramados a un fuerte o caballeros andantes. Entre todos ellos —ponía el grito en el cielo la prensa — no había ni una sola mujer. Efectivamente, todas las figuras que componían el coleccionable —las de personajes famosos y las que representaban profesiones o roles sociales— tenían el pelo corto, barbas pobladas y formas masculinas en sus pequeños cuerpos de juguete.

Al parecer, la historia del mundo se podía contar sin ellas .

La polémica corrió como la pólvora —en verano escasean las noticias— y se incendiaron las redes sociales. Un periodista firmó un acalorado artículo en uno de los periódicos de mayor tirada nacional advirtiendo que no pensaba consentir que sus hijos aprendieran una historia en la que faltaba la mitad de la población. Algunas mujeres alzaron la voz para quejarse de lo poco que hubiera costado sustituir algunos personajes genéricos, como «guardián del fuego», por sus versiones femeninas. ¿Quién había estado allí para ver con sus propios ojos lo que hacían nuestras antepasadas en las cavernas prehistóricas? Como era de esperar, un nutrido grupo de feministas bien organizadas capitanearon una campaña de recogida de firmas online para exigir airadamente la inmediata retirada del coleccionable. ¿Dónde estaban Cleopatra, Juana de Arco, Sofonisba Anguissola, Mary Wollstonecraft o Rosa Parks? ¿Dónde estaban las matronas, panaderas, princesas, monjas, activistas climáticas y astronautas de nuestra historia?

Con la llegada de septiembre, la polémica se fue apagando poco a poco, sobre todo después de que la editorial entonara el mea culpa , rectificara y prometiera crear también personajes femeninos influyentes para el coleccionable. Y, finalmente, todo se olvidó como se olvida una tormenta estival que nos sorprende en la calle sin paraguas a mano. Sin embargo, aquel pequeño escándalo veraniego fue bastante revelador de lo que, solo tres meses más tarde, acabaría ocurriendo. En el mes de noviembre Donald Trump ganó las elecciones de Estados Unidos con una campaña de gran agresividad y desprecio hacia las mujeres. Sin ir más lejos, pocas semanas antes de su victoria, se difundieron unas grabaciones de 2005 en las que el entonces magnate norteamericano aseguraba que los hombres poderosos como él podían hacer con las mujeres «lo que quisieran».

La respuesta no se hizo esperar mucho tiempo. El 21 de enero de 2017, solo veinticuatro horas después de su investidura como presidente, centenares de miles de mujeres llenaron las calles de Washington para exigir una política respetuosa no solo hacia ellas sino también hacia las minorías y los migrantes. Ese mismo año, en octubre, millones de mujeres de todo el mundo se sumaron a las actrices de Hollywood en la campaña #MeToo contra el acoso sexual y la prensa empezó a hablar de una «cuarta ola» feminista.

Era el comienzo de una nueva época. Nunca más, parecían prometerse las mujeres de los cinco continentes, volvería a contarse la historia del mundo sin ellas.

¿Es que acaso eran invisibles?, podemos preguntarnos. ¿Cómo es posible que quienes pensaron el coleccionable cometieran el desliz de no incluir a Jane Austen, a Malinche o a Marie Curie? ¿Se puede imaginar la historia de la humanidad sin la mitad de la población?

Lamentablemente, el ser humano lleva contando su historia oficial con una perspectiva androcéntrica desde que tenemos memoria. El coleccionable solo fue el último eslabón de una larga cadena de omisiones y silencios. Si tirásemos de ella llegaríamos nada menos que hasta Tucídides, uno de los primeros historiadores de nuestra cultura, quien en su célebre Historia de la Guerra del Peloponeso , escrita en el siglo v a. C., puso en boca de Pericles, el gran gobernador ateniense, un famoso consejo para las mujeres: «que entre los hombres se hable lo menos posible de vosotras, sea en tono de elogio o de crítica».

Y es que durante mucho tiempo —milenios— las vidas de las mujeres se consideraron irrelevantes para tomarle el pulso a la humanidad. O para servir como ejemplo e inspiración para los jóvenes. Si tirásemos de nuevo de la larga cadena de omisiones, esta vez llegaríamos hasta Aristóteles, quien, en su Poética , desaconsejaba a los aspirantes a escritores crear personajes femeninos inteligentes y valerosos. Para él, dichos modelos hubieran resultado inadecuados y, a la postre, inverosímiles. El mundo —y sus ficciones — era por aquel entonces cosa de hombres, pues eran ellos quienes lo hacían y deshacían a su antojo yendo a las guerras y empuñando el bastón de mando.

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