Deshimaru Taisen - El tesoro del zen: Los textos fundamentales del maestro Dogén

Para el autor de estas líneas, presentar al público El tesoro del zen. Los textos fundamentales del maestro Dogén constituye una apasionante obligación, una labor luminosa y placentera, ya que equivale a ofrecer la sustanciosa médula de las enseñanzas transmitidas por los maestros y patriarcas, la delicada flor del auténtico espíritu del zen, el diamante imperecedero pulido por un escritor, un pensador genial que, aunque geográficamente haya vivido en el otro extremo del mundo, es el contemporáneo y el modelo místico del maestro Eckhart.

Las catedrales, esas joyas cinceladas por la energía visionaria del pueblo europeo, y los maravillosos templos zen japoneses, como el de Eihei-ji, en el corazón de la montaña profunda, han manifestado, en un soplo de fervor medieval, el esfuerzo de la humanidad por practicar la perfección, bajo los gloriosos emblemas antropológicos de Cristo y el Buda. A partir de este apogeo de la civilización feudal, la ética de los samuráis afirma con serenidad, al igual que la moral caballeresca de los componentes de la tabla redonda del Grial, la posibilidad de abordar los asuntos mundanos con una conducta recta. En aquella misma época Dogén fue todo un revolucionario, ya que, volviendo a las fuentes de la tradición y movido completamente por su propia modernidad, abrió el acceso a los dojos a las mujeres y no quiso que el emperador le cubriera de honores. Es pues lógico que la presente colección de textos de este monje y filósofo japonés, de una elegancia aristocrática, traducidos y comentados por el maestro Taisen Deshimaru, el primer patriarca zen de Occidente, sea obra de una mujer, la monja Reiko Taiku, que se dedica con una energía incansable a propagar los principios del dharma.

En la época del reto mundial que ha abierto el horizonte del tercer milenio, mientras que la humanidad, embriagada de sus hazañas tecnológicas, titubea entre el paro y el hambre bajo el inquietante amparo del paraguas atómico, el mensaje de Dogén demuestra ser de una singular actualidad para los hombres y las mujeres de buena voluntad, para los que en su corazón siguen siendo unos niños, según la grandiosa perspectiva abierta por Joachim de Flore. La luz brilla en medio de las tinieblas, los tiempos están maduros para el nacimiento de una nueva forma de monaquismo, vivido en el fondo del corazón.

Para la monja Reiko, y para los miles de amigos que componen nuestra sangha, la insuperable técnica de la oración silenciosa consiste en la práctica del zazén, en el acto de sentarse en la postura del Despertar. Durante los meses de verano la vida colectiva en el gran temploraíz de la Gendronnière, o Castillo del sin-miedo, situado a orillas del valle del Loira, presenta un prototipo de existencia en el que se perpetúan las formas sagradas del comportamiento cotidiano que se remonta al alba del Tch’an, en particular gracias al equilibrio mantenido entre la meditación y el trabajo.

La llama se ha transmitido de Bodhidharma a Dogén y a Deshimaru, y este libro da fe de ello. La publicación de este Tesoro del zen, escrito sin esoterismos pero con la complejidad necesaria para repetir lo esencial, es un acontecimiento de considerable alcance literario y filosófico. Pero, sobre todo, es una guía muy segura para penetrar el pensamiento cristalino del maestro Dogén, el cual se ofrece para ser el amigo espiritual de nuestros contemporáneos. Esta forma de considerar la existencia, en armonía con uno mismo y con el cosmos entero, seduce a los caracteres que tienden a la acción, a las personas para quienes la lucha cotidiana posee virtudes contemplativas. El zen puede forjar guerreros del absoluto, que han comprendido que el paraíso está al alcance de la mano, al igual que William Blake vio el infinito en un grano de arena. Para Arthur Rimbaud la verdadera vida brillaba por su ausencia y había que encontrar «el lugar y la fórmula»; en cambio, para el monje zen, la verdadera vida está aquí y ahora, y el lugar sin lugar es un trono de diamante, mientras que la fórmula silenciosa consiste en sentarse desinteresadamente en la postura del Buda, o satori.

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