Traducción y prefacio de Fermín A. Rodríguez
Eagleton, Terry Marxismo y crítica literaria. - 1a ed. - Buenos Aires : Paidós, 2013. E-Book. ISBN 978-950-12-0050-8 1. Crítica Literaria. CDD 801.95 |
Título original: Marxism and Literary Criticism
Publicado en inglés por Routledge (Londres-Nueva York).
Diseño de cubierta: Gustavo Macri
Edición: Emilce Paz
© 1976, Terry Eagleton
© 1976, Methuen & Co. Ltd.
© 1989, Routledge
© 2002, Terry Eagleton (por el prólogo a la edición de Routledge Classics)
© 2013, Terry Eagleton (por el prólogo a la presente edición)
© 2013, Fermín Rodríguez (por la traducción y prefacio)
© 2002, Routledge Classics. All Rights Reserved. Authorised translation from the English language edition published by Routledge, a member of the Taylor & Francis Group.
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Primera edición en formato digital: abril de 2013
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ISBN edición digital (ePub): 978-950-12-0050-8
Prefacio
Cuando en 1976 se publica en Gran Bretaña Marxismo y crítica literaria la pasión por lo real investía todavía la política, el arte y la teoría. Por los mismos años, en Chile y Argentina, las promesas revolucionarias se desvanecían bajo el peso represivo de violentas dictaduras militares que, a la manera de laboratorios sociales, prepararon desde la periferia la restauración capitalista que en 1980, de la mano de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, llegó al poder para hacer realidad la utopía neoliberal de una sociedad abandonada a las fuerzas irrestrictas del libre mercado. Pasaron casi cuarenta años, y la posibilidad de volver a leer en traducción Marxismo y crítica literaria no debe ser ajena al axioma marxista que sostiene que los hombres no son libres de elegir las relaciones de producción en las que les toca pensar, actuar y, obviamente, publicar libros. Nadie puede escaparse de sus circunstancias históricas; menos un editor, un traductor o un crítico.
Décadas de triunfal democracia de mercado, terror económico entre los trabajadores y desilusión política volvieron enigmática la experiencia de los años setenta, un mundo perdido del que proviene un texto escrito cuando la reflexión teórica no estaba divorciada todavía de la praxis. Pero el mundo cambió. Los golpes militares de fines de los setenta en América del Sur, la traumática caída posterior del bloque soviético y la larga noche neoliberal de los años ochenta y noventa significaron una retirada de la izquierda tradicional, hundida en la desilusión y la impotencia de no poder transformar sus deseos políticos en acción. Nociones tradicionales como lucha de clases, ideología, totalidad, historia y modos materiales de producción fueron a parar como deshechos arqueológicos a los museos de la revolución. Volcada hacia el signo y el texto, la crítica académica buscó en los márgenes de lo privado, en el cuerpo y la sexualidad, en el placer y el poder, en la etnia y los estilos de vida, los nuevos antagonismos de un presente fragmentado del que se había esfumado la promesa radical de emancipación del estado y del mercado. El giro lingüístico de buena parte de la crítica, principalmente en la academia norteamericana, comenzó allí donde terminaba la revolución, o donde la revolución desaparecía del horizonte del presente (si bien no las violentas desigualdades que llevaron a una generación de jóvenes estudiantes y militantes de los años sesenta y setenta a optar, razonablemente, por la transformación y el cambio revolucionarios).
Algo tiene que haber pasado entonces en los imaginarios sociales y en eso que leemos como literatura para que esta breve introducción de Terry Eagleton a los conceptos y debates de la crítica literaria marxista pueda volver a circular hoy entre las nuevas generaciones de lectores que retoman la tarea inconclusa no tanto de interpretar el mundo como de cambiarlo a partir de ideas radicales de resistencia, rebelión y emancipación. El propio Eagleton relaciona este retorno a los setenta con la crisis actual del capitalismo global, que se desnaturaliza a lo largo de líneas de nuevos antagonismos y luchas por la igualdad que amplían la ciudadanía, democratizan el acceso a la palabra y defienden el Estado de bienestar contra las fuezas del libre mercado. Si el silencio es la mejor prueba del triunfo de una ideología, el hecho de que en la sociedad comience a hablarse de nuevo de capitalismo es un síntoma inequívoco de que el capitalismo está en problemas.
En tanto el capitalismo siga existiendo, el más radical y rigurosos de sus críticos tendrá razón (). La fuerza explicativa de la crítica de Marx sigue siendo absolutamente necesaria y pertinente. Junto con Engels, Marx entrevió un mercado globalizado reinando soberanamente sobre un mundo en el que la brecha entre los ricos y los pobres se habría ensanchado de manera intolerable. Anticipó el declive de la clase obrera tradicional y el rol creciente del trabajo intelectual en la reproducción del capital.
Marx también vio en la obra de arte una muestra anticipada de lo que sería la vida en un mundo políticamente transformado, donde los hombres y mujeres, libres de la explotación, trabajan y producen libremente por el solo placer mismo de crear y producir, porque está en su naturaleza, porque no pueden dejar de hacerlo . En su autonomía y autodeterminación, la obra de arte es un fin en sí mismo, la imagen de lo que sería un trabajo no alienado. Parafraseando a Lacan, donde era el arte, la humanidad deberá advenir. No es contradictorio que Oscar Wilde, que cultivó el arte por el arte, fuera un socialista: irónicamente, la vida indolente del dandy anticipaba la del hombre nuevo del socialismo.
De todos modos, no hay en Marx y Engels una teoría sistemática del arte o de la literatura: tenían entre manos tareas más urgentes que cumplir. A diferencia de las concepciones idealistas del arte y la cultura, para la crítica marxista la literatura no tiene ningún privilegio sobre otras prácticas, ni es la razón última por la que viven los hombres. El arte no es un sustituto secular de la religión, esto es, un plano trascendente donde se resuelven imaginariamente contradicciones reales. Mientras la estética burguesa contra la que milita Eagleton enseña que las grandes obras trascienden intemporalmente sus condiciones históricas, la crítica materialista muestra las huellas que una época imprime sobre la superficie de una obra que es siempre producto de su tiempo.
Pero la relación del arte con la realidad sociopolítica no es directa, ni los efectos políticos e ideológicos de una lectura crítica son inmediatos. La relación entre arte y sociedad está mediada, y es a partir de esa distancia que la crítica marxista produce sus técnicas de análisis. Conciencia de clase, representación, ideología, visión de mundo, totalidad, relaciones estéticas de producción, industria cultural, son algunas de las mediaciones que la crítica marxista elaboró para pensar la relación de una obra con el proceso material del cual surge, sin resignar el alto grado de autonomía que, para críticos como León Trotsky, el arte guarda respecto de la vida social.