Prólogo
El presente libro, recopilación de muchas de mis obras relativas a este campo entre 1956 y 2009, es básicamente un estudio del desarrollo e impacto póstumo del pensamiento de Karl Marx (y el inseparable Frederick Engels). No es una historia del marxismo en el sentido tradicional, aunque su núcleo incluye seis capítulos que escribí para un multivolumen muy ambicioso, Storia del Marxismo, publicado en italiano por la editorial Einaudi (1978-1982), del que fui coplanificador y coeditor. Dichos capítulos, revisados, a veces exhaustivamente reescritos y complementados con un capítulo sobre el período de la recesión marxista a partir de 1983, constituyen más de la mitad del contenido de este libro. Además, contiene otros estudios de lo que la jerga erudita denomina «la recepción» de Marx y el marxismo; un ensayo sobre el marxismo y los movimientos obreros desde la década de 1890, cuya versión inicial fue originalmente una conferencia en alemán para el International Conference of Labour Historians celebrado en Linz; y tres introducciones a obras concretas: La situación de la clase obrera en Inglaterra de Engels, el Manifiesto comunista y las opiniones de Marx sobre las formaciones sociales precapitalistas en el importante conjunto de manuscritos de 1850 conocidos en su forma publicada como Grundrisse. El único marxista posterior a Marx y Engels debatido específicamente en este libro es Antonio Gramsci.
Unas dos terceras partes de estos textos no se han publicado en inglés o permanecen inéditos. El capítulo 1 es una contribución considerablemente ampliada y reescrita a una charla pública sobre Marx celebrada bajo los auspicios de la Semana del Libro Judío en 2007. Lo mismo sucede con el capítulo 13. El capítulo 15 no ha sido publicado con anterioridad.
¿Quiénes eran los lectores que yo tenía en mente cuando escribí estos estudios, ahora recopilados? En algunos casos (los capítulos 1, 4, 5, 16 y, quizá el 12), simplemente hombres y mujeres interesados en saber más acerca de este tema. Sin embargo, la mayoría de capítulos van dirigidos a lectores con un interés más específico en Marx, el marxismo y la interacción entre el contexto histórico y el desarrollo y la influencia de las ideas. Lo que he tratado de proporcionar a ambos tipos de lectores es la idea de que el debate sobre Marx y el marxismo no puede limitarse a una polémica a favor o en contra, territorio político e ideológico ocupado por las distintas y cambiantes señas de los marxistas y sus antagonistas. Durante los últimos 130 años ha sido el tema fundamental de la música intelectual del mundo moderno, y a través de su capacidad de movilizar fuerzas sociales, una presencia crucial, en determinados períodos decisiva, de la historia del siglo XX . Espero que mi libro ayude a los lectores a reflexionar sobre la cuestión de cuál será su futuro y el de la humanidad en el siglo XXI .
E RIC H OBSBAWN
Londres, enero de 2011
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Marx hoy
I
En 2007, menos de dos semanas antes del aniversario de la muerte de Karl Marx (14 de marzo) y a pocos pasos de distancia del lugar con el que está más estrechamente asociado en Londres, la Round Reading Room del Museo Británico, se celebró la Semana del Libro Judío. Dos socialistas muy diferentes, Jacques Attali y yo, estábamos allí para presentarle nuestro respeto póstumo. Sin embargo, si tenemos en cuenta la ocasión y la fecha, aquello era doblemente inesperado. No podemos decir que Marx muriera habiendo fracasado en 1883, porque sus obras habían empezado a hacer mella en Alemania y especialmente entre los intelectuales de Rusia, y un movimiento dirigido por sus discípulos estaba ya captando al movimiento obrero alemán. Pero en 1883, aunque poco, había ya suficiente para mostrar la obra de su vida. Había escrito algunos panfletos extraordinarios y el tronco de un importante volumen incompleto, Das Kapital, obra en la que apenas avanzó durante la última década de su vida. «¿Qué obras?», inquiría amargamente cuando un visitante le preguntaba acerca de sus obras. Su principal esfuerzo político desde el fracaso de la revolución de 1848, la llamada Primera Internacional de 1864-1873, se había ido a pique. No ocupó ningún lugar destacado en la política ni en la vida intelectual de Gran Bretaña, donde vivió durante más de la mitad de su vida en calidad de exiliado.
Y sin embargo, ¡qué extraordinario éxito póstumo! Al cabo de veinticinco años de su muerte, los partidos políticos de la clase obrera europea fundados en su nombre, o que reconocían estar inspirados en él, tenían entre el 15 y el 47 % del voto en los países con elecciones democráticas; Gran Bretaña era la única excepción. Después de 1918 muchos de ellos fueron partidos de gobierno, no sólo de la oposición, y siguieron siéndolo hasta el final del fascismo, pero entonces la mayoría de ellos se apresuraron a desdeñar su inspiración original. Todos ellos existen todavía. Entretanto, los discípulos de Marx crearon grupos revolucionarios en países no democráticos y del tercer mundo. Setenta años después de la muerte de Marx, una tercera parte de la raza humana vivía bajo regímenes gobernados por partidos comunistas que presumían de representar sus ideas y de hacer realidad sus aspiraciones. Bastante más de un 20 % aún siguen en el poder a pesar de que sus partidos en el gobierno, con pocas excepciones, han cambiado drásticamente sus políticas. Resumiendo, si algún pensador dejó una importante e indeleble huella en el siglo XX , ése fue él. Entremos en el cementerio de Highgate, donde están enterrados los decimonónicos Marx y Spencer —Karl Marx y Herbert Spencer—, cuyas tumbas están curiosamente una a la vista de la otra. Cuando ambos vivían, Herbert estaba reconocido como el Aristóteles de la época, y Karl era un tipo que vivía en la parte baja de la ladera de Hampstead del dinero de su amigo. Hoy nadie sabe siquiera que Spencer está allí, mientras que ancianos peregrinos de Japón y la India visitan la tumba de Karl Marx, y los comunistas iraníes e iraquíes exiliados insisten en ser enterrados a su sombra.
La era de los regímenes comunistas y partidos comunistas de masas tocó a su fin con la caída de la URSS, y allí donde aún sobreviven, como en China y la India, en la práctica han abandonado el viejo proyecto del marxismo leninista. Cuando esto ocurrió, Karl Marx volvió a encontrarse en tierra de nadie. El comunismo se había jactado de ser su verdadero y único heredero, y sus ideas se habían identificado ampliamente con él. Incluso las tendencias marxistas o marxistas-leninistas disidentes que establecieron unos cuantos puntos de apoyo aquí y allí después de que Khrushchev denunciase a Stalin en 1956 eran casi con toda certeza excomunistas escindidos. Por consiguiente, durante gran parte de los primeros veinte años después de su muerte, se convirtió estrictamente en un hombre del pasado del que no valía la pena ocuparse. Algún que otro periodista ha llegado incluso a sugerir que el debate de esta noche trata de rescatarlo de «la papelera de la historia». Sin embargo, hoy en día Marx es, otra vez y más que nunca, un pensador para el siglo XXI .
No creo que deba hacerse demasiado caso de un sondeo realizado por la BBC en el que, según los votos de los radioyentes británicos, Marx fue el más grande de todos los filósofos, pero si escribimos su nombre en Google, comprobamos que sigue siendo la mayor de las grandes presencias intelectuales, superado sólo por Darwin y Einstein, pero muy por encima de Adam Smith y Freud.
En mi opinión, hay dos razones para ello. La primera es que el fin del marxismo oficial de la URSS liberó a Marx de la identificación pública con el leninismo en teoría y con los regímenes leninistas en la práctica. Quedó muy claro que todavía había muchas y buenas razones para tener en cuenta lo que Marx tenía que decir acerca del mundo. Sobre todo porque, y ésta es la segunda razón, el mundo capitalista globalizado que surgió en la década de 1990 era en aspectos cruciales asombrosamente parecido al mundo anticipado por Marx en el