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Michel Foucault - El poder, una bestia magnífica: sobre el poder, la prisión y la vida

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Michel Foucault El poder, una bestia magnífica: sobre el poder, la prisión y la vida
  • Libro:
    El poder, una bestia magnífica: sobre el poder, la prisión y la vida
  • Autor:
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    Siglo XXI Editores
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    2012
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El poder, una bestia magnífica: sobre el poder, la prisión y la vida: resumen, descripción y anotación

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¿En qué sentido el poder es una bestia magnífica? Michel Foucault no lo piensa como un monstruo frío o un leviatán, a la manera de Nietzsche o Hobbes, sino como un conjunto de dispositivos que hay que analizar para ver cómo funcionan, qué producen, cuáles son sus discursos y sus prácticas. Ahora bien, ¿cuándo y por qué Foucault empieza a interesarse en el poder? A través de entrevistas, conferencias e intervenciones en su mayor parte inéditas o inaccesibles en español, este volumen esclarece las circunstancias políticas y las preocupaciones personales que están en el origen de los libros y de los cursos del autor, y permite situarlos en el marco de una elaboración teórica en constante mutación. En estos escritos sólo en apariencia laterales, Foucault relaciona con claridad de síntesis los saberes y las luchas: así, por ejemplo, revisa la función de la policía, las interpretaciones del terrorismo y de la violencia política, la dinámica de los nacionalismos, la medicalización de la sociedad, la situación de las instituciones penitenciarias. De estos textos surge un Foucault muchas veces coloquial, que articula sus ideas en el cruce entre la erudición y esa cotidianidad que se desprende de los programas televisivos, de la lectura de los diarios o de los sucesos puntuales en los que ha decidido intervenir. El criterio de selección de los textos aquí reunidos incorpora los nuevos horizontes de lectura abiertos por los trabajos de Foucault recientemente publicados. En este sentido, el presente volumen busca funcionar como un puente entre sus cursos y sus libros, así como entre sus investigaciones y la actualidad. El poder, una bestia magnífica inicia una serie abierta, que contribuirá sin duda a una mejor comprensión del pensamiento foucaultiano.

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¿En qué sentido el poder es una bestia magnífica? Michel Foucault no lo piensa como un monstruo frío o un leviatán, a la manera de Nietzsche o Hobbes, sino como un conjunto de dispositivos que hay que analizar para ver cómo funcionan, qué producen, cuáles son sus discursos y sus prácticas. Ahora bien, ¿cuándo y por qué Foucault empieza a interesarse en el poder? A través de entrevistas, conferencias e intervenciones en su mayor parte inéditas o inaccesibles en español, este volumen esclarece las circunstancias políticas y las preocupaciones personales que están en el origen de los libros y de los cursos del autor, y permite situarlos en el marco de una elaboración teórica en constante mutación.

En estos escritos sólo en apariencia laterales, Foucault relaciona con claridad de síntesis los saberes y las luchas: así, por ejemplo, revisa la función de la policía, las interpretaciones del terrorismo y de la violencia política, la dinámica de los nacionalismos, la medicalización de la sociedad, la situación de las instituciones penitenciarias. De estos textos surge un Foucault muchas veces coloquial, que articula sus ideas en el cruce entre la erudición y esa cotidianidad que se desprende de los programas televisivos, de la lectura de los diarios o de los sucesos puntuales en los que ha decidido intervenir.

El criterio de selección de los textos aquí reunidos incorpora los nuevos horizontes de lectura abiertos por los trabajos de Foucault recientemente publicados. En este sentido, el presente volumen busca funcionar como un puente entre sus cursos y sus libros, así como entre sus investigaciones y la actualidad. El poder, una bestia magnífica inicia una serie abierta, que contribuirá sin duda a una mejor comprensión del pensamiento foucaultiano.

Michel Foucault El poder una bestia magnífica Sobre el poder la prisión y la - photo 2

Michel Foucault

El poder, una bestia magnífica

Sobre el poder, la prisión y la vida

ePub r1.0

mandius 30.12.16

Título original: El poder, una bestia magnífica

Michel Foucault, 2012

Traducción: Horacio Pons

Edición al cuidado de Edgardo Castro

Editor digital: mandius

ePub base r1.2

Poder y saber Entrevista con Shigehiko Hasumi París 1977 El interés del - photo 3

Poder y saber

[Entrevista con Shigehiko Hasumi, París, 1977.]

—El interés del público japonés por sus obras ha aumentado considerablemente en estos últimos años, puesto que, después de la tan esperada traducción de Las palabras y las cosas , vinieron Vigilar y castigar , publicado hace dos años, y una parte de La voluntad de saber , que acaba de traducirse. Sin embargo, en el medio intelectual japonés hay “mitos Foucault" que hacen imposible una lectura objetiva de su obra. Esos mitos vinculan tres imágenes falsas de su personalidad, pero en general aceptadas como verosímiles.

El primer mito es el de un Foucault estructuralista, que hace pedazos la historia y el hombre, del que le hable en la entrevista precedente. El segundo es el de un Foucault hombre de método, mito que se difundió en el Japón luego de la traducción de La arqueología del saber . A causa de este libro, se lo ha recibido, en cierta forma, como el hijo prodigo de la filosofía, que, después de haberse paseado por el dominio sospechoso de la literatura, vuelve a una reflexión seria sobre el método. El tercer mito es el de un Foucault contestatario. Se lo considera contestatario porque usted habla de la prisión y los presos. Se espera, pues, que su Historia de la sexualidad sea un libro de impugnación… ¿Esos mitos también existen en Francia?

—Están difundidos en Francia y también lo están en los Estados Unidos. Hace dos días recibí un artículo, muy bien hecho, por lo demás, de alguien que se ocupa sucesivamente de mis libros en su orden cronológico y, en rigor, los presenta con mucha objetividad, desde la Historia de la locura hasta la Historia as la sexualidad. La imagen que se da de cada uno de esos libros no es falsa, pero de todos modos me quedé completamente atónito cuando, al final de la presentación, el autor dice: “Pues bien, como ven, Foucault es un discípulo de Lévi-Strauss, es un estructuralista, y su método es totalmente antihistórico o ahistórico”. Ahora bien, presentar la Historia de la locura, presentar El nacimiento de la clínica, la Historia as la sexualidad o Vigilar y castigar como libros ahistóricos es algo que no puedo entender. Me limitaré a agregar que no hubo un solo comentarista, ni uno, que señalara que en Las palabras y las cosas, que pasa por ser mi libro estructuralista, la palabra “estructura” no aparece ni una vez. Si bien puede mencionársela en alguna cita, yo no la utilizo ni una sola vez, ni la palabra “estructura” ni ninguna de las nociones mediante las cuales los estructuralistas definen su método. Se trata, por lo tanto, de un prejuicio muy extendido. El malentendido está disipándose en Francia, pero para ser sincero yo diría que, pese a todo, tenía su razón de ser, porque durante largo tiempo muchas de las cosas que yo hacía no fueron del todo claras ni siquiera para mí. Lo cierto es que busqué en direcciones un poco diferentes.

Se podría, claro está, reconstruir una especie de hilo conductor. Mi primer libro era la historia de la locura, vale decir, un problema a la vez de historia del saber médico y de historia de las instituciones médicas y psiquiátricas. De allí pasé a un análisis de la medicina en general y de las instituciones médicas a comienzos de la modernidad de la medicina, y después al estudio de las ciencias empíricas como la historia natural, la economía política, la gramática. En todo eso hay una suerte, no digo de lógica, sino de progresión por yuxtaposición; no obstante, por debajo de esa exposición libre pero pese a todo verosímil, había algo que yo mismo no comprendía muy bien, y que en el fondo era: cuál es el problema, como se dice en francés, que me hace ir y venir.

Durante mucho tiempo creí que con esas idas y venidas corría detrás de una suerte de análisis de los saberes y los conocimientos tal como estos pueden existir en una sociedad como la nuestra: ¿qué se sabe de la locura, qué se sabe de la enfermedad, qué se sabe del mundo, de la vida? Sin embargo, ahora no creo que mi problema fuera ese. El verdadero problema que me movía era uno que, por otra parte, es hoy el problema de todo el mundo, el del poder. Me parece que hay que remitirse a los años sesenta, a lo que pasaba en esos momentos, digamos en 1955, porque comencé a trabajar alrededor de ese año. En el fondo, había dos grandes herencias históricas del siglo XX que no se habían asimilado y para las cuales no existían instrumentos de análisis. Esas dos herencias negras eran el fascismo y el estalinismo. En efecto, el siglo XIX se había topado, como problema fundamental, con el de la miseria, el de la explotación económica, el de la formación de una riqueza, el del capital basado en la miseria de los mismos que producían la riqueza. Ese enorme escándalo había suscitado la reflexión de los economistas, de los historiadores que habían procurado resolverlo, justificarlo de la mejor manera posible, y en el núcleo de todo eso estaba el marxismo. Creo que, al menos en Europa Occidental —quizá también en el Japón—, es decir en los países desarrollados, industrialmente desarrollados, lo que se planteaba no era tanto el problema de la miseria como el del exceso de poder. Tuvimos regímenes ora capitalistas, como sucedía con el fascismo, ora socialistas o que se decían socialistas, como sucedía con el estalinismo, en los cuales el exceso de poder del aparato de Estado, de la burocracia, pero yo diría asimismo de los individuos unos sobre otros, constituía algo absolutamente repelente, tan repelente como la miseria en el siglo XIX. Los campos de concentración que conocimos en todos esos países fueron para el siglo XX lo que las famosas ciudades obreras, los famosos tugurios obreros, la famosa mortalidad obrera, eran para los contemporáneos de Marx. Ahora bien, en los instrumentos conceptuales y teóricos que teníamos en mente nada nos permitía captar con claridad el problema del poder, porque el siglo XIX, que nos había legado esos instrumentos, solo lo había percibido a través de los esquemas económicos. El siglo XIX nos había prometido que, el día que se resolvieran los problemas económicos, quedarían resueltos todos los efectos complementarios de un poder excesivo. Todos los efectos complementarios de un poder excesivo quedarían resueltos. El siglo XX descubrió lo contrario: se pueden resolver todos los problemas económicos que uno quiera, y los excesos de poder se mantienen. Más o menos hacia 1955 el problema del poder comenzó a aparecer en su desnudez. Diría que hasta entonces, hasta 1955, había podido considerarse —y eso era lo que nos contaban los marxistas— que si se habían producido el fascismo y sus excesos de poder e incluso, en el límite, habían podido producirse los excesos del estalinismo, era a causa de las dificultades económicas atravesadas por el capitalismo en 1929 y por la Unión Soviética durante el duro período de los años 1920-1940. Ahora bien, en 1956 ocurre algo que me parece capital, fundamental: desaparecido el fascismo bajo sus formas institucionales en Europa, muerto Stalin y liquidado o presuntamente liquidado el estalinismo por Kruschev en 1956, los húngaros se sublevan en Budapest, los rusos intervienen y el poder soviético —al que en apariencia las urgencias económicas ya no debían presionar— reacciona como bien sabemos. En la misma época teníamos en Francia, y esto era muy importante, la Guerra de Argelia, otro caso donde se veía que, más allá de los problemas económicos —el capitalismo francés mostró que podía prescindir sin la menor dificultad de Argelia, de la colonización argelina—, estábamos frente a mecanismos de poder que en cierta forma se disparaban por sí mismos, más allá de las urgencias económicas fundamentales. Necesidad de pensar ese problema del poder y falta de instrumentos conceptuales para pensarlo. Creo que en el fondo, de manera un poco inconsciente, todos los integrantes de mi generación, y yo no soy más que uno de ellos, trataron en definitiva de aprehender ese fenómeno del poder. Ahora, querría reconstruir de manera retrospectiva el trabajo que hice esencialmente en función de esta cuestión.

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