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Michel Foucault - La arqueología del saber

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Michel Foucault La arqueología del saber
  • Libro:
    La arqueología del saber
  • Autor:
  • Editor:
    Siglo XXI
  • Genre:
  • Año:
    1969
  • Índice:
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La arqueología del saber: resumen, descripción y anotación

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En sus obras anteriores, Foucault no había definido lo que para él significaba arqueología. Se dió cuenta de que era indispensable definirla por tratarse de una palabra peligrosa, que parece evocar las ruinas que el paso del tiempo va dejando y que permanecen fijas en su mutismo. Quiere hacer aparecer, las formas de su cúmulo y de su encadenamiento, las reglas de su transformación, las discontinuidades que las esconden.

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En sus obras anteriores Foucault no había definido lo que para él significa - photo 1

En sus obras anteriores, Foucault no había definido lo que para él significa «arqueología». Se dio cuenta de que era indispensable definirla por tratarse de una palabra peligrosa, que parece evocar las ruinas que el paso del tiempo va dejando y que permanecen fijas en su mutismo. Quiere hacer aparecer en su especificidad, el nivel de las cosas dichas: su condición de aparición, las formas de su cúmulo y de su encadenamiento, las reglas de su transformación, las discontinuidades que las escanden.

Michel Foucault La arqueología del saber ePub r10 turolero 290415 Título - photo 2

Michel Foucault

La arqueología del saber

ePub r1.0

turolero 29.04.15

Título original: L’archeologie du savoir

Michel Foucault, 1969

Traducción: Aurelio Garzón del Camino

Editor digital: turolero

Colaborador/Jefazo: Spleen

ePub base r1.2

MICHEL FOUCAULT Poitiers Francia 1926-París 1984 Filósofo francés - photo 3

MICHEL FOUCAULT Poitiers Francia 1926-París 1984 Filósofo francés - photo 4

MICHEL FOUCAULT. (Poitiers, Francia, 1926-París, 1984). Filósofo francés. Estudió filosofía en la École Normale Supérieure de París y, ejerció la docencia en las universidades de Clermont-Ferrand y Vincennes, tras lo cual entró en el Collège de France (1970).

Influido por Nietzsche, Heidegger y Freud, en su ensayo titulado Las palabras y las cosas (1966) desarrolló una importante crítica al concepto de progreso de la cultura, al considerar que el discurso de cada época se articula alrededor de un «paradigma» determinado, y que por tanto resulta incomparable con el discurso de las demás. Del mismo modo, no podría apelarse a un sujeto de conocimiento (el hombre) que fuese esencialmente el mismo para toda la historia, pues la estructura que le permite concebir el mundo y a sí mismo en cada momento, y que se puede identificar, en gran medida, con el lenguaje, afecta a esta misma «esencia» o convierte este concepto en inapropiado.

En una segunda etapa, Foucault dirigió su interés hacia la cuestión del poder, y en Vigilar y castigar (1975) realizó un análisis de la transición de la tortura al encarcelamiento como modelos punitivos, para concluir que el nuevo modelo obedece a un sistema social que ejerce una mayor presión sobre el individuo y su capacidad para expresar su propia diferencia.

De ahí que, en el último volumen de su Historia de la sexualidad, titulado La preocupación de sí mismo (1984), defendiese una ética individual que permitiera a cada persona desarrollar, en la medida de lo posible, sus propios códigos de conducta. Otros ensayos de Foucault son Locura y civilización (1960), La arqueología del saber (1969) y los dos primeros volúmenes de la Historia de la sexualidad: Introducción (1976) y El uso del placer (1984).

Notas

[1] L. Althusser, La revolución teórica de Marx, Siglo XXI, México, 1969, p. 137.

[2] ¿Habrá que señalar a los últimos despistados que un «cuadro» (y sin duda en todos los sentidos del término) es formalmente una «serie de series»? En todo caso, no es una estampita fija que se coloca ante una linterna para la mayor decepción de los niños, que, a su edad, prefieren indudablemente la vivacidad del cine.

[3] En particular las primeras páginas de este texto han constituido, en una forma un tanto diferente, la respuesta a las preguntas formuladas por el Círculo de epistemología, del E. N. S. (cf. Cahiers pour l’analyse , núm. 9). Por otra parte, se dio un esbozo de ciertos desarrollos, en respuesta a los lectores de Esprit (abril de 1968).

[4] Esto se ha escrito contra un tema explícito en la Historia de la locura, y presente repetidas veces, de manera especial en el Prefacio.

[5] A tal respecto, la expresión de «mirada médica» empleada en El nacimiento de la clínica no era muy feliz.

[6] De esta manera es como M. Canguilhem ha establecido la serie de las proposiciones que, desde Willis a Prochaska, ha permitido la definición del reflejo.

[7] Cf. sobre este tema Michel Serres: Les Anamnèses mathématiques (en Hermès ou la communication, p. 78).

INTRODUCCIÓN

Desde hace décadas, la atención de los historiadores se ha fijado preferentemente en los largos períodos, como si, por debajo de las peripecias políticas y de sus episodios, se propusieran sacar a la luz los equilibrios estables y difíciles de alterar, los procesos irreversibles, las regulaciones constantes, los fenómenos tendenciales que culminan y se invierten tras de las continuidades seculares, los movimientos de acumulación y las saturaciones lentas, los grandes zócalos inmóviles y mudos que el entrecruzamiento de los relatos tradicionales había cubierto de una espesa capa de acontecimientos. Para llevar a cabo este análisis, los historiadores disponen de instrumentos, por una parte, elaborados por ellos, y por otra parte recibidos: modelos del crecimiento económico, análisis cuantitativo de los flujos de los cambios, perfiles de los desarrollos y de las regresiones demográficas, estudio del clima y de sus oscilaciones, fijación de las constantes sociológicas, descripción de los ajustes técnicos, de su difusión y de su persistencia. Estos instrumentos les han permitido distinguir, en el campo de la historia, capas sedimentarias diversas; las sucesiones lineales, que hasta entonces habían constituido el objeto de la investigación, fueron sustituidas por un juego de desgajamientos en profundidad. De la movilidad política con lentitudes propias de la «civilización material», se han multiplicado los niveles de análisis: cada uno tiene sus rupturas específicas, cada uno comporta un despiezo que sólo a él pertenece; y a medida que se desciende hacia los zócalos más profundos, las escansiones se hacen cada vez más amplias. Por detrás de la historia atropellada de los gobiernos, de las guerras y de las hambres, se dibujan unas historias, casi inmóviles a la mirada, historias de débil declive: historia de las vías marítimas, historia del trigo o de las minas de oro, historia de la sequía y de la irrigación, historia de la rotación de cultivos, historia del equilibrio obtenido por la especie humana, entre el hambre y la proliferación. Las viejas preguntas del análisis tradicional (¿qué vínculo establecer entre acontecimientos dispares?, ¿cómo establecer entre ellos un nexo necesario?, ¿cuál es la continuidad que los atraviesa o la significación de conjunto que acaban por formar?, ¿se puede definir una totalidad, o hay que limitarse a reconstituir los encadenamientos?) se reemplazan en adelante por interrogaciones de otro tipo: ¿qué estratos hay que aislar unos de otros?, ¿qué tipos de series instaurar?, ¿qué criterios de periodización adoptar para cada una de ellas?, ¿qué sistema de relaciones (jerarquía, predominio, escalonamiento, determinación unívoca, causalidad circular) se puede describir de una a otra?, ¿qué series de series se pueden establecer?, ¿y en qué cuadro, de amplia cronología, se pueden determinar continuidades distintas de acontecimientos?

Ahora bien, casi por la misma época, en esas disciplinas que se llaman historia de las ideas, de las ciencias, de la filosofía, del pensamiento, también de la literatura (su carácter específico puede pasarse por alto momentáneamente), en esas disciplinas que, a pesar de su título, escapan en gran parte al trabajo del historiador y a sus métodos, la atención se ha desplazado, por el contrario, de las vastas unidades que se describían como «épocas» o «siglos», hacia fenómenos de ruptura. Por debajo de las grandes continuidades del pensamiento, por debajo de las manifestaciones masivas y homogéneas de un espíritu o de una mentalidad colectivas, por debajo del terco devenir de una ciencia que se encarniza en existir y en rematarse desde su comienzo, por debajo de la persistencia de un género, de una forma, de una disciplina, de una actividad teórica, se trata ahora de detectar la incidencia de las interrupciones. Interrupciones cuyo estatuto y naturaleza son muy diversos.

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