Jeremy V. Jones
Por las rodajas de naranja, las camisetas limpias, el repelente de insectos, las tasas de registro, el transporte para asistir a los entrenamientos y el ánimo durante mis días en la portería. Gracias por iniciarme en este bello deporte, y en especial por vuestro inquebrantable apoyo a lo largo del partido de mi vida.
JVJ
Se trataba del partido más importante del año. El ganador se convertiría en el campeón de todas las grandes ligas profesionales de los equipos europeos. Los clubes de fútbol de todo el continente se habían enfrentado a lo largo de toda la temporada en el actual torneo de la Liga de Campeones de la UEFA. Y ahora, el 23 de mayo de 2007, luego de un partido de fútbol de noventa minutos, el A.C. Milán italiano o el Liverpool de Inglaterra sería coronado el mejor de entre los mejores.
Efectivos de la policía antidisturbios en uniforme cercaban el perímetro exterior del Estadio Olímpico en Atenas, Grecia. En cierto momento, algunos fanáticos sin entradas intentaron derribar una entrada cerrada para irrumpir en el estadio, pero la policía los repelió lanzando gases lacrimógenos.
Sin embargo, la verdadera batalla tenía lugar sobre un fantástico rectángulo de césped verde en el centro del estadio. Setenta mil fanáticos en pleno cántico y vitoreo contemplaban antes sus ojos el desenlace de la batalla entre los jugadores rojos y blancos. Milán con indumentaria blanca; Liverpool con la roja.
El Liverpool tomaba rápidamente el control del partido con el primer tiro a puerta a cargo de Jermaine Pennant, uno de los rojos. No obstante, el portero del Milán, Dida, se lanzó en parada para evitar el gol.
Una vez que el Milán se hubo organizado el partido se igualó, sin que ninguno de los dos equipos pudiera penetrar la dura defensa de su oponente. Parecía como si los dos entrenadores hubieran preparado a sus equipos tan bien que sus defensas eran capaces de anticipar cada ataque.
El Milán estaba repleto de jugadores veteranos, ganadores de la Copa Mundial y campeones europeos como Paolo Maldini y Clarence Seedorf, aunque su superestrella era el joven número veintidós: Kaká. Fue su juego heroico en la semifinal lo que aseguró la victoria sobre el Manchester United y propulsó a los Rossoneri (el apodo del Milán debido a sus uniformes rojos y negros) a esta final.
El Liverpool conocía bien el peligro que Kaká representaba y utilizó a su centrocampista defensivo Javier Mascherano para perseguir al mejor organizador del juego del Milán y presionarlo constantemente. La táctica parecía dar fruto. Kaká, junto a todo su equipo, solo había logrado un tiro a puerta durante la primera parte que fue detenido con facilidad por Pepe Reina, el guardameta del Liverpool.
Un minuto antes del descanso, el Liverpool cometía falta contra Kaká justo fuera de su área de penalti, concediéndole un tiro directo al Milán. Su especialista en tiros libres, Andrea Pirlo, situó el balón de estrellas plateadas y azules sobre el césped a veintiún metros de la portería en el centro del campo. Nueve metros atrás, el Liverpool colocaba a ocho hombres en la barrera. La expectación crecía en los fanáticos, ya que sabían que jugadas como estas eran las oportunidades más propicias para que el equipo marcara un gol. ¿Sería esta la ocasión de adelantar al Milán antes del descanso? ¿Tiraría el lanzador del Milán directo a la portería superando la barrera del Liverpool? ¿O le pasaría el balón a un compañero para que rematase desde otro ángulo?
Kaká celebra tras vencer al Liverpool por 2-1 en el partido final de la Liga de Campiones, 23 de Mayo de 2007.
Associated Press/Murad Sezer
El delantero del Milán, Filippo Inzaghi, se había colocado al borde de la barrera del Liverpool. En cuanto Pirlo golpeó el esférico, Inzaghi se volvió y corrió hacia la portería. El disparo curvado superó la barrera por su interior y continuó hacia la parte izquierda de la portería. El portero Reina se lanzó a su izquierda con la intención de bloquear el disparo. Sin embargo, cuando Inzaghi se volvió para mirar atrás, el balón lo golpeó en la espalda y se desvió a la parte opuesta de la portería, detrás de Reina. ¡Gol del Milán!
Ese gol le dio al Milán el impulso que demostrarían en la segunda parte, presionando con su ataque mientras la defensa del Liverpool se debilitaba. No obstante, el resultado se mantendría uno a cero hasta los últimos diez minutos.
En un esfuerzo por cambiar el rumbo del partido antes del pitido final, el Liverpool introdujo a otro delantero con el que intentaba marcar el gol del empate. Mascherano, el jugador del Liverpool, sería el sustituido, y Kaká se aprovecharía al máximo de esa oportunidad. Al desprenderse de la sombra de Mascherano, Kaká se veía con libertad y espacio en el terreno de juego. De inmediato le hizo un pase a Inzaghi delante de la misma portería, pero el delantero no pudo acertarle con el disparo a la meta.
Unos minutos más tarde, Kaká recibió un pase y avanzó con el balón hacía el área del Liverpool teniendo un gran espacio abierto por delante, amagó con astucia como si fuese a rematar, y pasó un conciso balón por un hueco entre tres defensores. Inzaghi se lanzó en carrera por el centro encarando tan solo al portero delante de la red. Con un solo toque empujó el balón hacia la línea de meta para evitar la salida de Reina. Y luego, desde un ángulo difícil, envió el balón por debajo del cuerpo estirado del portero, cruzando la línea de meta y golpeando la red del contrincante. ¡Gol!
Inzaghi corrió hacia la esquina para agarrar el banderín. Allí se arrodilló agitando los puños al aire y gritando, y luego apoyó su rostro sobre el terreno. Kaká era el primer compañero que corrió para abrazarlo. Milán se colocaba a la delantera dos a cero.
El Liverpool atacó con desesperación y se dispuso a botar un saque de esquina en el minuto ochenta y nueve. El balón voló hasta el primer palo, donde fue propulsado por delante de la portería hacia Dirk Kuyt, que próximo al segundo palo remató de cabeza al fondo de la portería para reducir la ventaja a la mitad.
Dos años atrás estos mismos equipos se habían enfrentado en la final de la Liga de Campeones 2005. Milán tomó la delantera tres a cero al término del primer tiempo, para más tarde ver al Liverpool contraatacar de un modo increíble, forzando el partido a una prórroga para el desempate y luego ganando en una tanda de penaltis. ¿Podrían los rojos recuperarse una vez más de forma milagrosa?
Sin embargo, el reloj estaba del lado del Milán, y el árbitro pitó para dar por finalizado el partido tres minutos más tarde. Los Rossoneri eran los campeones de Europa y posiblemente del mundo entero.
Los partidarios italianos se volvieron locos, mientras que los del Liverpool lloraban. Kaká y sus compañeros celebraban con alegría, los hinchas vitoreaban y cantaban en las gradas bajo la lluvia de confeti que caía sobre el campo. Kaká se desprendió de su camiseta del equipo para revelar una camiseta blanca impresa con grandes letras negras que decían en inglés: «Yo soy de Jesús». La estrella brasileña dio una vuelta victoriosa alrededor del campo, vitoreando y agitando ambos brazos hacia los hinchas mientras era perseguido por una nube de cámaras y fotógrafos. Por fin, el Milán recibía la gran copa plateada.