Índice
Quien controla el pasado, controla el futuro
CUARTO GRADO
QUINTO GRADO
Conclusión
A modo de epílogo
Anexo I
Anexo II
Anexo III
Anexo IV
Agradecimientos
Bibliografía
Acerca del autor
Créditos
D EDICATORIA
A Sophie, Mini Mini ; a Toñito, Napito ; a Luciana, Coconeta II (próxima a nacer llena de luz blanca) y a todos mis queridos nietos que algún día habrán de llegar a este mundo.
A mis sobrinas nietas María, Mariquita , y Beatriz, Yeyé .
A los niños mexicanos, con la esperanza de que cuando estudien la historia patria lo hagan con arreglo a sólidos ensayos laicos, redactados por historiadores profesionales que la escriban apoyados en documentos de intachable validez, de modo que no sean víctimas de supersticiones ni caigan en prejuicios y confusiones con los que crecimos quienes les antecedimos en la vida y en la escuela. El verdadero conocimiento de nuestro doloroso pasado saturado de traiciones, sangre y heroísmo, el descubrimiento de los auténticos enemigos de nuestro país, el alto costo que hemos pagado a lo largo del tiempo para construir las instituciones perfectibles que actualmente disfrutamos, les ayudará a descubrir a México, a amarlo y a respetarlo con igual o mayor pasión con la que escribí este, mi México engañado .
A mi hija Pao, porque ella inspiró esta dedicatoria. Sólo que, parafraseando a Antoine de Saint-Exupéry, como ahora ya es una mujer, le dedico estas líneas a Pai , súper Pai ... cuando era niña.
No soy historiador. Si acaso, soy un investigador que, con los elementos a mi alcance, pretendo acercarme a la verdad histórica. Ofrezco, por anticipado, una obligada disculpa a los historiadores profesionales, poseedores de un gran sentido del honor y del deber, por mis omisiones y mis excesos cometidos como consecuencia de la pasión, tal vez de la ignorancia, sí, pero jamás de la mala fe, porque si algo me movió para redactar México engañado , fue un genuino amor por mi país al que le debo cuanto soy. En otro orden de ideas, felicito a los historiadores que no alquilaron sus plumas ni enajenaron sus conocimientos a cualquier gobierno ni institución ni a persona alguna a cambio de un puñado de pesos o de un puesto público o privado.
Muy querido lector: me atrevo a poner en tus manos, y en las de los ciudadanos de México interesados en conocer las omisiones, embustes y verdades a medias, difundidas por la dolosa historia oficial, mi libro México engañado, en el que me he propuesto revelar algunas de las falsedades, ocultamientos y agresiones al conocimiento y a la inteligencia de los niños, contenidos en los libros de texto gratuitos de la SEP, correspondientes al cuarto y quinto años de primaria del ciclo escolar 2015. Si eres padre de familia, ya perteneces, junto con nuestros maestros y otros aliados, a los forjadores de las futuras generaciones de mexicanos que habrán de dirigir nuestro país y, por lo mismo, estás obligado a saber lo que les enseñan a tus hijos, a los niños en las escuelas de México, interés que debe compartir cualquier compatriota. Resulta imposible aceptar que nuestras obligaciones paternas en buena parte concluyen cuando depositamos a nuestros vástagos en las puertas de las escuelas y nos despedimos de ellos con un beso en sus mejillas. Nuestro trabajo consiste en revisar, de manera permanente y puntual, la información que se proporciona en los planteles públicos o privados, sobre todo hoy que la educación de calidad está contemplada en el artículo 3º, fracción II, inciso d, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y garantizada por la Ley General de Educación en sus artículos 2º: «Todo individuo tiene derecho a recibir educación de calidad», y 3º: «El Estado está obligado a prestar servicios educativos de calidad».
En cuanto a la historia, no debemos perder de vista que quien controla el pasado, controla el futuro y que «somos lo que recordamos», y lo que recordamos y guardamos en nuestra corta memoria histórica es poco, muy poco y, por lo general, manipulado por los diversos regímenes políticos. A estos recuerdos selectivos e impuestos los llamamos «historia oficial». Su existencia es hasta cierto punto inevitable, sólo que cuando esta historia oficial (con todo su poderío) se vuelca sobre la inteligencia del menor para agredirla, viciarla, violentarla, confundirla o corromperla, es nuestro deber levantar la voz. Nunca he creído en las culpas absolutas, de modo que ¿dónde termina la responsabilidad del gobierno manipulador y tramposo, movido por intereses inconfesables, y dónde comienza la de los padres de familia, sus inútiles asociaciones, la ciudadanía en lo general, los cientos de miles de maestros complacientes, sálvese el que pueda, y las academias y universidades al menos indolentes?
A partir del gobierno de Adolfo López Mateos, el creador de los libros de texto gratuitos (y de una comisión plural encargada de su elaboración), prácticamente cada presidente mandó reescribir la historia de acuerdo con sus intereses políticos, con sus creencias religiosas (como en el texto vigente en 2015), para legitimar su propia gestión de gobierno y también, cómo no, para redirigir el país en el sentido de sus convicciones personales.
Desde 1960, el primer libro cumplió con las enormes expectativas que generó la iniciativa, al igual que el publicado en 1992 (durante la gestión de Carlos Salinas de Gortari); más allá de las discrepancias que en lo personal pudiera tener con su contenido, ambos se acercan a la verdad histórica de acuerdo con documentos y fuentes, que son la materia prima de la historia. Además están redactados en un contexto laico y hasta cierto punto liberal, digno de encomio; ambos son claros, están bien escritos y proceden con orden lección tras lección.
Para darnos una idea de las abismales diferencias que existen entre el libro actual y los que le precedieron: en el de tercer grado de 1960 les dieron a los niños un curso acerca del México prehispánico y se dedica un apartado a Nezahualcóyotl. En cambio, en el de cuarto grado 2014-2015, Nezahualcóyotl, tlatoani de Texcoco, no merece una sola mención, a pesar de que su nombre está escrito con letras de oro en la Cámara de Diputados. Asimismo, se omitieron las referencias a las tribus nahuatlacas y al escudo nacional que sí aparecen en el libro de 1960, cada una con un apartado específico. ¿Por qué existen semejantes omisiones en los libros actuales? ¿Por qué se ignoran dichos contenidos?
Cualquier persona hubiera podido pensar que cuando Felipe de Jesús Calderón llegó a la presidencia de la República, ordenaría la redacción de nuevos textos de acuerdo con la visión conservadora tan propia del Partido Acción Nacional, y así sucedió; sin embargo, la administración de Enrique Peña Nieto, quien debería encabezar un priismo laico, presentó una nueva edición, ahora sí ultramontana, supervisada y autorizada por su ahora ya afortunadamente exsecretario de Educación, Emilio Chuayffet quien, todo parece indicar, decidió convocar (sin poderlo demostrar) a una conferencia nacional de obispos para que redactaran otra versión de la historia, la clerical, la de la reacción que nunca duerme, sin lesionar eso sí también, los intereses de Estados Unidos. ¿Ejemplos? Por lo pronto los siguientes: ¿por qué se ocultan un sinnúmero de golpes de Estado, asonadas, insurrecciones, levantamientos armados y cuartelazos proyectados, financiados y ejecutados por el clero mexicano, el peor enemigo de México a lo largo de su historia, y que dejaron una y otra vez al país al garete, con tal de preservar sus gigantescos intereses? ¿Por qué el libro no menciona en detalle su intervención en el Plan de la Profesa, el de la Independencia? ¿Y el Plan de Iguala, el Plan de Jalapa o el Plan de Huejotzingo, todos teñidos de color púrpura y de sangre, o el Plan de Cuernavaca, el Plan de Tacubaya, el Plan del Hospicio o el Plan de Zacapoaxtla, entre otros tantos más, en que dicho clero torció el destino de México? ¡Cuántas veces dislocó la alta jerarquía católica la marcha de nuestro país! ¿Por qué no condenan la participación del clero en la derogación de la Constitución de 1824 ni el hecho de haber recurrido a las armas para abolir la de 1857 y la de 1917? ¿Y la Guerra de Reforma? ¿Y la rebelión cristera?