Reflexiones a orillas del camino
Aforismos de un caminante
Primera edición: 2019
ISBN: 9788417637910
ISBN eBook: 9788417637231
© del texto:
Carlos Blanco Fadol
© de ilustraciones:
Oscar Scotellaro
© de esta edición:
Caligrama , 2019
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Impreso en España – Printed in Spain
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In memoriam.
A Daniel, mi amado hermano de sangre y alma…
Caminante Fadol,
un corazón nómada
Por los pensamientos de Carlos Blanco Fadol discurren notas musicales, blancas, negras, redondas, corcheas, procedentes de los rincones más variados e insólitos del planeta. Todas ellas conforman una partitura multicultural y vital tan desconocida como estimulante. Notas vivenciales y filosóficas, de distintas razas, culturas y lenguas, recogidas a orillas del tiempo y del camino y que ahora, convertidas en reflexiones, descubrimos en este libro.
Pastor y guardián de una de las mayores colecciones de instrumentos musicales étnicos del mundo, la música fluye por las páginas de la obra de este caminante hispano uruguayo que ha logrado reunir cerca de cuatro mil piezas musicales de los cinco continentes, muchas de ellas ya extinguidas, en los dos museos que ha creado en España. Instrumentos que datan desde el siglo III a. de C. hasta nuestros días y que Fadol ha rescatado a través de cuarenta años de peregrinaje por el mundo, tiempo en el que también ha ido hilando estas Reflexiones a orillas del camino.
La música, que como nos recuerda este trotamundos, es, entre otras cosas, «la medicina de la insatisfacción del alma», aparece en este libro como esa lluvia fina y constante que se instala en el Caribe durante la estación estival. Y junto a sus ecos y reflexiones va surgiendo una escritura de pensamientos y experiencias vividas, desde la nostalgia del caminante: «No lloro porque mis raíces están lejos, sino porque se perdieron en la rosa de los vientos», hasta su realidad más actual y reflexiva: «Ha pasado otro minuto. Soy testigo viviente del protagonismo del tiempo actual, del instante más nuevo y más antiguo de la humanidad, del mismo universo que se transforma en obsoleto antes de terminar de escribir este pensamiento…».
El ser humano, sus miedos, necesidades, carencias, esperanzas y contradicciones, son también fuente de reflexión para este viajero soñador, el mismo que defiende que «la libertad es una necesidad orgánica», y que se enfrenta cara a cara con la existencia a través de la palabra: «La esclavitud más larga y destructiva emana de las cadenas del propio yo del individuo». Cadenas que para el caminante están inevitablemente condicionadas por la realidad de nuestro tiempo. «Las sociedades de consumo», dice Fadol con ironía, tienen incluso «la capacidad de consumir hasta la desaparición total a sus propias tradiciones musicales». «Las sofisticadas tecnologías de nuestro tiempo —reflexiona— le acercan a uno el mundo y le alejan de su vecino». Frente a ello, nos recuerda, «un pueblo que carece de bienes materiales concentra todo el valor en las personas».
Por todo el pentagrama vital de estas reflexiones planea la férrea y desoladora convicción de su autor de que el planeta está contaminado por la insolidaridad y el olvido. La injusticia, las desigualdades, la corrupción del poder, el fenómeno de la inmigración o el racismo forman parte del mundo en que vivimos. «El ser humano ha truncado entre los suyos y la vida del planeta, las leyes naturales ancestrales por la avaricia, el egoísmo, el poder… y las consecuencias ya empiezan a sentirse», alerta el caminante. También la religión es otro de los pilares de este libro de pensamientos, pinceladas poéticas de filosofía y vida, que han ido surgiendo a lo largo de más de cuatro décadas de viajes. Fadol, que ha sido candidato dos veces a los premios Príncipe de Asturias en la categoría de Arte y de la Concordia, se acerca con respeto a los ritos y tradiciones de las distintas creencias religiosas, pero nos recuerda también la posibilidad de depositar la fe en uno mismo más allá de las divinidades: «No necesito muletas ni carteles indicadores para recorrer los infinitos caminos de la religiosidad».
Fiel defensor de la ecología y de las colectividades indígenas amenazadas, el autor expone el continuo maltrato que sufre la naturaleza en nuestros días, la destrucción y desforestación del planeta. Un fenómeno que le lleva a exclamar que, «no existe nada tan peligroso para la naturaleza como hombres de corbata impecablemente vestidos en medio del campo, quietos y de pie, señalando con el índice el bosque cercano». «Si los árboles tuvieran piernas —resalta—, obligarían a revisar continuamente los mapas geográficos del mundo, porque veríamos desplazarse a diario a miles de bosques huyendo de la presencia humana, portadora de motosierras y otros elementos de destrucción masiva».
Frente al desaliento, la dureza, y desencanto de muchas de sus reflexiones, en el corazón de este caminante se vislumbra una luz dispuesta a iluminar las sombras de una realidad ingrata: «No sabré aún si lo estoy haciendo bien o si lo estoy haciendo mal, pero ¡qué importante es que lo esté haciendo!», y que «las únicas arrugas antiestéticas están en el cerebro». Una guía de esperanza que ensancha las rutas del camino: «Al menos, consuela saber que mi ignorancia es también autodidacta…». Que nos constata que contra el optimismo no existe vacuna alguna: «Aún soy más joven que mañana», y que basta detenerse unos minutos para recuperar la esperanza perdida: «Sé que sufriré, pero mientras llega ese momento, disfrutaré».
También el humor, el ingenio y ciertas dosis de surrealismo desfilan por las reflexiones de este investigador, cantautor, compositor y multiinstrumentista autodidacta que, con cierta locura cuerda, no duda en afirmar que su perro «no se inmutaría un ápice si fuera con él paseando desnudo por la calle». El paso de los años, que en este caminante más que hojas son flores, le ha llevado incluso a escribir su propio epitafio: «No lloréis mi muerte… Estoy investigando sus posibilidades musicales».
El infatigable viajero, el mismo que ha descubierto en el silencio «los sonidos más armónicos jamás escuchados antes», también tiene tiempo para adentrarse por los laberintos del amor aun siendo muy consciente de que «no se puede decapitar un corazón con el cuchillo lógico de la cabeza». Su experiencia en estos lindes le lleva a afirmar que «la compenetración de la pareja comienza a vislumbrase cuando el silencio se transforma en una comunicación de paz». El caminante Fadol, siempre enamorado del amor, sabe también muy bien que «preferible es no verte y tenerte, que no tenerte y verte», y solicita a esa mujer del camino, que «más que desbordadamente», le quiera «serena y constantemente», pues amar, como aprecia el autor, es «dar sin que se note».
Libro de búsqueda constante, el indagar de este peregrino se convierte en el propio camino de la memoria, pues como Carlos Blanco Fadol nos desvela, «los caminos son siempre más nobles que las metas», y agrega: «Qué difícil regresar cuando nunca se ha partido».