Bachelard
La voluntad de imaginar o el oficio de ensoñar
BIBLIOTECA UNIVERSITARIA
Ciencias Sociales y Humanidades
Filosofía
Sánchez Rodríguez, Miguel Ángel
Bachelard. La voluntad de imaginar o el oficio de ensoñar / Miguel Ángel Sánchez Rodríguez. – Bogotá: Siglo del Hombre Editores y Universidad de La Sabana, 2009.
164 p.; 21 cm.
Incluye bibliografía.
1. Bachelard, Gastón, 1884-1962 - Crítica e interpretación 2. Filosofía francesa 2. Imaginación creativa 3. Filosofía de la ciencia 5. Fenomenología I. Tít.
194.9 cd 21 ed.
A1224176
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango
© Miguel Ángel Sánchez Rodríguez
Primera edición, 2009
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Carátula
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Cesar Puerta
e-ISBN: 978-958-665-322-0
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ÍNDICE
No hay bienestar sin ensoñación, ni ensoñación sin bienestar. Por la ensoñación descubrimos que el ser es un bien.
Bachelard (PR)
Con la pretensión de superar la profunda incomprensión del pensamiento de Gaston Bachelard por parte de los filósofos profesionales y, en particular, los filósofos de habla hispana, cuyo pronunciamiento al respecto es casi nulo y, en el mejor de los casos, ambiguo, se hace necesario reconocer a Bachelard un lugar eminente en la filosofía del siglo XX.
Hoy, gracias a la traducción en castellano de la mayoría de su obra, tanto epistemológica como poetológica, se lee sin duda más que a Bergson o incluso más que a Sartre; sin embargo, le recusan el título de verdadero filósofo. No obstante, los mismos filósofos profesionales retoman las sugerentes tesis de Bachelard concernientes a la epistemología de las ciencias, hoy de dominio público, como es el caso del estatuto cultural y progresista de las ciencias y su relación con la técnica, la socialización del trabajo científico, la utilización corriente de nociones tales como “obstáculo epistemológico” y “ruptura epistemológica”, y cuestiones centrales de teoría de la ciencia, como es el caso de la interpretación indeterminista de los descubrimientos de la microfísica y su generalización a los demás dominios de la física.
Si existe duda aún sobre la originalidad de sus tesis, es innegable que con altura filosófica logró sacar verdaderas lecciones de filosofía a la epistemología de las ciencias de la primera mitad del siglo XX, procurando siempre un diálogo fructífero y constante con las grandes corrientes del Espiritualismo y del Racionalismo francés. Se trataba —afirmaba Bachelard— de doblar la epistemología fraccionada (fraccionamiento del racionalismo en “racionalismos regionales”) dentro de una ontología igualmente fraccionada que se caracterizaría —como todo lector de Bachelard lo sabe— por ser no-realista y, mucho menos, substancialista.
No se deben continuar separando de manera radical sus tesis epistemológicas de su producción poetológica. Coincido con una aproximación más reciente a Bachelard (F. Dagognet, M. Vadée, J. Lescure, J. J. Wunenburger, J. Gayon, entre otros) en no hacer una lectura reductiva y mutilante, pues se entenderían erróneamente las dos vertientes de su producción intelectual como la expresión simple de falta de unidad y coherencia en su pensamiento. Por el contrario, esta investigación sobre los poderes de lo imaginario en el pensamiento de Bachelard partirá de la siguiente hipótesis de trabajo: la obra bachelardiana tiene unidad, y ésta es de carácter ambiguo . Es imposible separar las dos vertientes de su pensamiento como si la suya fuese una mera producción bífida ; de manera errónea tendríamos, de un lado, una epistemología decididamente de dominio público; de otro, un conjunto de ideas especulativas e ilusorias sobre la imaginación, que para algunos, ingenuamente, bien podrían estudiarse por separado.
Supera las pretensiones de este libro analizar la manera como el pensamiento filosófico y la crítica literaria francesa de la primera mitad del siglo XX han recibido la herencia de la filosofía de Bachelard. Pensemos en la reconocida influencia que ejerció sobre Georges Canguilhem, Michel Foucault, Gilbert Durand, Louis Althusser, François Dagognet, Pierre Bourdieu. Pensemos en la fuerza de los años 70 a partir del Coloquio de Cerisy-La-Salle, que generó profundos estudios sobre las obras de Bachelard consagradas a la imaginación. Recientemente, encontramos los valiosos resultados de las investigaciones bibliográficas y culturales de Jean Gayon, miembro del Instituto Universitario de Francia, y de Jean-Jacques Wunenburger y Maryvonne Perrot, exdirectores del Centro Gaston Bachelard de Investigaciones sobre el Imaginario y la Racionalidad (CGB) en la Universidad de Bourgogne en Dijon, donde muestran la interesante y no menos polémica recepción de las ideas de Bachelard en 40 países, desde el Japón a los países árabes, pasando por los Estados Unidos y Rumania. Con igual envergadura, se destaca el trabajo coordinado por Pascal Nouvel (actual investigador del CGB), Actualité et postérités de Gaston Bachelard. Estos estudios ayudan a aclarar el lugar singular de Bachelard dentro de la filosofía contemporánea, a la vez marginal y central, y al cual esta investigación pretende contribuir revitalizando y actualizando algunas de sus sugerentes ideas; en especial aquellas que por ser del dominio común han perdido fuerza crítica y han tenido que ser admitidas y, por qué no decir, resguardadas en las facultades de arquitectura, psicología y escuelas de artes plásticas, quedando por fuera de las facultades de filosofía.
Toda la profunda reflexión bachelardiana sobre la novedad radical que nos permite instalarnos en el instante de creación y nacimiento de toda actividad espiritual o psíquica, correspondió al intento filosófico por explicar el permanente diálogo existente, no siempre explícito, entre las ciencias y las artes. En las primeras, bajo la significación del descubrimiento ; en las segundas, bajo la significación de la creación . Me refiero a dos dialécticas —dialéctica del descubrimiento y dialéctica de la creación— que emergen de manera complementaria y que, de modo desacertado, han sido estudiadas tradicionalmente de forma opuesta y casi incompatible.
En efecto, los esfuerzos de Bachelard se dirigieron a mostrar insistentemente que la ciencia no riñe con el arte; todo lo contrario, el conocimiento objetivo sufre una extensión surracional al beneficiarse del poder artístico en el hombre. Con frecuencia repetía: la science est l’esthétique de l’intelligence . E, inversamente, el arte no busca la negación de la ciencia sino que, mediante su poder de apertura, la engrandece y la realiza. Así, arte y ciencia se constituyen en dos actividades complementarias y oscilantes de mutuo ensanchamiento. En la meditación lenta y delicada acerca de los problemas ontológicos de la imaginación, Bachelard intentó encontrar su unidad profunda, así como la superación de la tradicional antinomia razón/imaginación, ciencia y arte, filosofía y poesía.