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Grandin - Pensar con imágenes: mi vida con el autismo

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Grandin Pensar con imágenes: mi vida con el autismo
  • Libro:
    Pensar con imágenes: mi vida con el autismo
  • Autor:
  • Editor:
    Alba Editorial
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  • Año:
    2016
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Pensar con imágenes: mi vida con el autismo: resumen, descripción y anotación

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El Padrenuestro me era incomprensible hasta que lo desglosé visualmente en imágenes concretas. El poder y la gloria estaban representados por un arco iris y una torre eléctrica. [...] La voluntad es un concepto difícil de visualizar. Cuando lo pienso, imagino a Dios lanzando un rayo. Otro adulto autista me dijo que para visualizar «que estás en los cielos» imaginaba a Dios en un caballete de pintor encima de las nubes. TEMPLE GRANDIN

Para la mayoría de nosotros, será difícil imaginar lo que es desear ser abrazado y, sin embargo, sentir todo contacto como una agresión; oír las suaves olas que rompen en una playa como un ruido espantoso; no ver un jardín, sino trozos sueltos de flores; ser incapaz de reconocer a una persona si no se la ha visto antes quince veces. Para los autistas, no obstante, ésta es su relación con el mundo. ¿No nos parecerá entonces incluso más sorprendente que una mujer autista llegue a forjarse una carrera brillante en la industria ganadera y que...

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Índice

Prólogo a la primera edición (1995)

En 1986 se publicó un libro extraordinario, sin precedentes y, de algún modo, inaudito, Emergence: Labeled Autistic [Emergencia: con la marca de autista], de Temple Grandin. Sin precedentes porque hasta entonces no se había hecho una «narración desde dentro» del autismo; inaudito porque a lo largo de cuarenta años o más había imperado el dogma médico de que no había nada «dentro» del autista, de que no tenía vida interior, o si la tenía, el acceso a ella o su expresión eran imposibles; extraordinario por su estilo directo y su claridad, tan extremos como raros. La voz de Temple Grandin procedía de un lugar que nunca había tenido voz, al que nunca se había concedido una expresión real; y no sólo hablaba por ella, sino por otros miles de autistas adultos, a menudo personas de mucho talento, que conviven con nosotros. Nos permitió ver, y de hecho nos reveló, que podía haber gente, no menos humana que nosotros, que construía su mundo, y vivía su vida, de maneras casi inimaginablemente distintas.

Para muchos, la palabra «autismo» sigue teniendo connotaciones terribles e inamovibles: uno imagina a un niño mudo, balanceándose, chillando, inaccesible, aislado del contacto humano. Y casi siempre hablamos de niños autistas, nunca de adultos autistas, como si esos niños no crecieran nunca, o como si los abdujeran misteriosamente del planeta, de la sociedad. O bien pensamos en un autista savant , un ser extraño con manías raras y conductas estereotipadas, también aislado de la vida normal, pero con una capacidad asombrosa para el cálcu­lo, la memoria, el dibujo, lo que sea: como el savant retratado en Rain Man . Estas imágenes no son del todo falsas, pero no tienen en cuenta que hay tipos de autismo que, si bien acompañan maneras de pensar y percibir las cosas muy distintas de las «normales», no incapacitan igual, sino que –sobre todo en casos de autistas dotados de un elevado nivel de inteligencia, entendimiento y educación– permiten una vida llena de vivencias y logros, y también una clase especial de perspicacia y coraje.

Esto lo vio con claridad Hans Asperger, que describió estos tipos «más elevados» de autismo en 1944. Pero el ensayo de Asperger, publicado en alemán, pasó prácticamente inadvertido durante cuarenta años. Después, en 1986, salió a la luz el sorprendente libro de Temple, Emergence . Dicha obra, como historial clínico, tendría un efecto profundo y beneficioso en el pensamiento médico y científico, y permitiría –en realidad, exigiría– un concepto más amplio y generoso de lo que podía significar ser «autista», además de destacar como documento de interés humano.

Han pasado diez años desde que Temple escribió su primer libro, diez años en que prosiguió con su vida abnegada, tenaz, solitaria y extraña, definiendo su lugar como profesora de conducta animal y diseñadora de equipamiento ganadero, luchando por una comprensión y un trato humanitario a los animales, luchando por una mayor comprensión del autismo, luchando con el poder de las imágenes y las palabras, luchando asimismo por entender esa extraña especie – la nuestra – y por determinar su propia valía, su papel en un mundo que no es autista. Y ahora se ha aventurado una vez más a escribir un texto de la extensión de un libro –en el ínterin ha escrito un gran número de trabajos científicos y conferencias– y nos ha dado un ensayo narrativo mucho más meditado y equilibrado, Pensar con imágenes .

Aquí vemos, y revivimos, la infancia de Temple: las sensaciones sobrecogedoras producidas por el olfato, el oído y el tacto de las que no podía aislarse; cómo se ponía a gritar, o a balancearse, sin parar, desconectada de los demás; o cuando, en una rabieta repentina, le daba por arrojar heces a diestro y siniestro; o cuando, con una concentración asombrosa, y totalmente ajena al mundo que la rodeaba, se pasaba horas absorta en unos cuantos granos de arena o en las líneas de las yemas de los dedos. Percibimos el caos y el terror de esta infancia temible, la amenaza de ser ingresada en una institución, recluida, toda la vida. Parecemos adquirir, junto con ella, los primeros rudimentos del lenguaje, la percepción del lenguaje como un poder casi milagroso con el que tal vez pueda adquirir dominio de sí misma, lograr algún contacto con los demás, algún intercambio con el mundo. Revivimos con ella los tiempos en la escuela: su incapacidad absoluta para entender a los demás niños y para que los demás niños la entiendan a ella; su intenso deseo de contacto pero también su temor a él; sus extraños sueños en estado de vigilia: de una máquina mágica que podía procurarle el contacto, el «abrazo» que anhelaba, pero de una manera que ella podía controlar por completo; y la influencia de un profesor de ciencias excepcional que, por encima de toda esa extrañeza, por encima de la patología, supo reconocer el potencial inusitado de esta alumna singular y encauzar sus obsesiones hacia las puertas de una vida científica.

También podemos compartir, aunque no podamos entender del todo, la pasión y la comprensión extraordinarias que suscita en ella el ganado. Poco a poco se ha ido convirtiendo en una experta de fama mundial en psicología y conducta en ese campo, ha inventado dispositivos e instalaciones para su manejo y ha defendido con pasión que se le dispense un trato humanitario. (El título original propuesto para este libro era La visión del ojo de una vaca. ) Y nos permite ver –tal vez lo menos imaginable de todo– la profunda perplejidad que produce en ella la forma de pensar de los demás, su incapacidad de descifrar las expresiones e intenciones ajenas, junto con su determinación de estudiarlos, de estudiarnos a nosotros , nuestras conductas extrañas, científica y sistemáticamente, como si fuera (en sus propias palabras) «una antropóloga en Marte».

Percibimos todo esto a pesar (o tal vez debido a ello) de la conmovedora simplicidad y candidez de la escritura de Temple, de su curiosa falta de modestia y de inmodestia, de su incapacidad para la evasión o el artificio.

Es fascinante comparar Pensar con imágenes con Emergence . Los diez años que han transcurrido entre uno y otro texto han sido años de un mayor reconocimiento y realización profesional para Temple: no para de viajar, asesorar y dar conferencias, y hoy sus instalaciones para el manejo del ganado y sus corrales se utilizan en todo el mundo. También ha adquirido mayor autoridad en el ámbito del autismo (la mitad de sus conferencias y publicaciones tratan de este tema). Al principio no le fue fácil escribir, no porque careciera de facultades de expresión verbal, sino porque la imaginación no le permitía concebir la mente ajena, porque no podía comprender que sus interlocutores fueran diferentes de ella, que no conocieran las experiencias, las asociaciones, los antecedentes que ella tenía en su cabeza. En su texto había discontinuidades extrañas (por ejemplo, de pronto aparecían personas en la narración sin previo aviso), referencias de pasada a incidentes que el lector no conocía y cambios de tema repentinos y desconcertantes. Según los psicólogos cognitivos, los autistas carecen de una «teoría de la mente» –a saber, no poseen una percepción o noción directa de la mente ajena, o de otros estados mentales– y ahí radican sus dificultades. Lo increíble es que Temple, que se acerca a la cincuentena, en los diez años transcurridos desde que escribió Emergence, sí ha desarrollado una percepción de las demás personas y las demás mentes, sus sensibilidades e idiosincrasias. Y eso es lo que se ve ahora en Pensar con imágenes , y lo que da una calidez y un color que apenas se perciben en su primer libro.

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