III. Desengaños singulares: la obra intelectual
de un mercader
V. El Afortunado ante la Inquisición,
sentencia y muerte
PRÓLOGO
Si hubiera algo en lo escrito contrario a la Fe Católica “sería hecho por ignorancia invencible y calentamiento de cabeza”.
EL AFORTUNADO, 1758
La historia por narrarse en esta obra tiene algo de quijotesca en cierto sentido, ya que los libros desempeñan un papel detonador en la búsqueda de fama. En el caso del Quijote de la Mancha, las lecturas de novelas de caballería desataron su pretensión de heroísmo caballeresco, en tanto que en el Afortunado de Tartanedo, nuestro héroe de mediados del siglo XVIII, los “libros romancistas” desencadenaron su voluntad de emular a los reformadores moralistas y su misión de combatir errores y creencias del vulgo. A final de cuentas, los desenlaces fueron fatales para ambos.
El 29 de mayo de 1761 muere Francisco García Checa en el Hospital de Bethlemitas. Habían transcurrido escasos dos meses desde su reclusión, ordenada por la Inquisición de la ciudad de México. Tenía tan sólo 28 años de edad y era originario de un lugar denominado Tartanedo, perteneciente al Señorío de Molina, en España.
Francisco creció en años difíciles, en la orfandad y en condiciones precarias; no obstante, aprovechó la oportunidad que le brindó la fortuna para trabajar, estudiar y navegar hacia Yucatán en busca de mejores horizontes. En 1753 llegó a Mérida, capital de la península, en la frontera sureste de la Nueva España, y se estableció como mercader. Entre los comerciantes extranjeros, pronto fue bautizado con el apelativo el Afortunado para simbolizar el futuro prometedor que visualizaron para el joven inmigrante de la aldea de Tartanedo. Paradójicamente, en 1758 fue apresado por el comisario del Santo Oficio en Mérida, a más de un año de sumarias en secreto. ¿Cuáles fueron los hechos en la vida de Francisco que, tras alcanzar la curva de ascenso, lo hicieron descender hasta el infortunio de ser juzgado por el Tribunal del Santo Oficio con un desenlace fatal?
Francisco pertenecía a una generación de inmigrantes procedentes de espacios rurales de España, quienes tuvieron acceso a la alfabetización y a las lecturas de divulgación preparadas por los reformadores de la cultura vulgar y de las clases ocupadas del campo y las ciudades. Poco conocemos de aquella legión de jóvenes que llegó a Yucatán y logró establecerse en el giro mercantil. En cambio, se les ha estereotipado como analfabetas e ignorantes encerrados en los locales de sus negocios.
En términos generales, se conoce su interés por la instrucción, que descansaba en saberes empíricos y técnicas contables básicas para el ejercicio comercial, más que por adquirir una formación intelectual que les permitiera ingresar a la Iglesia o a la administración pública. Aunque la historiografía yucateca proporciona suficiente información acerca del ascenso social que lograban los inmigrantes mediante enlaces matrimoniales con las criollas de la élite encomendera y terrateniente, nada se sabe de su cultura.
¿Eran campesinos o plebeyos sin educación? ¿Eran analfabetos en pos de riquezas sin escrúpulos morales? Lorenzo de Zavala trazó un perfil mordaz de los inmigrantes como “jóvenes pobres”, siendo que muchos de ellos “apenas sabían leer y escribir, y no tenían otra idea del mundo y de los negocios que la que podían adquirir durante su travesía; pues en su aldea apenas habían oído otra cosa que los sermones del cura y los consejos de sus madres”.
El estudio sobre la vida de Francisco promete deshacer mitos, ya que las condiciones de precariedad y origen rural no necesariamente son indicadores de “ignorancia”. Entonces, debemos resolver estas interrogantes: ¿cuál fue el repertorio de lecturas realizadas por el Afortunado?, ¿cómo leía?, ¿qué impacto tuvieron los “libros romancistas” en su cultura popular y vocación intelectual?, ¿cuáles fueron sus prácticas culturales y procesos intelectuales?, ¿su cultura popular fue sustituida del todo por una más culta?, y, por último, ¿es posible encontrar indicios de la cultura libresca entre la clase mercantil de la sociedad yucateca de mediados del siglo XVIII?
En España Francisco tuvo la oportunidad de entrar en contacto con personas y lugares cultos, lo que gestó en él un cambio significativo en sus concepciones populares y lo dotó de actitudes culturales propias de un reformador de creencias y opiniones vulgares. En Mérida, durante conversaciones ocasionales y en tertulias celebradas entre iguales, se destacó por discutir ideas que consideró vulgares, así como errores del credo católico. Pero el joven mercader no sólo leía y discutía, también escribía, y no sólo géneros menores, como el diario y algunos versos; creó un libro manuscrito titulado Desengaños singulares contra errores comunes, y sabemos que inició la escritura de otro: El pecado más común. ¿Cuál fue el contenido de sus Desengaños singulares? ¿Qué temas abordó que fueron imputados de contrarios a las enseñanzas de la Iglesia?
Del proceso inquisitorial en contra del Afortunado emergen evidencias de las prácticas culturales del sector mercantil de Mérida de mediados del siglo XVIII, como la posesión y circulación de libros impresos, las tertulias y las preocupaciones por los imaginarios ultraterrenos. Pero los indicios más significativos corresponden al cambio y continuidad de la cultura popular entre lectores autónomos de origen rural en proceso de modernización, quienes gustaban de la lectura en su propio idioma sin encontrar en la pobreza un freno a su aspiración cultural por el hecho de no poseer libros o por carecer de bibliotecas públicas. Nos encontramos con lecturas y copias de escrituras fuera de los ámbitos escolástico-universitarios, con un espacio de convergencia entre la cultura docta y la cultura popular; más aún, con la práctica de lectoescritura como diversión en el sentido de entretenimiento, como inversión en capital simbólico.