José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, es una de las figuras políticas de nuestra reciente historia más interesantes y menos estudiadas y, tal vez, menos comprendidas. A pesar de las palabras de simpatía que algunos de sus adversarios políticos han dedicado a su persona, tales como Indalecio Prieto o Julián Zugazagoitia, su vida y su obra permanecen aún bajo la hojarasca de una hagiografía bien intencionada pero en definitiva alienante, cuando no mitificadas por quienes las han utilizado en provecho de sus intereses inmediatos a lo largo de cuarenta años. Por ello es de agradecer que un historiador extranjero, con la objetividad y el rigor que le caracterizan, nos ofrezca hoy un estudio que no pretende ser una biografía exhaustiva al uso, pero que incide sobre diversos e importantísimos aspectos del creador de una doctrina que, bien o mal utilizada, ofreció un soporte ideológico, según frase del propio José Antonio desde su encarcelamiento en Alicante, a “un grupo de generales de honrada intención, pero de desoladora mediocridad política”.
El autor ha mantenido numerosas entrevistas con quienes, amigos o adversarios, trataron y conocieron a José Antonio: Ramón Serrano Suñer, José María Alfaro, Ernesto Giménez Caballero, Raimundo Fernández Cuesta, José Bergamín, José María Gil Robles, Pilar Primo de Rivera y un largo etcétera. Asimismo ha investigado no sólo en las hemerotecas nacionales sino también extranjeras a la búsqueda de documentos que habían sido escamoteados. El resultado es un trabajo serio y riguroso en el que, sin concesiones, con implacabilidad y con espíritu de adivinación, se nos describe y se nos aproxima una figura hasta ahora mitificada.
Ian Gibson
En busca de José Antonio
ePub r1.0
Titivillus 01.04.19
Título original: En busca de José Antonio
Ian Gibson, 1980
Procedencia de las ilustraciones: Alberto Viñals, Alfonso, Archivo Planeta, Campúa, Europa Press, Goyenechea, Keystone, Más y Rafols
Esta obra obtuvo el Premio Espejo de España 1980, concedido por el siguiente jurado: Manuel Fraga Iribarne teniente general Diez Alegría, Ramón Garriga Alemany, José Manuel tara Hernández y Rafael Borras Betriu
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.0
Dedico este libro a cuantos militan
por la paz, la convivencia y el diálogo
entre los españoles.
I. G.
Me habría sido imposible escribir este libro sin la ayuda y el apoyo de muchas personas. Pienso especialmente en mí esposa y compañera Carole, cuya fe en mi labor nunca ha desfallecido. También quiero dedicar unas especiales palabras de gratitud a los funcionarios de la Hemeroteca Municipal de Madrid, que me han atendido siempre con mucha amabilidad. Debo expresar también mi agradecimiento a las siguientes personas cuya aportación a mi tarea investigadora ha sido, en diversos órdenes y en distintas medidas, particularmente útil; con la esperanza de no olvidar involuntariamente a nadie: José M.ª Alfaro, Juan Aparicio, José M.ª de Areilza, José Bergamín, Rafael Borras Betriu, Antonio Bouthelier Espasa, Gerald Brenan, Fina de Calderón, Tomás Castaño, Josefina Cedillo, José Fernández Berchi, Raimundo Fernández-Cuesta, José Luis Franco Grande, Miguel García Posada, Alfonso García Valdecasas, Ramón Garriga, José M Gil Robles, Ernesto Giménez Caballero, Francisco Giner de los Ríos, Gunter Grossbach, Gabriel Jackson, José Luis Jerez-Riesco, José Landeira Yrago, Margarita Larios, Trinidad Ledesma Ramos, Juan Antonio Maravall, Eutimio Martín, Ángel Mateos, conde de Mayalde, Mariano del Mazo, marquesa de Narros, Helen Oppenheimer, José M Pemán, Narciso Perales, Antonio Prat y Sáenz de Heredia, Pilar Primo de Rivera, Miguel Primo de Rivera y Urquijo, Pedro Sainz Rodríguez, Ramón Serrano Suñer, Herbert Southworth, Daniel Sueiro, marquesa de Valdeiglesias, Manuel Valdés Larrañaga, Pilar Varela, Ángel Viñas.
Yo, por mi parte, serviría para todo menos para caudillo fascista.
JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA, 1933
José Antonio Primo de Rivera fue un soñador con sueños cimentados en violencias.
INDALECIO PRIETO, 1947
CITAS Y REFERENCIAS: ADVERTENCIA AL LECTOR
Todas las citas de José Antonio, o referencias a sus escritos y discursos; se toman de las Obras completas (así llamadas) recopiladas por Agustín del Río Cisneros (Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1976, dos tomos): siglas OC.
En cuanto a las citas de, o referencias a, libros o artículos de otros autores, adoptamos la siguiente norma: en la primera mención o cita se da el nombre completo del autor, seguido por el título del trabajo, lugar de publicación, editor y fecha y, en las que siguen, sólo el nombre del autor, y página, o páginas, a que se alude. En el caso de obras colectivas, en la segunda mención y siguientes se da sólo un título abreviado. Cuando se trata de dos o más títulos de un mismo autor, se da, después de la primera referencia, sólo el nombre del autor seguido por un título abreviado. Las primeras referencias a las obras mencionadas (de las cuales no todas se encuentran en la bibliografía) se pueden localizar fácilmente al consultar el índice.
I. Reflexiones sobre «La España eterna»
Madrid, plaza de Oriente, domingo 18 de noviembre de 1979. «20-N». Francisco Franco Bahamonde y José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, ausentes y presentes. Un sol espléndido —expresamente concedido por Dios a instancias de Franco, en opinión de uno de los concurrentes— luce sobre las cabezas de la inmensa muchedumbre, y hace centellear a lo lejos las nevadas cimas de Guadarrama. Banderas rojigualdas, pañuelos, bufandas y gorras con los colores nacionales. Pegatinas, «Cara al sol», insignias y grandes pancartas ondeadas por el entusiasmo: «Monzón no nos engaña, Vascongadas y Navarra son España»; «Sin discusión ni negociación, Gibraltar es español»; «No a los estatutos»; «Aragón es España»; «Andalucía defenderá la unidad española»; «España, una y no cincuenta y una».
Por todas partes, en todos los labios, la palabra unidad. Es la obsesión de los oradores. Luis Peralta España, secretario de la Confederación Nacional de Excombatientes, habla de «la sagrada e indisoluble unidad de la patria». Luis Jáudenes pide «unidad y entendimiento para evitar la liquidación de España y la desaparición de los valores morales y religiosos que le son propios». Para el carlista Santiago Martínez Campos, «se trata de mantener la unidad de la patria, y cueste lo que cueste se ha de conseguir. Pero no sólo aquí y hoy, sino todos los días del año y en cada rincón de España, porque el enemigo no descansa y trabaja a diario». Otro carlista, J. E. Casariego, teme que España, con las autonomías, «en un bárbaro salto regresivo, disfrazado de falsos progresismos, retorne a las tribus celtibéricas y los reinos de taifas», mientras que, para Raimundo Fernández Cuesta, «la unidad de España ha sido puesta en trance de ruptura por decisión unilateral de quienes no se consideran españoles, en contra de la voluntad de los que tienen a honor el serlo, como si a éstos esta unidad no les afectase o les fuese indiferente». Blas Piñar proclama que España, «otra vez en peligro, nos convoca para mantenerla unida, frente a toda desunión», y José Antonio Girón que «nos reúne algo que no admite demoras ni desviaciones: la unidad. Todos sabéis que España está seriamente amenazada por el enemigo de siempre».
Leer estos discursos es convencerse de que, entre 1933 —acto del teatro de la Comedia y fundación de Falange Española— y 1979 —acto de la plaza de Oriente—, el pensamiento de las «fuerzas nacionales» apenas ha avanzado un paso. Es más: diríamos que ha retrocedido. En el acto del 18 de noviembre de 1979 no se oyó ni una sola opinión original sobre la realidad española y, aunque se habló mucho, eso sí, de rescatar o
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